«Conozco como funciona. Que no tenga Instagram no quiere decir que sea un marginado». Directo en el pecho de una redactora que, en efecto, no tiene Instagram pero que, sin embargo, ha salido maravillada de La Escalera de Jacob donde ha ido a ver Problemas de Conexión, que se podrá vivir en esta sala madrileña hasta septiembre.
Supongo que muchos otros, como yo, habrán fantaseado con la idea de que si Dios existe seguramente sería mujer. Reconozco que ahora me suliveya el hecho de que además tenga acento andaluz.También la fantasía de que Isabel Díaz Ayuso juegue a serlo en su intimidad, con el maestro japonés incluído. ¿Qué tal si al demonio le llaman Luci y es bollera? Esta idea me empieza a seducir todavía más.
Genesis 2.0: Dios está muy contenta con su última creación: las redes sociales. Los humanos no paran de compartir frases inspiradoras, vídeos de gatitos, fotos de voluntariados en África. ¿Será cierto que en la Tierra reina la paz entre los hombres de buena voluntad? En su infinita sabiduría, la madre celestial se propone descubrir si la gente es tan feliz como aparenta en las redes. Es la premisa de Problemas de conexión.
Con un elenco de protagonistas dirigidos por David Huertas y Gemma Pina en un auténtico estado de gracia. Úrsula Villalta, María Petri, Airel Muñoz y Enrique Díez sobreviven a un montaje sencillo pero muy inteligentemente montado y sustentado en un guion sólido y perspicaz.
Con continuas interacciones al público, sin obligarle a un teatro inmersivo pero rompiendo la cuarta pared de una manera concreta. Como si fuera simplemente como ese spam o expam, del que tanto habla el texto de Problemas de Conexión. Una manera de decirle al espectador «Eh, que te veo, que se que estás ahí». Se trata de una comedia que pretende hacernos reflexionar sobre nuestra propia realidad, en la que la forma de relacionarnos, extrictamente digital en muchos momentos, nos genera conflictos. A veces tienen gracia, otras veces no tanto. Pero, desde luego, el marketing del que tanto hablan funciona, que yo ya he dejado mi comentario en Atrápalo.
Y precisamente en eso adquiere valor el texto de Borja Echeverría, en esa reflexión sobre el poder de las redes sociales. Sin defenderlas, pero también sin demonizarlas en exceso. Traemos a lo mundano el cielo y el infierno y convertimos en un reality show, algo macabro, el día del juicio final para demostrarnos que, en efecto, nadie, incluso aquellos que no usamos las redes sociales como Instagram o Tik Tok podemos escapar del mundo hiperconectado.
Si hablamos de cómo nos relacionamos, la caricatura se convierte cada vez más en ese espejo en el que mirarnos. Salpicada, de manera inevitable de política, Problemas de conexión es un esperpento en sí mismo. Como si de ese ridículo del que todos somos conscientes, pudiese salir la mismísima condición humana que nos hace únicos.
Y esa moraleja, que tanto pregona el personaje de la deidad, parece tomar forma en ese Marina d’Or, porque ¡Hay que ver qué bien se estaba en los 90! ¡Qué bien estábamos en esa barra del bar hablando con desconocidos de asuntos que no le importaban ni lo más mínimo! Y, ahora, si sale mal, siempre nos quedará Tinder ¿No?
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