Augusto Boal tenía 33 años cuando un golpe de estado llevó a Brasil a una dictadura militar que duraría más de 20 años. Hijo de campesinos inmigrantes portugueses y convertido en escritor y dramaturgo durante sus años de estudiante en Estados Unidos, utilizó su «armamento creativo» para hacer del arte escénico una herramienta de transformación social.

Inspirado por el teatro de Bertol Brecht y abanderando las ideas de la izquierda latinoamericana de aquellos momentos, fue el creador de este concepto de Teatro del Oprimido donde caen muchas barreras. La primera y más novedosa es que el espectador deja de ser la figura pasiva que «engulle» sin rechistar lo que le ofrecen y se convierte en espect-actor.

Es decir, se plantea una historia en la que intervienen los actores necesarios, siempre controvertida. En ella queda incorporada una problemática, queda encerrada una crítica, se expone una denuncia y se plantea un final. La cuestión es si ese desenlace deja al espectador satisfecho o no. Eterno dilema que el Teatro del Oprimido resuelve. Porque el final de la obra en cuestión, es en realidad el principio. Los propios actores preguntarán al auditorio qué les ha parecido la resolución y el público se pronunciará. Alguien dirá que él/ella hubiera actuado de otra manera. Entonces es cuando llega la esencia del Teatro del Oprimido, ese espectador/espectadora saldrá a escena, vestirá la piel de un personaje, quizá nuevo, quizá entre en uno de los que ya existen pero le dará otra voz, otro movimiento, creará otro final. Ese espectador se acaba de convertir en espect-actor, espect-actriz.

Este tipo de teatro no busca la innovación por la innovación. No busca retar a nadie. Quiere plantear cuestiones, lanzar preguntas y sobre todo involucrar. Para llevar a cabo este tipo de creación hace falta tener herramientas imprescindibles: técnicas propias, mucho trabajo de improvisación, mucho conocimiento y análisis pormenorizado de las situaciones sociales…Porque no es un espectáculo cualquiera, como pueden imaginar. Está al servicio de las personas más vulnerables y conlleva una responsabilidad muy importante. Porque puede llegar a plantear soluciones que cambien el mundo y aunque, en ocasiones el Teatro del Oprimido contenga comedia, esto, señoras y señores es algo muy serio.

La Tortuga. Centro de Creación e  Investigación Cultural, cada año ofrece la oportunidad de aprender en su Escuela de Teatro de los Oprimidos y las Oprimidas. Más información aquí.

La Tortuga. Centro de Creación e Investigación Cultural.

C/ de la Espada, 6. Madrid.