La Cultura. Un concepto tan amplio y ambiguo que se hace complicado preguntar por ella. Sobretodo, si la pregunta va dirigida precisamente a alguien que también ha contribuido a dártela. En un día tan especial como este, el Día de la Madre, a unas les hace ilusión, otras le echan la culpa al Corte Inglés y otras no lo perdonan.

Gloria Bretones me dijo una vez que se sabía mucho de una persona conociendo a su madre. Y es que para ir al origen más profundo de nuestra cultura, de los conocimientos aprendidos, hay que viajar al pasado. Hoy, hemos decidido viajar con ellas, con las Madres de Más de Cultura, que a pesar de no tener nada que ver con la revista, sin esperarlo, nos han dado la oportunidad de escribirla.

Marisol, la madre de Vega Guerra, es precavida ¿Que con cuál de las secciones de MDC se quedaría? Depende, si es para que le preguntemos sobre ellas no se moja, sin embargo, para disfrutarlas, confiesa que prefiere el arte y la literatura.

Generosa, mi madre, no recuerda el primer libro que llegó a sus manos, pero sí recuerda que su madre comenzó a interesarse por los libros y los conocimientos por verla a ella leer: «en el instituto, ver cómo mi madre tenía ganas de descubrir cosas, adquirir conocimientos a través de mis libros y la pasión con la que compartía la lectura». Una tradición que ha llegado a mi generación, quizá por eso después estudió Magisterio en la universidad.

Marisol ha esperado a estar jubilada para adentrarse en el trepidante mundo de la universidad: «me parece muy interesante que exista la oportunidad de ir a la universidad. Tenemos unos profesores buenísimos y me gustan los temas y las asignaturas».

Una de esas lecturas obligatorias de las que habla mi madre en el instituto es «La casa de Bernarda Alba«, Carmen, la madre de Carmen Jiménez, no puede comunicarse de la misma manera que las nuestras , pero eso no significa que no tenga nada que decir, por eso está su hija redactando esta revista.

Me cuenta que su madre es un personaje de esta novela de Federico García Lorca: «Creció en un pueblo andaluz de interior, sin río. Allí la cultura que se difundía era oral a través de cuentos, canciones y muy tamizada por la religión y el concepto de pecado. Franco lo dispuso así… A pesar de todo los recuerdos de mi madre son de cuentos para dormir con final feliz, coplas apasionadas que le hacían soñar con el hombre de su vida y que veía cumplirse en la realidad con las visitas a través de las rejas de los novios de sus hermanas».

El colegio, a diferencia del instituto de principios de los 70 de Generosa, a ella le pilló en tiempos de guerra y posguerra. Era voluntario y se enseñaba a leer con el catecismo. Por eso Carmen iba de vez en cuando a la escuela y aún hoy se sabe de memoria el concepto de Dios, de los mandamientos y de misa. Pero precisamente nuestra Carmen Jiménez debió aprender de ella el concepto de «leer por su cuenta».

Vega me cuenta que tiene la teoría de que su pasión por María Callas y Madame Butterfly es en parte por su madre, pero ella apunta que tenemos que tener en cuenta «que los tiempos eran distintos y la “cultura” que tenemos ahora no es la que había entonces. Pese a eso, yo he ido a ver a Raphael con mi madre, cuando él podría tener 18 años. Cuando había alguna obra de teatro o música solía ir con mi madre. Y aunque ahora no esté bien visto, a mí me gustan los toros y yo he ido a ver corridas de toros con mis padres».

Lo mismo le ocurre a Lydia, la madre de Alba Sánchez, cuyo entorno familiar siempre estuvo unido por, precisamente, la cultura: «Mi madre además de periodista tenía mucha relación con el mundo del cine, y mi padre, es un amante de la música y toca cualquier instrumento que se ponga por delante, con una afición muy curiosa, construir réplicas de órganos portátiles que diseñó Leonardo Da Vinci».

Si pudiera volver a una canción, Marisol lo haría tarareando «Mediterráneo» de Serrat, a ser posible en la playa, donde al tumbarse tiene esa debilidad. De otro catalán recuerda Generosa un concierto. Era el final del franquismo y las notas de Lluis Llach la marcarían, puesto que «sonaban a libertad». Por eso, aunque sea gallega de nacimiento y haya vivido en Barcelona, sin saber ninguno de los dos idiomas, es capaz de comprendernos a la perfección.

Ellas dos, aficionadas, pero Lydia materializa su pasión por el canto en un coro profesional: «Es como una terapia que le recomiendo a todo el mundo. Aunque no he estudiado música de forma profesional, he acabado perdiendo la vergüenza que antes me daba no saber leer una partitura».

Generosa aún recuerda cómo entro la primera radio a su casa. Fue tras un viaje a Andorra, donde pudieron comprarla. Para ella, «era increíble poder imaginarte las historias que contaban con la voz y sonidos».

La primera música que se escuchaba en esas radios, la clásica, que para Lydia está quizá un poco menospreciada por el gran público: «No se estudia como se debería y aburre a la gente. Creo que se debería focalizar de otra forma la enseñanza de música clásica. La educación fomenta cada vez más el absentismo y la música es la gran perjudicada, los políticos no entienden lo importante que es para el desarrollo cognitivo y para combatir la ignorancia».

En cuanto al cine, una madre estrella siempre ayuda, por eso Lydia no se perdía las películas donde aparecía su madre actuando. En el caso de Generosa, su primer recuerdo relacionado con el séptimo arte tiene que ver con «Jesucristo superstar«, no tanto por la película sino por el momento. Eran los 70 y fue la primera vez que podía ir al cine con amigas, lo que también significaba un acto de libertad y contacto con la vida adulta. Por aquel entonces apenas entraba en la adolescencia, pero todavía recuerda el musical y el cine, que ya no existe, con cierto cariño.

Aunque las entrevistadas sean diferentes, no se nos olvida la profesionalidad periodística, y compartimos con ellas nuestra clásica pregunta ¿Más de Cultura y menos de qué?

Marisol lo tiene claro: «Más de Cultura y menos de agresividad y violencia», Carmen prefiere «menos prisas, que la vida son cuatro días y los pasamos rabiando». En el caso de Generosa, la deformación profesional: «Más de cultura y menos descuidar la educación, relegar el estudio de las artes a un segundo plano o poner un precio a todo» y no se levanten porque se viene arriba: «menos considerar que una expresión artística es buena por el color del billete que se pone delante de su valor artístico o del esfuerzo de haberse realizado».

 

Carmen, Generosa, Lydia y Marisol son de generaciones, regiones y mundos diferentes, pero el lector avispado se habrá dado cuenta de que si hemos conseguido que las opiniones coincidan en un par de páginas gracias a la cultura, ¿Hasta dónde llegaríamos si nuestros representantes le dedicasen un tiempo a hablar de ella? Nuestro tributo, no olvidarnos de la cultura que tanto les costó dejarnos como impronta.