Desde que salió a la luz el fraude de Carmen Mola, medios, influencers y youtubers, se han hecho eco (entre ellos) de todas aquellas escritoras que tuvieron que vivir bajo un seudónimo masculino para poder triunfar. Muchos y muchas mencionaron, por ejemplo, a las hermanas Brontë o a Mary Shelley, pero pocos se detuvieron a hablar sobre qué escribían.
Aquí, más allá de sus sobrenombres y del momento tendencia, nos vamos a detener en aquellas mujeres que se especializaron en novela gótica pre y durante la época victoriana.
Cuando Mary Shelley escribió su famoso Frankenstein
Quizá la primera que nos viene a la cabeza sin conocer el género en profundidad es Mary Shelley y su famoso Frankenstein (1818). Esta autora, aprendió a leer sobre la tumba de su madre, la mismísima Mary Wollstonecraft, en el cementerio de Saint Pancras a finales del siglo XVIII. Los experimentos en los inicios de la electricidad sumados a la superstición de la época (y la obra de Clara Reeve), fueron el caldo de cultivo para que a Shelley se le ocurriera la historia de Frankenstein. Esta criatura monstruosa que inauguró el género de la ciencia ficción, ha sido retratada en numerosas ocasiones tanto en cine como en teatro, y hoy en día sigue protagonizando disfraces de Halloween.
Sobre Jane Austen y la fantasmagoría
Quizá el nombre de Jane Austen desprenda más romanticismo que fantasmagoría y ruidos nocturnos, pero lo cierto es que esta escritora también abordó la novela gótica en La Abadía de Northanger (1817). Tratada como una sátira, más que una profunda obra de culto, esta obra transcurre en una localización tenebrosa donde la alta sociedad de Bath esconde sus secretos más profundos. El ingrediente rosa está asegurado, eso no podía faltar.
Ann Radcliffe, reina
Esta parodia que escribe Jane Austen está basada en uno de sus referentes y fundadora del género gótico, la escritora Ann Radcliffe y sus Misterios de Udolfo (1794). Radcliffe, conocida por ser muy meticulosa a la hora de describir los paisajes y localizaciones de sus novelas, también influyó en coetáneas como Mary Wollstonecraft (si, la madre de Mary Shelley).
Eliza Parsons recordada por la polémica
Jane Austen menciona en su Abadía de Northanger a otra escritora de literatura gótica originaria, Eliza Parsons y El castillo de Wolfenbach (1793). Repudiada por los críticos, Parsons reflejaba en sus obras el desasosiego que le provocaba su falta de talento. Pero más allá de las opiniones de estos señoros, esta novelista trató temas tan cruciales como la polémica de los matrimonios concertados, el respeto a la clase media y la figura de la heroína.
Los fantasmas de Margaret Oliphant
Recordada por haber escrito la primera biografía de su amiga Charlotte Brontë, Elisabeth Gaskell escribió relatos sobre fantasmas con un estilo muy realista y sin tanta floritura. Aunque si hablamos de historias sobre espíritus la que se lleva el premio es Margaret Oliphant. En su novela más famosa, La puerta abierta (1882), habla desde la voz del propio espectro como protagonista, despojado de ese halo terrorífico a la victoriana y cuyas apariciones se producen en lugares cotidianos. De Oliphant se inspiraron grandes autores como su contemporáneo Oscar Wilde.
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