Oscar Wilde fue ese dandi insolente lleno de decadencia y glamour que todos conocemos, pero también se ha convertido en un referente para el activismo LGTB en Occidente. 120 años después de su muerte, Nacho Esteban ha publicado junto a la editorial Egales una biografía ilustrada de esas que, una vez leídas, dan vida y belleza a una librería. En Más de cultura no nos hemos podido resistir y hemos charlado con Nacho para conocer un poco más sobre la vida detrás del personaje de Wilde.

La primera pregunta es obligada, ¿por qué escribir sobre sir Oscar Wilde?

El título de sir se lo he reconocido yo, porque no vivió lo suficiente para poder recibirlo y seguramente tampoco se lo habrían dado. Creo que la historia de Wilde es importante, primero, porque es un personaje de fama mundial que fue condenado por sus relaciones con otros hombres. Supone un referente tanto para las personas LGTB como para el activismo que no reivindicamos lo suficiente. Los juicios que sufrió fueron injustos y escandalosos y también lo era la ley británica en aquel entonces. Wilde contribuyó en gran medida a nuestra comprensión actual de las relaciones entre varones y su condena fue un hito de la homofobia de Estado en Occidente.

¿Es necesario tener una sensibilidad especial para apreciar el libro en profundidad y lograr empatizar con el personaje de Wilde?

Creo que es muy fácil empatizar con lo que le pasó a Wilde. Le condenaron por algo que ya no es delito en Occidente, un delito sin víctimas, en un proceso amañado y basándose en una ley injusta. Y su vida después de prisión es bastante triste: solo, enfermo y alcoholizado, aunque feliz tras haber pasado dos años en prisión. Empatizar con el propio Oscar Wilde puede resultar más complicado: a todos nos gusta el dandi insolente, pero hay que saber ver a la persona detrás del personaje.

¿Qué fragmento destacarías de la vida de Wilde? ¿La leyenda, el realismo o el glamour?

Son la misma cosa. En la vida de Wilde se mezcla todo eso: lo que realmente le sucedía, lo que contaban de él, lo que contaba él mismo… Cuesta mucho separar lo real de lo ficticio y tampoco estoy seguro de que sirva de algo: toda historia tiene su parte de ficción y el propio Wilde defendía el valor de la mentira frente a la banal realidad.

¿Cuál ha sido el episodio vital que más te ha costado plasmar a nivel de estudio e investigación?

Los juicios, sin duda. Son la parte de su vida mejor documentada, a pesar de que los registros oficiales se hayan extraviado, pero fue un proceso complejo, con tres juicios a lo largo de varios meses. Lleva su tiempo comprender cómo sucedió todo, los mecanismos e implicaciones judiciales, y luego explicarlo de forma sencilla y amena. Y es aún más complicado plasmar resumidamente y por escrito lo demenciales que llegaron a ser algunas de las intervenciones y el ingenio que desplegó Wilde para complacer a su público.

¿Por qué los juicios contra Wilde suponen ese punto de inflexión tan relevante para la historia LGTB occidental?

Oscar Wilde coincidió con unas coordenadas claves: Europa occidental a finales del siglo XIX. Todo nuestro entendimiento de la sexualidad y en concreto de las relaciones entre personas del mismo sexo proviene de esas mismas coordenadas y Wilde fue determinante en ese estereotipo del dandi afeminado y decadente. Por eso su condena es tan brutal simbólicamente: Reino Unido no condenaba a un criminal, sino que mandaba un mensaje reaccionario a los ciudadanos LGTB. Fue un claro chivo expiatorio y así se entendió en aquel entonces: en Europa no tenían cabida los «pervertidos».

¿Hacen falta más personajes como Wilde en la actualidad?

No puede haber más de un Oscar Wilde; no solo porque fue más grande que la vida, sino porque no lo aguantaríamos. Pero sí hacen falta más personas comprometidas, visibles y sin miedo que luchen por mejorar las cosas y puedan ser un referente más adelante.

¿Se hace necesario estudiar a más figuras LGTB, como Wilde, en los colegios? O al menos, ¿deberíamos sacar del armario a muchas que ya aparecen en los libros?

Ese es el problema: ya estudiamos a Oscar Wilde en el instituto y generalmente se nos oculta el episodio de su condena. Estudiamos a decenas de personajes históricos que en la actualidad consideraríamos LGTB: Luis XIII, Goya, Cervantes, Tchaikovsky, Keynes, Wittgenstein, Turing… (La invisibilidad de las mujeres es otro tema pendiente). Nunca se considera relevante su orientación sexual y, sin embargo, nos aprendemos las esposas de Enrique VIII, los complicados amoríos de Neruda… La homosexualidad de Lorca es prácticamente un pie de página y además parece funcionar como una cuota para no mencionar la de todos los demás; casi todo el grupo del 27 eran hombres homosexuales, por ejemplo.

¿Cómo fue el proceso creativo a la hora de trabajar con Carlos Valdivia? ¿Cuál fue vuestro punto de partida a la hora de crear esta estética tan florida y rococó?

El trabajo con Carlos ha sido pura simbiosis. Es verdad que partimos del texto y que ambos hemos tenido toda la libertad, pero el texto ha influido claramente en las ilustraciones y también ha habido una influencia en sentido contrario. Algunas de las ilustraciones e ideas las tuve claras desde el principio, como la imagen del matrimonio Wilde con sus dos hijos, que o bien no existió o bien no se ha conservado, o la omnipresencia del color verde. Y Carlos también buscaba una estética próxima al cómic y muy excesiva, como lo fueron la vida de Wilde y la época victoriana.

Una última pregunta que realizamos a todos nuestros entrevistados, ¿más de cultura y menos de qué?

Más de cultura y menos de LGTBfobia.