Eso que vulgarmente llamamos “música de gasolinera” ha traspasado los escenarios de verbenas de pueblo y casetes de bugas marroneros para afianzarse dentro de la escena musical más cosmopolita. Es decir, que como entre los modernos de Madrid y Barcelona se ha puesto de moda la estética quinqui, la reivindicación de su música pues también. Vamos, el pack completo. Adiós al trap y larga vida al quinqui. Mari Trini, Los Chichos, Las Grecas o Camela se han convertido en referentes para este Gypsy Power que acompañó a uno de los géneros cinematográficos más característicos de nuestra historia.

Pero no nos quedemos en la medallita de oro de C Tangana o en las uñas de gel de Rosalía. Existe un mundo de artistas en el panorama independiente que van acercándose al mainstream a golpe de flamenquito, sintetizadores, patillas largas y pantalones de pana. Quizá el primero que nos viene a la cabeza y que más ha venerado la tecno-rumba de Camela es Ladilla Rusa. Su homenaje a Macaulay Culkin les convirtió en virales, pero su temazo KITT y los coches del pasado consiguió que sus fans hablaran de El Junco, se rociaran con Brummel y pusieran ambientador de pino en su piso de Malasaña o Gràcia.

Otro nombre que viene pisando fuerte es el conocido como El Coleta. Ramsés Gallego y su rap neokinki se ha afianzado dentro de este género como una de las voces más rompedoras. Utiliza bases que sacan a relucir a sus verdaderos referentes y su rostro apareció en 2019 en la película Quinqui Stars de Juan Vicente Córdoba. Junto con el rapero Jarfaiter, fusionaron los barrios de Tetuán y Moratalaz para reivindicar en Navajeros a las figuras clave del cine quinqui con un temazo del grupo Rumba Tres como base.

La música urbana menos macarra y más psicodélica, pero con ese toque quinqui que buscamos, también la reivindica el grupo Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, que en 2021 compuso la banda sonora de otro homenaje al cine quinqui, aunque con un presupuesto bastante desorbitado para lo que ha sido siempre el género: Las leyes de la frontera de Daniel Monzón.

La Plazuela o Califato ¾, más que el quinqui, fusionan el costumbrismo andaluz con la electrónica. Y aunque por su estética podamos ver similitudes, no deja de ser un homenaje a las greñas y a la moda hortera ochentera que se vivió en toda España y que llevaron referentes como Triana o Camarón.

 

*Fotografía de portada: El Coleta, Selector Marx (@selectormarx)