Ahora está de moda ser vegano, comer pan sin gluten, y no tener redes sociales. Pues que queréis que os diga, a mí me encanta merendarme una chapata de jamón serrano, mientras buceo en Facebook con la esperanza de que algo que me sorprenda. Y un día descubrí a Iván Reguera.
Reguera es periodista, crítico de cine, guionista y escritor, y no necesariamente en ese orden. Actualmente escribe en el digital Cuarto Poder, donde habla sobre todo de cine, y es colaborador habitual de la revista Cinemanía. Sus críticas son inteligentes, honestas, respiran cinefilia, y es precisamente ese amor al cine el que a veces le lleva a ser un poquito ¿cruel?, especialmente con el cine patrio. Porque hacer cine en España es un privilegio que algunos desperdician, no siempre por falta de talento, y simplemente Reguera no lo soporta. Yo tampoco.
Es responsable de libros como “2001. Un largo camino hacia las estrellas”, “Apocalypse Now. Odisea en los territorios del horror”, “Carlos Pumares, un grito en la noche”, “Antiguía del Cine”, y “The End”. Mención especial merece el maravilloso homenaje que le hace al gran Pumares.
Dio el salto a la ficción con la novela “Liquidación”, con la cual ganó el X Premio Café Món, y con la que también fue candidata al Premio Euskadi a la mejor novela. Un repaso al mundo del cine, y a su más que progresiva deshumanización, que deberían leer obligatoriamente todos los que quieran dedicarse al séptimo arte. Igual se lo piensan.
Acaba de publicar su segunda novela, “La Cabalgata”, una historia de iniciación, y al mismo tiempo una crítica brutal a los nacionalismos. Ambientada en los años más duros de la Euskadi nacionalista, la novela cuenta la historia de Juan, un adolescente de clase humilde, con talento para el dibujo, que conoce a Gonzalo, un niño bien con el que comparte el amor al arte, la música y la literatura. Al mismo tiempo, Juan descubrirá lo que es pertenecer a una pandilla, un mundo lleno de motos, sexo y lealtades inquebrantables. Y como telón de fondo, un encargo de su colegio claretiano: diseñar la cabalgata de las fiestas de fin de curso.
En Madrid hace un calor infernal, así que nos hemos tomado un par de cañas para hablar de la novela. Al final, como siempre, hemos acabado hablando de todo lo demás. De lo que importa y de lo que no, porque con Reguera no cabe otra cosa. Qué maravilla.
Me ha sorprendido el libro, Reguera…, no parece una segunda novela, más bien parece la primera. Habría apostado mi riñón derecho a que la escribiste antes que “Liquidación”.
Sí, es verdad. Y lo cierto es que está pensada antes que “Liquidación”. Porque “La Cabalgata” es en realidad una novela de venganza, una forma de dejar atrás eso que te reconcome por dentro desde tu infancia. En mi caso, tenía la necesidad de hablar del colegio claretiano y nacionalista donde estudié, de sus técnicas manipuladoras, de sus ideologías, de sus chivos expiatorios. Pero resulta que por el camino apareció “Liquidación”, que también es otra venganza, esta vez contra el mundo del periodismo, del cine, mundo del que yo vengo y en el que me he educado. Así que es verdad, “La Cabalgata” es una primera novela. Una opera prima.
Has conseguido hacer lo que todos hemos soñado alguna vez: vengarnos de esa gente que nos lo hizo pasar muy mal, en la infancia o en la adolescencia, da igual…, algo por lo que todos hemos pasado.
O no…, hay gente que me cuenta que su infancia y adolescencia ha sido estupenda. En todo caso, aclarar que yo no soy el protagonista de la novela. Juan es un chico pelirrojo, delgado, con un padre alcohólico que yo no tuve…, en realidad mi infancia ha sido muy feliz, con mis clips de Famobil, mi familia…,aunque nos daban mucho el coñazo con lo del nacionalismo.
Afortunadamente la novela no trata sólo del coñazo que te han dado con el nacionalismo.
Pues no. En realidad lo que siempre me ha preocupado es la manera en que se utiliza a los más débiles por culpa de una ideología. Pero esto no sólo ha ocurrido en Euskadi, se repite continuamente a lo largo de la historia: las escuelas franquistas, los americanos, ahora Cataluña…es que da igual, la utilización del más débil para tu mierda política está en el manual de cualquier nacionalismo. No puedo soportarlo. Porque al final utilizar a la masa por cuestiones identitarias no tiene más objetivo que lograr el poder. En la novela hablo del PNV y de los grandes banqueros, vamos, de dinero, de poder que significa dinero. Estos señores que se ponen en plan progre y luego vuelven a su mansión con la criada filipina…, eso no sale en la tele. Muy patriotas, pero no deja de ser la derecha más rancia, en este caso, la de Euskadi.
Tu novela es valiente y sorprendentemente actual. Hablas de una época dura en Euskadi, los llamados “años de plomo” durante los 80, cuando la droga hacia estragos entre la juventud de toda España, sobre todo entre la clase trabajadora. Parece que estamos volviendo a esa época de la que tu hablas en el libro, tan sutilmente, que no nos estamos dando cuenta.
Efectivamente, parece que la historia se repite: la heroína vuelve a ser noticia, Cataluña… Afortunadamente todavía no vemos yonkis en la calle, en las plazas o en los bancos de los parque, ahora están en los narco pisos. Pero vamos, la derecha sigue existiendo, y sigue existiendo esta guerra nacionalista absurda, y no solo hablo de Cataluña, sino de ese nacionalismo español, mal entendido, que tanto daño hace. La verdad es que cuando escribía la novela no pensaba en Cataluña, me iba al flashback, usaba la memoria. Pero cuando lees los periódicos, y ves a gente usando a niños en manifestaciones…, sí, parece que volvemos al pasado.
Pero al mismo tiempo, recientemente España ha cambiado en 48 horas. Parecen buenas noticias.
Parecen. Lo que no se cuenta es que ha sido la derecha, el PNV, quien se ha cargado a la derecha, el PP, pero no olvidemos que es la derecha. Aunque bueno, el PNV ahora gobierna en Euskadi gracias al PSOE…en fin es política, es Maquiavelo, es traición. El PNV tiene fama de traidor, aunque eso nunca lo contaran en las escuelas. No se cuenta, por ejemplo, que el PNV traicionó a la república española en Santoña. Lo primero que tienes que hacer para manipular a la gente es maquillar la historia, si tienes los medios de comunicación y las escuelas, lo tienes todo. Cuando el español medio se pregunta cómo ha llegado Cataluña a esta situación, aquí tienes la respuesta: el nacionalismo catalán hace años que tiene los medios, las escuelas…tiene la historia.
Reguera, cambiemos de tercio, que nos vendrá bien. Porque en la novela haces algo muy interesante, que es hablar de la perdida de la inocencia, pero no a través del sexo o el primer amor, como pasa en la mayoría de los libros y películas sobre la adolescencia, sino a través de la traición de un amigo. Los que damos importancia a la amistad, igual o incluso por encima de otros amores, nos sentimos muy identificados con el protagonista.
Suena cursi, pero todo el mundo tiene un tema. Hermann Hesse tenía su tema, John Ford tenía su tema, y mi tema ahora mismo es la amistad. Mis dos novelas van sobre la amistad. Es mi obsesión. A Juan le pasa con Gonzalo, encuentra a un amigo con quien compartir cosas que nunca había podido compartir con nadie. Y hablo de esa primera vez que perteneces a una cuadrilla. Me encantan las pelis de pandillas, como “Rumble fish” de Coppola, “Cuenta conmigo” de Reiner…pelis sobre la amistad. La noche que Juan vuelve borracho a casa, vuelve hecho polvo pero feliz…ya tiene pandilla.
Qué importante es sentir que no estás solo por diferente que seas. Aceptación, otro tema que trata la novela de maneras distintas.
Los que éramos unos frikis durante la adolescencia, por obsesionados con el cine, con la literatura o lo que fuera, nos resultaba difícil socializar. Queríamos que nos aceptaran, sobre todo los chavales de las motos, las chicas…, porque eso era lo guay. Tus inquietudes intelectuales chocaban frontalmente con ese macarra adolecente que molaba. Tú estabas en medio, pero querías pertenecer a esos dos mundos. Menos mal que todo eso con los años se pierde. Yo tardé, pero al final tuve mi pandilla.
Pero no sólo hablas de la amistad, de la traición, de la pertenencia a un grupo, sino de cómo todo eso está influenciado por la lucha de clases, muy presente en aquella época, y seguramente todavía en ésta.
Efectivamente. Porque normalmente, en contra de lo que cabría esperar, si alguien acaba traicionándote, no es el grupo de colegas del barrio, no es el mundo obrero, sino el intelectual. El obrero será muy bruto pero es mucho más noble, no de casta, o de sangre, pero sí de calle…siempre ha sido así.
El protagonista pertenece a ese mundo proletario pero al mismo tiempo es pintor, ama la música, el cine…forman parte de su mundo. A pesar de esa lucha de clases, lo que une a Juan y Gonzalo es todo eso. ¿El arte realmente une?
Absolutamente, el poder hablar con alguien de la última peli que has visto, la última novela que has leído…eso es la sangre de mi vida. Yo no podría no tener arte, siempre hablamos de arte con los amigos durante las cañas, y de política, y de lo que haga falta…, y cuidado, sin pedantería, nunca he soportado la pedantería. Eso de ir a tertulias literarias enseñando el carnet de intelectual, no puedo soportarlo, gente que solo sabe hablar de libros o pelis. Qué pereza.
Precisamente lo que más me ha gustado del personaje de Gonzalo, es que es un chico de alta cuna, un intelectual de manual, que se cree más libre que nadie: no se corta, no se censura, ni siquiera sexualmente, pero al final…. Me recuerda a mucha gente.
Porque los Gonzalos de este mundo no se atreven a decir no a la casta, son unos cobardes. Porque esto de las castas, que puso tan de moda Pablo Iglesias antes de que se comprara la piscina, sigue existiendo. Al final todos quieren pertenecer a la casta.
Menos tu protagonista. El puede intentar vivir una vida más parecida a la de Gonzalo, sus abuelos viven bien, pero se mantiene al lado de su madre, a pesar de su violento padre.
Juan tiene miedo al daño físico, a ese padre desastroso, pero respeta de donde viene. El personaje del padre está basado en alguien que conozco, el padre de un amigo, un borracho, siempre de bares hasta las tantas…, mi amigo tenía que ir a buscarle y llevarle a casa, como pasa en la novela…pero Juan sabe que el padre no quiere que su hijo sea como él, le teme pero le respeta por eso.
Todos conocemos a familias así, pero que a pesar de todo siguen unidas. En tu novela no parece que estas circunstancias sean un problema, Juan tiene momentos de verdadera felicidad, no parece un chico traumatizado. Me gusta, creo que refleja bastante tu personalidad: NO DRAMA, please.
(Carcajada) No quería contar un drama sobre malos tratos o violencia, porque estaría inventando demasiado. Yo no he vivido algo así, y creo que un novelista debe ser honesto con las emociones que describe. Si lees “La senda del perdedor” de Bukowski lo entiendes. Es una novela magistral sobre su padre, donde cuenta cómo le llevaba al baño, le sacaba la correa…eso lo ha vivido en primera persona, tú no te puedes inventar algo así. Hay alguna escena violenta en la novela, claro, pero esta novela es otra cosa, no va sobre eso.
Y cuando crees que tienes claro lo que estás leyendo, llega el final…¡no me lo esperaba!, porque rompe el tono de la novela de manera muy bestia, y para mi la eleva a niveles estratosféricos. Es, por supuesto, un final muy cinematográfico.
Yo siempre estoy haciendo películas, y aunque mis libros intenten estar llenos de literatura (eso espero), nunca dejarán de ser películas. Es inevitable, jamás escribiré un libro que yo no esté convencido de que pueda ser una película con un arranque y final espectaculares. La tablas de la ley para mi son eso: un principio y un final emocionantes…luego igual no lo consigues pero hay que intentarlo.
Reguera, dime que todo eso ha pasado de verdad, dame una alegría.
(Carcajada) El final está inspirado en algo que pasó en mi colegio, exagerado a lo Sam Peckinpah, y con intención de provocar, claro, pero no al lector…sino a los claretianos. Alguno, si lee mi novela, se va de cabeza al confesionario. El final es todo lo contrario a las banderitas, a las patrias…en fin…no hagamos spoilers.
El sexo es pecado, como los spoilers.
Bueno, somos todos muy modernos, vemos porno, vamos de liberales…pero a la hora de la verdad el sexo es pecado. Y si hablamos de adolescentes es peor, y todo es consecuencia de una época, de la religión, del puritanismo político…cuesta quitarnos todo eso de encima.
Seguro que tienes ya otra novela en marcha.
Sí, otra vez toco el tema de la amistad, y otra vez un grupete. Si “Liquidación” eran señores de 60, y en “La Cabalgata” chicos de 17, en la próxima nos vamos a cuarentones que se dedican a la venta inmobiliaria de mansiones. Una novela con mucha droga, mucho sexo, donde contaré cómo vive la generación del «no-futuro». Se titula “Meta”, doble juego entre metanfetamina, y la meta que se supone que todos tenemos que tener en la vida.
Cuéntanos un poco cómo es tu proceso creativo.
Empieza con una intuición, por lo humano, algo, alguien, que me llama la atención y se convierte en un personaje, dos…, con una personalidad muy marcada…y a partir de ahí tengo un álbum de fotos, en donde voy guardando mis notas. A veces veo una peli, leo un libro…, y un fragmento me da una idea para mis propios proyectos, lo apunto y al álbum. Pienso “esto una novela, este personaje es una novela”. Ya tengo 17 novelas metidas en mi álbum de fotos. Algunas tienen dos notas, otras 30, pero la que tiene 50 normalmente se convertirá en una novela.
Hablemos de la industria literaria. ¿Es importante escribir bien para triunfar? (pregunta seria).
No, importan muchas otras cosas que no tienen nada que ver con la literatura. Hay que vender muchos libros, y para eso ya no hace falta escribir bien, hace falta venderse bien, o encontrar ese nicho que hace que todas las editoriales se maten por ti. Pero normalmente no hay “chicha literaria”, es otra cosa.
Como siempre, el dinero manda.
Si Belén Esteban vende más libros que nadie es porque alguien se los publica. Ahí está el problema. Si las editoriales publicaran sólo verdadera literatura y la publicitaran a lo bestia, como a la Esteban, la gente acabaría leyendo y demandando literatura.
Los premios literarios de las grandes editoriales no ayudan a cambiar esto.
David Torres los llama “los premios apesebrados o forraje literario”, un libro porque tenga palabras no es literatura, pero esta parece ya una batalla perdida. Ahora lo que importa es lo que diga el de marketing, que es el que decide quién gana.
Vas a tener que convertirte en influencer para ganar uno.
Estoy en ello, sígueme en Facebook (risas).
Lo confieso. Tanta caña y tanta conversación sobre su libro era una estrategia (de marketing, claro) para lograr un objetivo: que Reguera trabajara en MDC. Y lo he conseguido. Iván lleva ya varias semanas colaborando con muy buenos artículos llenos de cinefilia pura, y en breve pondremos en marcha su nueva columna “Reguerías” donde esperamos que nos siga sorprendiendo, y por supuesto, escandalizando.
Bienvenido Reguera.
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