Hay una canción de Nach, titulada «En este mismo instante, en la ciudad» que habla de todas las cosas que pueden ocurrir en un mismo instante en un sitio tan caótico como bello. Las grandes urbes donde pasa de todo pero, al fin y al cabo, es lo de siempre. Por cierto que hoy es el Día Mundial de las Ciudades.
Uno de los versos, que también son poema, de la canción, se refiere a esos desconocidos que cruzan la mirada y que habrían sido el uno para el otro si se hubieran atrevido a hablarse en ese momento. Y me recuerda a cuando llegué a Madrid, que me sentía como la «[amazon_textlink asin=’8478444068′ text=’Caperucita en Manhattan‘ template=’ProductLink’ store=’masdecultura-21′ marketplace=’ES’ link_id=’3f40ff69-da16-11e8-b951-e37858c5cbed’]» de Carmen Martín Gaite, que sabe que tiene que ir a casa de la abuela (en mi caso era la universidad) pero que en el trayecto no conoce a nadie. Que quiere estar sola pero a la misma vez se siente sola, y eso tampoco le gusta.
Ignacio José Fornés Olmo (Nach) es de Albacete pero se crió en Alicante. Nació el primer día del mes de octubre, y Miguel Hernández, que también era poeta y habría rapeado si la época se lo hubiera permitido, murió casi el último, un 30 de octubre. También nació en «casi» Alicante. Puesto que era de Orihuela, que es ciudad pero «más de pueblo». De pueblo, dedicándose literalmente al pastoreo es como empezó uno de los escritores más relevantes de nuestra historia. Esas experiencias le sirvieron para ese menester.
Algo muy de ciudad y muy poco de pueblo es el metro, esa Caperucita se dio cuenta de que «la gente que viaja en el metro lleva siempre los ojos puestos en el vacío, como si fueran pájaros disecados». Precisamente una de las leyendas sobre el poeta Miguel Hernández dice que cuando murió resultaba imposible cerrarle los ojos.
Por eso la literatura siempre ha tenido mucho que aportar sobre lo que sucede en lugares en los que, a priori, lo pasa nada. A Madrid, a la ciudad, también llegó en su día Miguel Hernández, para hacerse amigo de los grandes nombres de la generación del 27, muy diferente pero con destino parecido a la del club del 27.
Cuando yo llegué a la ciudad, no era para escribir, ni para descubrir. Pero descubrí y escribí porque desde luego hay escenarios que se prestan para ello. Así define la ONU a las ciudades para elegir este día, como «hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia, productividad y desarrollo social» y la literatura es eso.
Probablemente habrá algún ávido lector que se esté preguntando: «¿De qué narices va este artículo?». Pues bien, de nada y de todo. ¿No es maravilloso hablar de todo y de nada?. Como en la cultura, en la ciudad, que hay de todo, pero a la misma vez no hay nada. Lástima que los pueblos no estén invitados hoy a la fiesta.
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