Quizá por mi querencia por el género periodístico, siempre me han apasionado las historias que me muestran una realidad desconocida. Un paisaje ajeno, cuanto más mejor, a mi día a día y unos perfiles humanos que siga ampliando en mi cabeza la vasta singularidad de las personas. Si hay un continente que me llame la atención por encima de los demás y que contenga todo esa sugerente diferencia es África.
De esto también tiene la culpa el libro de Ryszard Kapuscinski que leí en mi adolescencia, Ébano. A partir de ese momento tomé conciencia de muchas cuestiones, entre otras de la simpleza que nos empobrece. Cuando leí Ébano supe que si había un paraíso en este planeta, se encontraba en África.
Pequeño país es la ópera prima de Gaël Faye. Burundés de madre ruandesa y padre francés nos sumerge en sus bellos recuerdos infantiles en Buyumbura, antes de emigrar a Francia con motivo de la guerra civil en Burundi y el genocidio tutsi en Ruanda.
Contado desde la mirada limpia de un niño, la historia trasciende lo histórico para adentrarnos en el día a día africano, donde una excursión infantil consiste en ir a conocer el lago más largo del mundo: el Tanganica – 600 km. Y donde lo habitual es encontrarte con hipopótamos, colibríes, babuinos y turacos verdes.
La casa familiar de Gaël Faye en Burundi estaba atendida por personal de servicio y rodeada de vecinos donde los niños compartían juegos y marchaban juntos a clase. Una cotidianeidad conocida. Hay un fragmento precioso donde Gaël nos cuenta cómo recibían en el cole, cartas desde Europa , en un intercambio de información entre niños muy enriquecedor para conocer las realidades de un lado y otro del estrecho de Gibraltar. Gaël recibe la carta de una niña francesa donde cuenta lo que puedes contar cuando tienes 10 años: que te gusta bailar, lo que vas a ser de mayor y dónde vas a ir de vacaciones. Pero la niña añade un inquietante postdata: ¿Has recibido el arroz que enviamos?.
Gaël responde a la carta con su contenido de niño, aunque África le confiere al texto otro brillo: le cuenta lo que quiere ser de mayor -mecánico- pero argumenta «hay que reparar las cosas cuando dejan de funcionar» o le dice de qué color son sus ojos -marrones «así que veo a los otros en ese color, mi padre, mi madre, mi hermana…todos son café con leche». Finalmente Gaël también incorpora un desconcertado postdata para su nueva amiga de Orleans: «Voy a informarme sobre el arroz».
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