Hace unos años caminaba por un templo budista de Shanghái cuando me detuve a hacer una fotografía. Al mirar por el visor de la cámara vi que en mi encuadre aparecía un letrero con el logo de McDonald’s. Este suceso me hizo reflexionar. Cómo era posible que en un país aparentemente tan contrario a nivel económico como es Estados Unidos, tuviera su logotipo capitalista más representativo repartido por China.
Desde entonces, viajo con la perspectiva de apoyar el comercio local y no consumir en ninguna multinacional, algo complicado si tu presupuesto es limitado. Este viaje del que os hablo ocurrió allá por el 2011. Hoy en día la globalización está en nuestros hogares, a través de los móviles y el ordenador. Compramos tonterías que no necesitamos en AliExpress, la ropa en Shein, los regalos en Amazon y los muebles en Ikea.
Se ha visto que durante la cuarentena esta situación se ha intensificado. En parte porque muchas Pymes han tenido que cerrar, algunas desgraciadamente para siempre. A las puertas de esta nueva normalidad viene bien parar un momento y hacer una reflexión antes de cruzar el rellano, ¿sigo manteniendo mi esencia? ¿Qué es lo que me identifica como comunidad?
Roland Robertson y la «Glocalización»
Roland Robertson, en su obra Globalization. Social Theory and Global Culture (1992) propuso estudiar la identidad personal y su relación con las influencias nacionales y globales. Es decir, qué hay en nosotros que nos diferencia de otras comunidades y qué elementos nos unen. Esta fusión entre lo global y lo local fue lo que Robertson denominó «Glocalización». Y ponía precisamente el ejemplo de McDonald’s. Cómo a pesar de ser una multinacional presente en todo el mundo, sus productos varían de un país a otro, por ejemplo en la India, donde no sirven carne de vacuno. También habla de las «historias locales» adaptadas a géneros musicales, como el hip-hop o el k-pop, que tienen similitudes globales pero mantienen su esencia local.
El fútbol podría ser el ejemplo más claro de glocalización: Los países y comunidades se identifican con un equipo y desarrollan una serie de tradiciones, como los himnos, en torno a ellos. El fútbol es el deporte global y los equipos serían los rasgos locales.
Aunque a muchos de nosotros nos cueste asimilarlo, es prácticamente imposible escapar a la globalización del consumo, pero podemos (y debemos) mantener un equilibrio justo con lo local, porque es lo que nos hace diferentes y especiales respecto al resto del mundo. Y con esto, aunque me gane el comentario del algún hater, no me refiero a pasear la bandera de España como si no hubiera un mañana. Si no a aportar de forma efectiva. La glocalización se consigue consumiendo en comercios locales, viviendo en comunidad vecinal (aunque sea en un hygge forzado), viendo cine español (del auténtico, no el que imita a Hollywood) y reivindicando la tradición (la de Rocío Jurado, no la de los toros).
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