Aida Salán es una joven artista que se desliza entre la arquitectura, la investigación, el diseño y la gestión cultural. Nos cuenta que, como gran parte de su generación, huye de etiquetas por el cambio constante en el que estamos sumidos. En un mundo globalizado y atiborrado de relaciones, sus prácticas se basan en las transferencias entre lo digital y lo material y trabaja con todo tipo de materias. Aida ha mezclado incluso arquitectura con pan. Hablamos con esta artista madrileña sobre arte, trabajo y creación y conocemos un poco mejor sus inquietudes y sus formas de producir.

Para quien no te conozca, ¿quién es Aida Salán?

Como la gran parte de la gente de mi generación, se me hace muy difícil definirme bajo una profesión o etiqueta, por el miedo de que mañana o que en unas horas puedan cambiar. Esta es la biografía que suelo mandar a exposiciones, convocatorias y artículos: Aida Salán Sierra es arquitecta, investigadora, diseñadora y gestora cultural que basa su práctica y sus intereses en aspectos como las transferencias entre lo digital y lo material.

¿Con qué rama del arte te identificas más?

Mi acercamiento al arte siempre ha sido a través de los objetos, pero claro, eso abre el abanico a cualquier rama. Desde la práctica de la arquitectura hasta el diseño gráfico, desde el pan al comisariado, todo mi trabajo tiene como objetivo cuestionar cómo la interacción de estos factores condiciona el objeto de estudio en un mundo global, genérico, digital, saturado. Al principio, y por las herramientas aprendidas en la carrera de arquitectura, me aproximé de manera más gráfica. Después de unos años me fui interesando por la textura que ofrecen los materiales, las capas superficiales, su apariencia. A día de hoy con lo que más podría identificarme sería la escultura, aunque siempre dentro de la investigación como práctica artística.

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Surge de una investigación, de la inspiración…?

Si, justo como decía antes, normalmente los proyectos que realizo nacen de una investigación previa, aunque a veces esa investigación la había dejado aparcada hace unos meses. Otras veces salen de conversaciones, por ejemplo, todos los proyectos de comisariado los he realizado en conjunto con Hyperstudio (Cristobal Baños y Diego Iglesias). Y a veces es de la propia experiencia de la convivencia y el propio hacer cosas que te llevan a otras, como ha pasado estos meses habiendo vivido con las artistas Amanda Bouzada y Adina ALV, con las que he realizado y estamos realizando proyectos juntas.

Escultora, arquitecta… ¿Es la arquitectura más logística y la escultura más estética?

No, creo que la estética aborda y acoge absolutamente todo. Entiendo la disciplina arquitectónica como una práctica fundamentalmente estética que se transforma en sus métodos para hibridarse con otras, y que se formaliza en canales muy distintos. Algunas de estas ideas escogen su forma entre el edificio, el mobiliario, el libro, el dibujo o el texto mientras miran con atención cuestiones como las transferencias superficiales entre lo digital y lo material, las condiciones de contacto directo entre lo arquitectónico y sus objetos ‘menores’ o la revisión crítica y, hasta cierto punto, necesariamente líricas de las herencias recibidas revisitándolas con perspectiva. Hay mucho de arquitectura en la escultura y hay necesariamente mucho de escultórico en la arquitectura. Al final son dos formas de expresión a través de la materia.

Aida Salán: «Siempre hay un contagio de información, nada puede partir 100% de una visión individualista»

¿Qué tiene que tener una pieza para que sea arte?

El arte o la obra de arte, tal y como toda creación, es el producto derivado de la percepción (memoria+imaginación) del artista. A diferencia de otras expresiones que nacen de esa percepción, el Arte tiene que ser avalado por un público o por el propio artista como ‘obra de arte’. Aquí entra el infinito problema sobre el experto, la persona que avala y distingue entre Arte y lo llamado, por ejemplo, artesanía. Afortunadamente ahora me rodeo de muchos artistas que admiro y me gusta cuando hacen esa distinción sobre su propia obra entre ‘Arte’ con mayúscula y otras piezas. Creo que cuando eso pasa el propio artista se convierte en el experto y hay algo en esa seguridad, hay algo sincero en establecer esa distinción en tu propia obra.

Cuando creas, ¿lo haces para alguien en concreto?

Pues la verdad es que siempre que he realizado proyectos normalmente tienen un fin, un final, como una exposición, o unas fotografías. Aunque últimamente estoy realizando proyectos por mi cuenta en los que quería invertir tiempo. Creo que tener ‘el encargo’ o ‘el concepto’ sobre el que trabajar da cierta seguridad a la hora de crear. Pero me esta emocionando mucho el estar empezando algunos proyectos propios que nacen de investigaciones que se han quedado atrás y a las que quería volver.

Un artista tiende a nutrirse de trabajos de otros, ¿es fundamental saber trabajar en equipo para poder crear o debe primar una visión más individual?

Creo que hay momentos, personas y proyectos. Por lo general me gusta mucho más trabajar en equipo, me siento más cómoda. Aunque esté realizando un proyecto más individual siempre intento pedir consejo a las personas de las que me rodeo. Desde 2013 trabajé en casi todos mis proyectos con la arquitecta Cris Argüelle, juntas formamos Blast y aunque ahora ella esté en Viena y yo en Madrid sigue siendo uno de mis grandes apoyos y referentes en todos mis proyectos. Entiendo el arte como una sucesión de referencias, interpretaciones y versiones de nuestra percepción, ahí cabe la obra de otro artista, un objeto que encuentres en Cobo Calleja, algo random de Youtube o una conversación con alguien que acabas de conocer en una fiesta. Al final siempre hay un contagio de información, nada puede partir de una visión 100% individualista.

En algunas de tus obras has experimentado con pan, ¿cómo surge esto? ¿Eres cocinillas?

Desde que era muy pequeña pasaba muchas horas con mi padre en la cocina, él me dejaba hacer de pinche muchas veces. Mi padre siempre probaba nuevas técnicas y los fines de semana siempre había alguna receta con la que se arriesgaba por primera vez, y creo que nace de esa convivencia mi interés por la investigación y apego por la comida.

Aunque justo en el caso del pan fue a través de la convivencia con Cris Argüelles, hace cuatro años nos apeteció hacer nuestro propio pan, y poco a poco además de comérnoslo (que no voy a mentir, a veces salía muy mal y otras no tanto), hubo un momento que nos decidimos a investigar el pan como textura. Primero mezclándolo con otros objetos como piedras, o intentando jugar con la forma. A día de hoy he de decir que todavía sigo experimentando, el pan o la masa, la mezcla entre harina y agua es una materia que me permite expresarme artísticamente.

Alguna recomendación… ¿un artista que debamos conocer?

Si, claro, toda mi práctica nace de un observar y aprender de otres. Hay unas cuantas artistas que trabajan con comida que realmente son las que me han inspirado y de donde aprendo cada día. Entre ellas, Lexie Smith, Laila Gohar, Ayako Kurokawa o Clara Diez.

Pero realmente son los artistas de los que me rodeo día a día de los que me siento realmente inspirada, gente como Hyperstudio, Amanda Bouzada, Adina ALV, Jorge Ariza, Eloy Cruz del Prado, Yosi Negrín, Luis Lecea, Pau Jiménez, Vera Martín, Emmanuel Álvarez, Andrea Muniáin, Ismael Santos

¿Última película, libro u obra que te haya transmitido/emocionado?

Durante la cuarentena aproveché para ver películas y leer libros que me recomendaban amigues. Vi las películas de Wong Kar-wai que me encantaron, tanto por la profundidad estética como por la manera en la que presenta las relaciones más personales. También de una recomendación me leí La pasión de G.H. de Clarice Lispector, que me lo tenía que leer poco a poco por la intensidad que transmitía.

No podemos acabar la entrevista sin preguntarte, ¿más de cultura y menos de qué?

Más de cultura y menos de precariedad, que es una palabra que resuena constantemente en los círculos en los que me muevo en Madrid. Me da mucha pena que en un ambiente tan próspero como en el que estamos ahora en el mundo del arte, tengamos que conformarnos con presupuestos bajísimos o que se espere que la visibilidad va a pagar nuestros alquileres. Sé que es un tema muy hablado, pero creo que hasta que no cambie, cualquier oportunidad es buena como para denunciar esta situación.