Por primera vez en Madrid, se presenta una retrospectiva sobre el pintor norteamericano Alex Katz, uno de los artistas precursores del arte pop. Nacido en Nueva York en 1927, Katz se ha caracterizado por sus retratos de vivos colores sobre fondos planos, con la soledad femenina como temática recurrente.

En esta exposición, comisariada por Guillermo Solana, se exponen una treintena de óleos en gran formato supervisados por el propio autor y su estudio, que han seguido el proyecto. Desde el 14 de junio hasta septiembre, el museo Thyssen-Bornemisza acogerá en su planta baja esta explosión de color creada por el pintor norteamericano.

Alex Katz, a diferencia de otros coetáneos como Hopper o Warhol, es un desconocido por muchos y muchas en nuestro país. Nacido en Brooklyn en 1927, se le ha enmarcado como pintor figurativo con un estilo no apto para todos los gustos. Su paleta de colores, sus líneas reduccionistas y el carácter repetitivo de sus obras, hacen de él un artista controvertido dentro de la crítica.

Sus detractores lo relegaron durante décadas a la superficialidad cuando en realidad lo que estaba mostrando al mundo era el poder del individuo como una unidad original. Tras ingresar en la escuela de arte de Manhattan, la Cooper Union, Katz decidió mantenerse al margen de los círculos de artistas y sus correspondientes corrientes. Quizás por eso su obra no ha recibido el mérito que merece. Demasiado pronto para considerarse arte-pop, demasiado figurativo para juntarse con Pollock y demasiado cinematográfico para considerarse arte. Además, como anécdota y para avivar la llama de la discordia, se dice que Warhol le había robado algunas de sus ideas antes de comenzar a trabajar las serigrafías.

Más allá de la opinión de algunos eruditos con el ojo crítico atrofiado, Katz ha expuesto sus obras en el MoMA, la Tate Gallery, el Metropolitan, en el Georges Pompidou o en el Guggenheim, entre otros.

Katz es uno de esos pintores de la década de los 50 que comenzó a buscar un estilo propio pintando de forma automática, para así sacar a relucir su propio subconsciente. Los personajes femeninos son su fetiche más concreto y en especial Ada, su mujer y «musa constante», de la que ha retratado su sonrisa en casi cuarenta ocasiones.

*Fotografía de portada: Alex Katz, Blue Umbrella 2, 1972. Colección privada, Nueva York. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.