Obra Sol y Luna, Gabriel Grun

Gabriel Grun (Buenos Aires, 1978) ya profesaba su interés por el arte desde niño, cuando se apuntaba a todos los concursos de pintura. Seguidor de los clásicos y de la técnica, confiesa que en sus pinturas sigue su instinto. Su obra revisita temas clásicos y ocultistas. Sus cuadros beben de la Escuela flamenca y juegan con el simbolismo y los detalles paisajistas. Hablamos con Gabriel Grun para conocer mejor su obra y al propio artista.

¿Recuerdas el momento en el que te empieza a llamar la atención la pintura como arte?

No con precisión, siempre había libros de arte en casa, mi madre era arquitecta e intentaba pasarme el gusto por todo lo que oliera a cultura, visitábamos muestras de lo que hubiera a mano. Tuve una conciencia de mi vocación como artista, prácticamente una otra mitad que crecía conmigo, compartiendo el espacio de mis juegos y el tiempo de mis proyectos, desde que tengo memoria. Era un pequeño pedante pero ya sabía que era un destino medio secreto que llevaba escondido. Salía a la luz cada vez que se hacía evidente que tenía mano para el dibujo. Toda la infancia me la pasé ganando concursos escolares de pintura. Eso extrañamente se acabó cuando de adulto me metí en el mundo del arte comercial contemporáneo. Recuerdo fuertemente un libro de Dalí, un cuadro mitológico grande, puede haber sido un Carracci, los grabados de tauromaquia de Picasso.. en cada caso me ensañaba con la tragedia de no poder realizar eso, atravesaba la frustración de no dominar las técnicas con frenesí. En retrospección, de niño era bastante soberbio, pensaba poderlo todo.

«Sin técnica no puedes decir nada de modo memorable»

Haces hincapié en la idea de que se puede hacer arte contemporáneo sin renegar el oficio de pintar. ¿Hay que ser purista con la técnica?

Sí claro, hoy parece que hay que excusarse por aprender el oficio. A veces te lo toleran como si fuera algo que uno hace por capricho, allá tú si quieres perder el tiempo en eso. La verdad es que no importa lo interesante que te creas, tú o tus ideas, sin técnica no puedes decir nada de modo memorable. La amenaza del academicismo estéril no es argumento excluyente ni válido para relativizar el aprendizaje de los medios de creación pictóricos. Al margen de todo esto yo no puedo creer en alguien que se diga artista y no tenga un afecto cálido y familiar con los creadores del pasado. ¿Cómo no desear saber, sentirse imbuido de su saber artístico, deleitarse con los secretos y fórmulas? Es algo que a un pintor no debería obligársele a hacer, debería ser su inclinación predecible y primera. Un zapatero debe pasar años de aprendizaje, un cocinero nunca deja de probar y refinarse, bueno, al artista lo mismo.

«El arte contemporáneo es casi el peor medio para alguien con amor por los clásicos»

¿Cómo entiendes tú el arte contemporáneo?

La respuesta fácil es que no lo entiendo. No pienso defenderlo ni acusar a nadie, hay muchas formas de ganarse la vida, lo que sí, los que la tienen más difícil hoy, que no habría más escuelas ni movimientos sino libertad total para elegir lenguajes, medios y mensajes, son precisamente los que eligen pintar bien. Lo dicho, el talento no se identifica con la mano, se tolera apenas como un accesorio fuera de moda, cursi y vergonzoso. Yo a veces pienso que los curadores y directores de galerías deberían escuchar un poco más al sentido común de la gente, de los espectadores de a pie. El arte contemporáneo es casi el peor medio para alguien con amor por los clásicos, la originalidad como valor absoluto y la innovación como presupuesto casi anulan la real capacidad expresiva. Sumado a eso las generaciones que están haciendo historia hoy tienen la cabeza muy llena de imágenes sin cuerpo, de medios, remezclas fragmentadas y fugaces que no dejan el tiempo necesario a la maceración lenta de lo, a mi entender, realmente valioso como potestad única del arte, generar imágenes tenaces y memorables, que muerdan el cerebro y no le den tregua.

¿A dónde quieres llegar cuándo pintas un cuadro?

Siguiendo la idea anterior, busco hacer aparecer, en el mundo, una imagen que yo percibo como necesaria. La pulsión es egoísta, caprichosa, terca, se ceba de sí misma y de su realización. Como si en la historia de las pinturas que nos han sido legadas hubiera huecos que llenar. Como punto de partida sirve cualquier excusa, un grumo de algo para hacer crecer todo el cuadro alrededor, es importante no esperar los grandes motivos, o las ideas demasiado inteligentes. Intento seguir el instinto, el primer tirón, de algo que valdría la pena ver. También hay que pensar en las limitaciones propias, a fin de cuentas si no se puede hacer bien, probablemente no valga la pena hacerla, y la obra existe y vale, principalmente, por cómo está realizarla. Pero todo eso en un segundo momento, al principio no tiene que haber límite ni miedo. Hay que ser apabullante.

El arte clásico está plagado de referencias a la Iglesia y a la mitología. Tu exposición en la Neomudejar mezcla esas referencias clásicas con elementos más actuales como la obra de Trump y Michael Jackson. ¿Consigues describir tu estilo?

Los temas que uno asocia al específico sistema visual de occidente surgen fatalmente cada vez que se evocan formas clásicas. Uno quiere girar un torso, la imagen se completa en la mano y la mente con un Cristo o un San Sebastián, la gramática de pies, cuellos y arrugas se cumple puntualmente según modelos tan digeridos que resultan invisibles al que los usa. Para el que lleva como lengua madre la cultura visual occidental, lo difícil es escapar de esas constricciones, lo que difiere parece error. Así un cuerpo femenino, Magdalena o Venus que sea, resulta satisfactorio al ojo amaestrado, al margen del contenido contemporáneo que se le pueda adherir, del mensaje al que circunstancialmente sirve de vehículo.

La pintura figurativa es, no obstante, capaz de hablar de cualquier tema que nos resulte relevante hoy, sólo que conviene conocer su historia, saber de sus peligros y errores, quererla.

Resulta curioso como la cultura de la astrología cala cada vez más entre los jóvenes. ¿A qué crees que se debe?

Sinceramente no lo hubiera pensado, es una sorpresa, lo que me desconsuela un tanto en atención a mi propia edad. Pero enhorabuena, si es así. No veo mucho de malo en ello y sí un sistema simbólico rico de significado y patrones del destino que normalmente enriquecen y ayudan a asentar la identidad. No nos sobran los puntos fijos y las guías en la vida, la astrología puede ser tan valida como cualquier otra. A mi desde la cultura visual me intriga tanto como las de la masonería, la alquimia, el tarot… son probados receptáculos de nuestra vida psíquica interna, y siempre queda la sospecha de que sean mapas del mundo verdadero externo.

Los Arcanos ganan adeptos mientras la Iglesia los pierde, ¿crees que esta conducta se va a reflejar en el panorama artístico?

Interesante, la iglesia erra al desechar la imaginación, la chispa que subyuga y fascina la mente. Era su patrimonio, se gestó entre tórridas divagaciones semitas, especulaciones mitológicas capaces de generar un cosmos, deidades y cultos estacionales, naturaleza viva y celosos cónclaves.. si lo pensamos, lo que vemos hoy es la parte más aburrida de lo que podría haber sido la religiosidad Cristiana. La gente necesita conectar con una historia que se mueva dentro una vez te la tragas, sentir al dios que exalta y da sentido. Sino se trata de filosofía.

Queremos conocerte un poco más, obra de arte y artista favorito.

Hoy, me gusta mucho mucho una obra que podemos ver aquí nomas en el Prado, El Tiempo vencido por la Esperanza, el Amor y la Belleza, de Simón Vouet. No sé, me estoy dejando vencer por la simpleza del mundo de la alegoría, los objetos significantes, cada cosa un sentido.. ojalá todo fuera tan claro. Da gusto ser autocomplaciente y dejarse perder en esos simples y preciosos mundos de paisaje, figura y trapos.

Cómo artista favorito sin embargo tendría que proponer a Van Reymerswaele, flamenco de difícil apellido cuyas obras son sólidas y garantía de gozo pictórico, una y otra vez. Puedes volver a sus bodegones y mesas llenas de objetos, a los trajes irremediables de sus personajes, y no te cansas nunca de revolotear con la mirada, todo fue pintado con más cuidado y atención del que nosotros podríamos poner en verlo. Cada objeto gana nuestra simpatía como no podría hacerlo su doble real.

Nuestra revista se llama Más de cultura y nos gusta acabar las entrevistas con esta pregunta, ¿más de cultura y menos de qué?

Para los argentinos allí afuera diría ‘Más de cultura, menos alpargatas’, pero aquí, ahora, pienso en que necesitamos crecer, madurar, tomar responsabilidades, para nosotros y los nuestros. Sobre todo pienso en cuarentones como yo, que conozco bien. Así que menos individualismo, capricho, juego.. ¡todo lo que lleva a que la gente compre cuadros!