Jhafis Quintero estuvo preso diez años en una cárcel en Costa Rica. Durante su encierro, inició su carrera como creador y utilizó el arte como sustituto del crimen. El peso de esa experiencia, la privación de libertad y su percepción singular del paso del tiempo son el hilo conductor de la muestra Máximas de seguridad.

Los límites de la intimidad, el cuerpo como herramienta y la exploración de la libertad son temas trabajados por muchos artistas. Sin embargo, Jhafis se acerca a ellos desde una perspectiva diferente. Su paso por la prisión modificó totalmente la manera de entender el tiempo que puede compartir la mayor parte de la sociedad. Los bucles se volvieron algo recurrente y Jhafis creó un nuevo lenguaje artístico.

El artista costarricense desarrolló una relación con su cuerpo más estrecha que le permitía jugar y fingir que su corporalidad escapaba al encierro. Este proceso se plasma en la obra Máximas de seguridad, con la que a través de piezas artísticas, esculturas, instalaciones y videoarte, consigue trasladar al espectador la sensación de ahogo y alivio según los intereses del propio artista.

Su práctica artística surge de sus experiencias personales en el mundo carcelario, el silencio, la inseguridad, pero también la imaginación y la creatividad dirigidas a encontrar medios de supervivencia. Al igual que otros creadores como la cineasta Arantza Santesteban, explorar ese periodo de tiempo invisibilizado por las instituciones.

La relación entre el arte y el crimen

En el museo madrileño La Neomudejar se puede ver hasta el 22 de enero la exposición Máximas de seguridad, de Jhafis Quintero.

En este recopilatorio de obras, el artista juega con la dureza de materiales como el cemento, los cuchillos o las vallas para recrear la asfixia de su encierro carcelario. Junto a las instalaciones, el público encuentra también videos performance del propio artista. Son creaciones audiovisuales que se basan en planos fijos, más o menos cerrados y estáticos, que exigen máxima atención a la mirada. La intensidad de las acciones lindan con el riesgo, con los límites de la mente, del cuerpo, del espacio físico, con los límites de la propia piel, generando una tensión desmesurada en quienes se enfrentan a ellos.