Nunca una carretera ha sido tan internacional como los 4.000 kilómetros que componen la arteria principal de Estados Unidos. La mítica ruta 66 ha estado a punto de desaparecer de los mapas, pero no del imaginario colectivo, que la tiene en mente con un aura nostálgica. En 2019, en ella viven muchos «casi fantasmas», que ven como la decadencia de tiempos mejores se hace cada vez más patente. Es el punto de partida del documental Almost Ghosts, dirigido por Ana Ramón Rubio, que retrata el el abandono y decadencia de la mítica ruta 66.

A través de las historias de tres protagonistas, las salas de cine se preparan para abrir un debate a partir del 25 de octubre sobre la despoblación de las zonas rurales. Un drama, que como bien resalta su directora, es aplicable a otros lugares y sociedades. Comenzamos nuestro road trip por ahí.

Trailer oficial documental Almost Ghosts

Más allá de la nostalgia ¿Por qué la ruta 66? 

Mi primera relación con la ruta 66 es la de todo el mundo: la fascinación de verla en las películas, las canciones, los libros… etc. Que forma parte del imaginario colectivo.

Estuve recorriendo un tramo, desde Chicago hasta Saint Louis y empecé a darme cuenta de que no era exactamente lo que nos habían contado siempre.

«Queríamos profundizar un poco más en los personajes y en qué les había llevado a hacer las cosas»

Normalmente vemos documentales de la ruta 66 y los que nos muestran es la visión turística. Parece que siempre se llena de gente y siempre hay algo que hacer. Me sorprendió mucho esa decadencia. Sobretodo en los pueblos más pequeños.

Era la carretera que cruzaba los Estados Unidos del este al oeste y en 4.000 kilómetros hay ciudades más grandes y pueblos más pequeños. Sorprende mucho ver el estado en el que se encontraba la que había sido la arteria principal de América. Me llamó mucho la atención a partir de ahí.

Pese a que la ruta es el contexto, el documental habla de las personas protagonistas. ¿Cómo llegas a ellos? ¿Hay alguna otra historia que se ha quedado en el tintero?

Fue una de las fases más difíciles de toda la producción. Encontrar estas historias porque cada uno de los tres protagonistas tiene una historia bastante fascinante.

Lowell Davis era un artista que cuando regresó a su pueblo se dio cuenta de que se había convertido en un pueblo fantasma. No se le ocurrió otra cosa mejor que coger todos los edificios del pueblo, comprarlos, restaurarlos (se gastó todo su dinero) y toda su vida la ha dedicado a eso, para devolverle la vida a su pueblo de la infancia.

«recorrer la ruta 66 con tus amigos y además grabar el documental, es una de las mejores experiencias profesionales»

Cada uno de los protagonistas tiene una historia muy particular y personal pero claro, hubo historias que se quedaron en el tintero porque no podíamos contarlas todas.

Queríamos profundizar un poco más en los personajes y en qué les había llevado a hacer las cosas que habían hecho. Así que sí, hay muchas que nos habría encantado contar y no hemos podido.

Normalmente en los documentales basados en entrevistas o declaraciones el guion sale después…

El tema principal ya venía de España. Cada uno de los personajes estaba muy ligado a intentar devolverle la vida a esos pueblos.

Pero claro, al final terminas de construir la historia en el montaje. Te vas dejando llevar y vas descubriendo. Porque al final estás contando una realidad, no la controlas tú.

¿Han visto ellos ya el documental?

Se ha estado estrenando este mes de septiembre en cines históricos de la propia ruta 66. Construidos en los años 20, 30 y 40 que se han ido conservando a lo largo de los 4.000 kilómetros. Desde Chicago hasta Los Ángeles.

Por ejemplo, en el que estaba más cerca de la ciudad de Angel Delgadillo, uno de nuestros protagonistas, él fue a presentar la película.

Lo más gracioso fue que en una de las proyecciones que había más cerca de Lowell Davis, él dijo que no sabía si podría asistir pero resulta que al final sí que apareció e intentó colarse como si fuera alguien del público. Lo que pasa que claro, le descubrieron enseguida.

Viéndoles a ellos, tan icónicos, el rodaje tuvo que ser curioso.

Lo pasamos súper bien, porque además es un proyecto que lo hemos rodado cinco amigos con los que había trabajado en muchos otros proyectos antes. Nos fuimos un poco a lo loco y ha sido un combinado.

Hacer un viaje y recorrer la ruta 66 con tus amigos y además grabar el documental. Una de las mejores experiencias profesionales que me ha dado el audiovisual, sin duda.

«son tres ejemplos que pueden servir para muchos de los países desarrollados en los que está sucediendo el mismo problema»

El rodaje, ten en cuenta que los tiempos son muy apretados y la ruta 66 no es tan clara para seguirla, en contra de lo que mucha gente se imagina. Hay tramos cortados, descatalogados, estas en Arizona que hace muchísimo calor y de repente llegamos a Missouri y estaba nevando…

Hay muchos imprevistos y te pasan cosas. Pero el balance es muy positivo y gratificante.

¿Próximos proyectos?

Tengo varios proyectos en desarrollo y alguno un poco más avanzado. Pero con estas cosas ya sabes que decirlas trae mala suerte (risas).

¿Al final la ruta atrapa tanto como para quedarse?

Hombre para querer vivir en ella…sería un contraste importante. Pero realmente los tres protagonistas han luchado tanto para intentar conservar los pueblos en los que ellos nacieron que son tres ejemplos que pueden servir para muchos de los países desarrollados en los que está sucediendo el mismo problema. La despoblación rural.

De hecho, Angel Delgadillo es el impulsor de conseguir que el Gobierno nombrase como histórica a la ruta. Porque en 1985 la descatalogaron y punto.

De hecho, cuando nosotras estrenamos el documental en la Seminci vinieron unas espectadoras después de la presentación y nos dijeron «hemos venido por la fotografía porque Estados Unidos no nos gusta mucho pero ahora, después de haber visto el documental, lo único que queremos es ir corriendo a grabar a estos señores».

La verdad es que son tan entrañables y han hecho tanto los tres que es para quererlos.