«Soy un truhán, soy un señor»

De las recompensas más frívolas que tiene el trabajo como agente de prensa es la de compartir tiempo y espacio con los galanes del cine. Y ustedes se preguntarán «¿qué tipo de recompensa es esa?» No se vayan a pensar, queda reducida a una ración de vista y a lo anecdótico que resulta conocer un pelín a la persona que se oculta tras el bello rostro y/o cuerpazo, no va más allá, pero es frívolamente gratificante.

Algunos de los diferentes galanes del cine

Galanes los hay de diferentes edades, complexiones y actitudes. Está por ejemplo el atractivo incuestionable de Leonardo Sbaraglia. Cuando trabajé con él, en España aún no era conocido y le resultaba increíble estar sentado en la terraza de un bar sin que le abordaran hordas de jovencitas en busca de una señal. Junto al director Marcelo Piñeiro anduvimos promocionando la estupenda Plata Quemada y ambos, encantadores e interesantísimos, iban tan relajados que incluso se marcaron un tango, ya digo, en la terraza de un bar, no bailado sino cantado. Inolvidable como pueden imaginar.

En esa misma promoción otros dos galanes completaban el trío protagonista: Eduardo Noriega y Pablo Echarri. No coincidí con los tres a la vez, Stendhal hubiera venido a por mí…de hecho Pablo Echarri no pudo participar en la promoción, pero Eduardo Noriega, uno de nuestros objetivamente guapos, sí, y con él viví -hablo del año 2000- el tema de las hordas femeninas que dificultaban caminar por la calle a cierto ritmo. Noriega respondía con mucha simpatía a los suspiros de las fans que se marchaban muertas de amor…

Un joven galán al que conocí al principio de su carrera actoral fue Miguel Ángel Silvestre. Guapísimo, simpatiquísimo, de ojos luminosos, nos contaba cómo su carrera profesional como tenista se había visto truncada por una lesión y quería probar como actor. Decisión acertada por su solvencia interpretativa aunque no sé si con el tiempo habrá dudado de su elección, porque años más tarde en pleno apogeo de su  personaje «El Duque» tenía que ir literalmente escoltado…

Luego están los galanes más entrados en años, irresistibles, como el apuesto Jose Coronado, el irresistible Ricardo Darín o el increíble Federico Luppi.

Jose Coronado es indudablemente guapo, por mucho que le busques el defecto, no se lo encuentras. Con él y otro guapo, Juan Sanz, vivimos una situación bastante chocante. Ibamos por esos mundos de Dios presentando La vida mancha, y compartimos mesa, durante un festival de cine, con unos invitados que resultaron ser actores porno. La conversación fue genial y al final de la comida una de las actrices no quiso perder la oportunidad de compartir fotografía con aquellos dos galanes. Sería maravilloso encontrar aquella imagen, pueden imaginar cómo posó la chica entre los dos…ahí lo dejo.

Con Ricardo Darín trabajé una sola jornada, muy rápida, porque tenía una agenda profesional imposible, con motivo del estreno de El hijo de la novia. En otra ocasión les hablaré de aquella promoción, fue histórica. Con Darín, como decía, el encuentro fue visto y no visto, sólo decir que la combinación de su carácter, su voz y sus impresionantes ojos azules provoca una especie de hechizo al que todos caemos rendidos cada vez que hace acto de presencia. Es así.

Sobre Federico Luppi decir que tanto por físico como por personalidad siempre fue completamente arrebatador, Susana Fernández, su mujer, es una de esas personas afortunadas de este planeta. Tuve la suerte de trabajar varias veces con él y en cada ocasión nos contábamos cómo iba nuestra vida, su decisión de instalarse en nuestro país, mi decisión de comprarme una casa, su decisión por dirigir una película, mi decisión de formar una familia, como ven, una maravilla. Mi anécdota favorita de Luppi se concreta en su pasión por la comida. Me decía que, para él, la mejor profesión del mundo era la de crítico gastronómico: «¿Te imaginás comer todas las delicias del mundo y que te paguen por eso?». Grande e inolvidable, Federico.

Sobre otro tipo de físico, menos objetivo, sé que voy a coincidir menos, pero he de decir que esos son mis favoritos, véase Eduard Fernández o Luis Tosar. Déjense mirar por esos ojos mientras le hablan de cualquier cosa, con esas voces que saben modular tan bien y, sobre todo, déjense llevar por su franca amabilidad…te tumban.

Y cómo no hablar de Javier Bardem. Le conocí porque vino a la oficina, por deferencia de mis jefes, a ver una película que le interesaba. Jovial, campechano, atractivísimo, qué les voy a contar que no sepan… le saludé y pedí, como si hubiera sido una delegada del cole, pero con más de 30 años encima, si podía «yo y todas mis compañeras pero yo primera» hacerse una foto con nosotras. Asintió encantador pensando, supongo, que seríamos tres o cuatro… Más de 10 féminas esperaban tras una esquinita de la oficina el pistoletazo de salida. La foto no se la puedo mostrar porque queda en el ámbito de lo privado pero tendrían que haber visto la cara del pobre Bardem cuando arreciaron chicas a su alrededor, sólo acertó a decir: «¡Ay va!»

Para terminar este artículo, un acertijo. ¿Qué galán pudo decir, y de hecho dijo: «Tengo un reloj que predice el futuro y me dice que dentro de dos horas tendrás las bragas bajadas»? Por suerte, yo no fui el blanco de ese tiro. Ahí queda.