Daniel Fernández-Cañadas se encontraba escribiendo para la revista ICON cuando fue sorprendido por la historia de Jon Santacana y Miguel Galindo, que entre los dos se han llevado a casa 2 medallas de oro y 4 de plata en Juegos Paralímpicos; 7 oros, 7 platas y 3 bronces en Campeonatos del Mundo de Esquí. Pero lo que sorprende de ellos es la relación que mantienen dentro y fuera de la competición. El primero, conviviendo desde los 5 con años con la enfermedad Stargardt, por la pue progresivamente se va quedando sin vista y el segundo, como su guía. Un tándem perfecto que ahora Fernández-Cañadas resume en el documental Sin Límite, cuyo estreno tendrá lugar el próximo 3 de diciembre de la mano de Begin Again Films.

Daniel siempre ha estado conectado con el mundo del cine y la comunicación. Tanto, que hace unos años cumplió otro sueño, fundar, con un grupo de amigos, el espacio Sala Equis de Madrid, un antiguo cine porno convertido en uno de los puntos claves de la cultura madrileña. Hablamos con él de su inspiración para esta apasionante historia.

¿Cómo llegas a la historia de Sin Límite?

Estaba escribiendo colaborando para El País, en concreto para la revista ICON. Me mandaron a cubrir un viaje de prensa porque en 2014 Jon y Miguel acababan de volver de los juegos de invierno de Sochi (Rusia) y volvían con una medalla de oro en descenso, entre otras, que es la disciplina más complicada.

«Pasaron tres años hasta que conseguí poder armar las piezas»

Fui al viaje de prensa, les conocí y ya en ese momento me di cuenta de que detrás de ellos había una historia mucho más grande no solo como deportistas, como esquiador invidente y guía, sino que, a nivel humano, había muchas profundidades.

Escribí el artículo que se publicó en El País pero les dije que me había quedado con ganas de contar su historia y que daba para mucho más. Que me encantaría poderlo contar en un documental. Pasaron tres años hasta que conseguí poder armar las piezas para poder contarlo en un documental.

En este tipo de documentales, son muy importantes las imágenes de archivo, ¿Fue una labor de documentación importante?

Sí, claro, para este tipo de películas documentales hay mucha imagen ya de archivo. En el caso de Jon y Miguel que han estado compitiendo juntos 17 años al más alto nivel deportivo y todos los campeonatos del mundo, copas de Europa, Juegos Paraolímpicos de invierno…de todo eso hay material audiovisual porque se ha rodado, se publicó en cadenas de televisión.

«No nos interesaba en absoluto subrayar que el protagonista tiene una enfermedad degenerativa»

Había muchas horas ahí, además de material propio de ellos dos, personal de sus viajes. Con lo cual, aparte de rodar en su última gran temporada que terminó en los Juegos de Invierno de Corea, para contar esos 16 años anteriores, nos hemos apoyado mucho en esas imágenes.

Eso lleva un trabajo bastante intenso. Darle un sentido a todas esas imágenes de archivo para coser la narrativa y traerlo hasta nuestro presente.

Pese a lo fácil que podría parecer, no pretende ser un documental lacrimógeno, al contrario, vemos una intención de resaltar ese valor deportivo.

Sí, desde el principio no nos interesaba en absoluto subrayar que Jon Santacana, el protagonista, tiene una enfermedad degenerativa llamada Stargardt. Se la diagnosticaron a los 5 años y es una enfermedad en la que progresivamente te vas quedando sin vista.

No me interesaba en absoluto esa situación particular de Jon. Todo lo contrario, lo que me interesó es cómo se ha granjeado esta carrera muy brillante con un palmarés impresionante con medallas de oro, de plata…

«Es un ejemplo de qué hacer con los miedos y los límites de uno mismo»

Fundamentalmente la relación entre Jon y Miguel. Se necesitan mutuamente cuando salen a las pistas y también fuera de ellas. Y era también un símil porque yo creo que todos estamos de alguna manera limitados en nuestras condiciones. Condiciones de afecto, físicas. Las físicas seguramente sean las más visibles a primera vista pero todos andamos con una especie de limitaciones y lo que me parecía más importante y eje central de esta historia es el qué haces tú con esas limitaciones que podemos tener y en qué lo transformas.

En el caso de Jon se ve claramente que enfrentándose al miedo a diario de una manera  muy honesta. Lo que ha conseguido es un ejemplo de qué hacer con los miedos y los límites de uno mismo.

¿La historia del hermano de Jon vino después?

Eso según empezamos a indagar y a preparar en preproducción entrevistas con Jon. Él me cuenta que tiene un hermano que se llama Denis Santacana y que también le diagnosticaron Stargardt y también fue perdiendo la vista progresivamente.

Entonces me cuenta que Denis se ha convertido en bailarín y coreógrafo de danza contemporánea. Mi sorpresa fue enorme. Tiramos del hilo, es un tipo interesantísimo y con capacidades alucinantes. Seguimos tirando del hilo y llegamos a la madre de ellos dos (María José).

En el documental tiene sus momentos y explica el origen de Jon y Denis. Ahí están las razones por las que empiezas a entender cómo estas dos personas que, a priori, se podría esperar de ellos que estuvieran en sus casas medio encerrados con una vida limitada y con el miedo a salir a la calle y todo lo contrario.

Lo que esta madre consiguió con sus dos hijos fue empujarles de una manera libre, apasionada, y que siguiera sus sueños por encima de sus situaciones físicas. Por lo cual, ese momento en el documental es muy importante también.

Diriges también el proyecto de Sala Equis, un antiguo cine X. ¿Cómo lo transformáis en este espacio de cultura para Madrid?

El proyecto parte de 5 amigos que veníamos de mundos diferentes. Algunos de la hostelería y otros del mundo de la cultura y la comunicación. Queríamos hacer algo juntos. En plena crisis del 2008. Encontramos primero el local de El Imparcial, que está pegado a Sala Equis, que era la antigua redacción del Diario El Imparcial, y nos sedujo una barbaridad.

«Era el último cine porno que quedaba abierto en Madrid»

En ese mismo momento ya nos enseñan la antigua sala de cine porno que estaba en funcionamiento y entramos a verla. Nos contaron que se iba a quedar libre porque se acababa el contrato de alquiler y nos quedamos absolutamente prendados del edificio, en concreto yo, que también me dedico al cine, a escribir y dirigir, para mi Sala Equis ha sido un sueño que nunca soñé. Era el último cine porno que quedaba abierto en Madrid, el último de los últimos. Se marcharon porque se jubiló el antiguo inquilino y nos llevó un tiempo para conseguir transformar el edificio que estaba muy antiguo y en fin, te puedes imaginar que del uso anterior había que limpiar muchas cosas (risas).

Lo que pensamos es que queríamos abrir una sala de cine pero no solo eso, es abrir un espacio de ocio no convencional, un lugar de encuentro y donde damos cabida a diferentes disciplinas culturales donde el cine es lo atraviesa, es lo trasversal, tenemos programación permanente los 365 días del año pero hacemos encuentros con directores, presentaciones de libros, conciertos… es una sala de cine y un espacio de ocio no convencional.

¿Más de cultura y menos de qué?

Menos prisa. En todos los sentidos. Además, mira, en el esquí la velocidad es muy importante pero también es cierto que la velocidad tapa y diluye muy bien los errores y, por eso, menos prisa.