El mundo audiovisual está en uno de sus mejores momentos, las producciones cinematográficas cada vez son más y la industria se ha ido renovando adaptándose a los tiempos que corren. Y aquí es donde entra en juego la figura del ecomanager. Se trata de un puesto relacionado con la producción que se encarga de implementar correctamente el plan de sostenibilidad que se genera en cada proyecto.

También conocido como green runner o eco PA, el ecomanager se ha convertido en un agente indispensable sobretodo en los rodajes. Paloma Andrés, cofundadora de Mrs. Greenfilm, es una de las pioneras en este ámbito. Y es que desde su consultora nos cuentan que el impacto ambiental medio de un rodaje con una duración de entre 7 y 8 semanas, sería equivalente a recorrer con el coche los mismos kilómetros que una vuelta a la Tierra. Equivalente a consumir 15.000 botellas de plástico o la misma energía que una casa en 16 años. Rodar es muy costoso monetaria y ambientalmente.

Un ejemplo de rodaje sostenible

Con estos datos en la mano, la figura del ecomanager se ha convertido en uno de los trabajos del futuro. Y ya hay producciones que cuentan con este puesto. Un ejemplo de ellos fue el rodaje de La boda de rosa, la película de Iciar Bollain. Su productora, Cristina Zumárraga utilizó como objetivo principal la regla de las tres R, donde entraban decisiones tan lógicas como evitar vuelos  y utilizar otros medios de transporte. También establecer un día de comida vegana a la semana, dejar de imprimir guiones y órdenes de rodaje o alquilar los materiales de atrezzo. Cosas que se suelen hacer en rodajes «low-cost» pero que muchas veces se olvida en las grandes producciones.

Es importante que el o la ecomanager que entre al proyecto lo haga desde la misma fase de preproducción, casi cuando se está configurando el story board e incluso el guion, porque en ese momento es donde se toman prácticamente el 99% de las decisiones que configurarán el posterior rodaje.

Existen numerosos cursos para poder «actualizarse» desde la producción y poner en marcha estas «buenas prácticas» en cualquier ámbito, no sólo en el cinematográfico, también en televisión o publicidad. Como incentivo, el ICAA regala un punto en las subvenciones a todas las producciones que lleven un registro de su huella de carbono, aunque no tiene mucho sentido si no cumplen con su reducción. Por su parte, la Academia de cine cuenta con una Guía de Buenas Prácticas para conseguir el Sello Verde.