Para un cinéfilo es hermoso ir a una sala de cine y toparte con una cola para ver una película de tres horas y media rodada por un señor que acaba de cumplir 77 años. A pesar de las pocas salas españolas que han optado por proyectar El irlandés (algo lógico porque la película llega a Netflix en breve) es bonito ver que todavía hay gente que se anima, respeta y ama el cine y a los grandes del cine como Martin Scorsese.

Dicho esto, la película es la gran decepción del año. Esta vez me veo realmente solo ante el dictamen y prometo que, inocente de mí, iba con ganas de encontrarme con una obra maestra. Puedo entender que el cursi de El Mundo escriba que la genialidad y maestría de El irlandés “se distingue porque recorre cada fotograma como una corriente eléctrica hasta transformar la película entera en casi un estado del alma”, pero es que hasta el Boyero ha levitado con ella. Y le parece que una película de tres horas y media dura poco: “No me importaría que fuera más larga, ya que me siento hipnotizado de principio a fin”. También ha escrito que “siendo fumador compulsivo no me acuerdo del tabaco en esos 209 minutos que transcurren muy rápidos”.

Fotograma de la película "El Irlandés"

No hagan caso al fumador compulsivo, no transcurren muy rápidos. El irlandés es lenta, excesiva y obscenamente larga, mucho más que Silencio, que también fue larga y aburrida. Si estuviésemos ante una construcción de personajes admirable y trabajada o ante páginas de la mafia no contadas (o reformuladas), nos tragaríamos a gusto tres horas y media o hasta cuatro. Pero no es el caso.

El protagonista de El irlandés es Frank Sheeran (Robert De Niro), veterano de la Segunda Guerra Mundial (donde aprende a asesinar a sangre fría), chorizo de poca monta y finalmente sicario que acaba trabajando como guardaespaldas y consejero del famoso sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino) y como pez gordo del crimen organizado gracias a Russel Bufalino (Joe Pesci).

Robert de Niro joven mirando a cámaraEl problema con el nuevo Scorsese es que no acabas de empatizar con el personaje de De Niro, que no trabajaba con su amigo Scorsese desde Casino, hace 25 años. No te llega a afectar, no te involucras en la vida de Sheeran y sus acciones y decisiones en ningún momento. Seguro que es intencionado presentarnos a un hombre que bautiza niños, se separa y se casa con la misma naturalidad y frialdad que roba, amenaza, patea o mata, pero te aleja de la película desde su hora inicial.

El irlandés, mastodóntica producción que tardó en rodarse más de 100 días, ha resultado ser una película sin alma porque su protagonista carece de ella. Tampoco ayudan mucho los retoques digitales para rejuvenecer a los protagonistas. Netflix se ha gastado una indecente millonada en ellos y uno se pregunta si no es mejor contratar a actores jóvenes como se ha hecho toda la vida, como cuando Scorsese llamó a Christopher Serrone para hacer de un joven Ray Liotta en Uno de los nuestros. Casi todos los retoques cantan, sobre todo en las miradas, en los ojos fríos, no humanos. Las máquinas no saben imitar la vida que hay en las miradas.

Sigo con Sheeran, el personaje de De Niro: se supone que la amistad que tiene con el famoso Jimmy Hoffa tiene que atraer y hasta conmover en algún momento, pero nunca lo consigue. Así como la amistad, la lealtad y la traición funcionan a la perfección en películas de Scorsese como Malas calles, Uno de los nuestros o Casino, aquí no, aquí Sheeran y Hoffa, que hasta mantienen conversaciones en pijama, no parecen nunca amigos verdaderamente cercanos.

Más de Sheeran: es un padre frío y ausente, ese hecho se remarca como uno de los grandes errores de su vida y es uno de los temas de la película. Le teme especialmente su hija mayor, pero de esa hija (Anna Paquin) no sabemos absolutamente nada, cero, es un personaje sin cimentar, un mero garabato. Y lo mismo se puede decir de la madre. Los personajes femeninos en El irlandés son insustanciales, invisibles, nada que ver con los de Lorraine Bracco en Uno de los nuestros y Sharon Stone en Casino.

Robert de Niro en un funeral, en la película "El Irlandés"

El protagonista de esta historia es un vampiro, un marido que abandona a su mujer como cambia un tresillo, un padre que no tiene ni idea de serlo, un asesino bastante cobarde y traicionero, un tipo que no tiene ni idea de lo que es la amistad y tampoco le interesa demasiado. En definitiva, es un tipo que no se arrepiente de nada, de ninguna de sus atrocidades. Una joya de señor.

Aunque la dirección de Scorsese es brillante (salvo algunos ralentizados desesperantes y el muy trillado uso de la música duduá), Steven Zaillian, un excelente guionista cuando está inspirado, ha fallado con una historia (basada en el libro de Charles Brandt) vacía y aburrida, una narración que nunca acaba de enganchar y de tener momentos de arrebato cinematográfico, auténticos. Por mucho que se haya escrito, esta no es la obra magna y crepuscular del mundo de la mafia. Ni de lejos.

El irlandés nunca deslumbra y lo peor llega en su segunda hora, cuando parece que nos va a contar la trama principal: el asesinato de Hoffa. En ese momento la película se vuelve morosa, tediosa, con diálogos repetitivos y eternos, con planos que no acaban nunca, con un ritmo irritante. Y la película casi fenece ahí (de hecho en mi proyección hubo gente que abandonó la sala), pero hay reconocer que tiene algunos momentos finales que no están mal. Aunque ya es tarde para salvar el conjunto.

Otro de los grandes ausentes en El irlandés es el humor. Es desconcertante que una película de tres horas y media se tome tan en serio y, salvo excepciones (muchas con Al Pacino), no hay atisbo de aquel fabuloso humor negro de Malas calles, Uno de los nuestros o Casino. Aquí el tono es tremendamente serio, crepuscular, mortuorio. Sí, es intencionado, pero es tremendamente aburrido y fallido.

Al Pacino y Robert de Niro en la película "El Irlandés"

Y lo que cuenta El irlandés ya se ha contado. Ya hemos visto en pantalla el poder acumulado y caída de Hoffa, Bahía de Cochinos (es gracioso que Pesci mande a De Niro a reunirse con un tal Dave Ferrie, al que Pesci interpretó en JFK), los Kennedy… ninguna página de la historia que trata la película aporta nada nuevo. Ni narrativa, ni estéticamente.

Afortunadamente, está Al Pacino en su primera colaboración con Scorsese. Ya has tardo, Al. Lo mejor de la película, sin duda, es Pacino (lo van a nominar al Oscar) interpretando a Hoffa. Y esos helados que le vuelven loco y esa cabezonería que lo lleva a la ruina. Pacino hace que no me salga de la sala de mala leche. Su Hoffa, eso sí, tampoco es uno de sus grandes trabajos (y tiene a montones). No se recordará, como tampoco el de Jack Nicholson en la película que dirigió Danny DeVito en 1992.

Al Pacino en la película "El Irlandés"

De lo más decepcionante de la película es Joe Pesci, desaprovechado, nada que ver con esa fuerza de la naturaleza que demostró ser en Toro salvaje, Érase una vez en Amércia (película muy hermanada con El Irlandés), Uno de los nuestros y Casino. Su personaje tiene poca enjundia. Ni da miedo, ni produce respeto, ni tiene gracia. Su Bufalino podría interpretarlo cualquiera. Y lo mismo se puede decir del insustancial papel de Harvey Keitel, que aparece todo el rato sentado y sin aportar gran cosa, y del enorme actor Bobby Canavalle, al que Scorsese dirigió en las series Broadwalk Empire y en Vinyl, en la que era protagonista absoluto.

La película también decepciona, y quizás sea su mayor delito, por su duración, una barbaridad, excesiva, insufrible. Y ni como serie de tres episodios hubiese funcionado porque lo que no funciona es su guión. Por cierto: ¿qué fue de los tan necesarios intermedios en las proyecciones, como el que tuvo La lista de Schindler (guión de Zaillian también)?

El irlandés parece una despedida de Scorsese, pero no lo es. El director insiste en trabajar con DiCaprio con la biografía Roosevelt (pereza máxima), una película titulada Killers of the Flower Moon y una serie: The Devil in the White City.

Lo que sí es evidente es que Scorsese se identifica con su protagonista, que en su senectud (El irlandés es una película geriátrica) es atendido por una joven enfermera que no sabe quién es Jimmy Hoffa, famosísimo personaje de la Norteamérica del siglo XX. Lo que nos quiere decir la película, y con razón, es que todo es vano, etéreo y perecedero, hasta el gran cine que Scorsese ha rodado. Lástima que El irlandés no sea el caso.