Emilio Belmonte dirige Trance, un documental o una road trip flamenca de la mano del artista Jorge Pardo. Trance llega a los cines el próximo 29 de abril.

Trance es un viaje al corazón de la música flamenca de Jorge Pardo. El director, Emilio Belmonte, acompaña al artista durante más de un año para conocer de cerca su mundo y consigue capturar una de las películas flamencas más ambiciosas de los últimos años. Entrevistamos a Emilio Belmonte para descubrir su trabajo y su viaje con el documental Trance.

¿Cómo conoce Emilio Belmont a Jorge Pardo?

Conozco desde mi adolescencia la música de Jorge a través del mítico sexteto de Paco de Lucía, además de sus discos en solitario. Personalmente nos conocimos a finales del 2017, cuando un buen amigo en común, Rubén Gutiérrez Mate, organizó una comida en el barrio del Zapillo (Almería) a la que asistimos Rubén, Jorge, un calamar de potera y yo mismo, para hablar sobre la posibilidad de realizar una película con Jorge como protagonista.

¿En qué momento te planteas hacer un documental sobre su figura?

Desde ese primer encuentro en Almería al que me refiero. Antes de conocerle personalmente no me puedo plantear nada, porque en mi caso, todo es una cuestión de sensaciones y sensibilidad. De olfato. Durante esa comida me doy cuenta de que la mirada de Jorge sobre el mundo corresponde con lo que busco con Trance. Con él, se puede. Por supuesto que, musicalmente, Jorge es un artista muy importante para entender la evolución del flamenco y del jazz de los últimos 40 años en España. Un músico inevitable, me atrevería a decir. A raíz del primer encuentro nace el deseo. El deseo de hacer una película (o de escribir un poema, o de componer una canción) es una sensación muy poderosa, capaz de arrastrarnos a hacer locuras como lo es montar una productora en Francia para producir un largometraje musical flamenco muy ambicioso, sin ninguna experiencia en producción, y arrastrar a un equipo formidable en esta aventura. Dos meses después de conocerle estábamos rodando, sin dinero, claro.

Cuando le propones la idea a Jorge, ¿accede rápidamente o tienes que convencerle?

Jorge había visto la primera película de la trilogía flamenca, Impulso (sobre el trabajo creativo de la bailaora Rocío Molina), y le había gustado mucho. Accedió con naturalidad y generosidad, como es él, al comprender dos cosas: que no queríamos hacer una película biográfica, y tampoco un homenaje, palabra que nos da mucho miedo a ambos. Pienso que el proyecto llegaba en el momento oportuno de su vida.

¿Cómo has vivido esta inmersión en el mundo del flamenco?

Como Dante bajando a los infiernos junto a Virgilio. El flamenco es una pena, y de la mano de Jorge (de su flauta, sería mejor decir) hemos bajado, concierto tras concierto, rodaje tras rodaje, al corazón de esta música que tanto amamos. Per me si va en la città dolente. La diferencia es que nosotros bajamos también con humor… y a compás, claro. Todo gesto de creación artística, como lo es la realización de una película, es un acto de conocimiento, de descubrimiento. Ha sido un auténtico privilegio pasar casi año y medio rodeado de tanta música y de tantos músicos excepcionales, en todo tipo de circunstancias. Una de las experiencias más hermosas de mi vida, sin lugar a dudas.

En un contexto tan purista como es el flamenco, ¿ha sido fácil acceder a todos los testimonios?

No coincido con la idea de que el mundo del flamenco sea tan purista. En él conviven hoy (como siempre, podría añadir) sensibilidades muy diferentes, unas centradas en la tradición, otras en la fusión, la vanguardia. Hay sitio para todos, el flamenco se alimenta de influencias muy diversas, está en su ADN, es un crisol de muchas músicas. Con el maestro Jorge Pardo todas las puertas se nos han abierto con una sonrisa. Jorge goza de un cariño y una admiración muy especial dentro del flamenco (y del jazz, obviamente) por parte de varias generaciones de músicos, y no sólo por su magisterio musical, o su bagaje intelectual, también por su generosidad.

¿Qué opinas de la fusión de géneros y de la experimentación musical?

En Trance hay un momento en el que Jorge Pardo dice: “la pureza es una mezcla olvidada.” Creo que en esa frase está la clave. A mí, personalmente, puede gustarme cualquier propuesta flamenca, tradicional o de fusión, lo que no significa, obviamente, que me interese todo lo que se hace. Lo que me parece destacable es que, bajo mi punto de vista, el flamenco vive una edad de oro, por la calidad y diversidad de propuestas actuales.

Durante cuánto tiempo acompañaste a Jorge en el viaje.

Podría escribir un libro titulado: “Cien días con Jorge Pardo”. El rodaje se extendió durante año y medio, aproximadamente. Unos 55 días de rodaje, a los que hay que sumar viajes y otros encuentros para hablar de la película, o incluso más tarde, en París, para mostrarle el montaje, y abordar la post-producción de sonido y su mezcla final.

¿Momento más especial del rodaje?

Todos los momentos rodando son especiales y te hacen sentir vivo, partícipe de la realidad a la que te acercas. Podría citar, por dar solo un ejemplo, la noche jerezana que pasamos con el cantaor Fernando de la Morena o el día del concierto con Chick Corea, ambos fallecidos. Fueron especiales y hoy lo son aún más.

¿Hay algo que se haya tenido que quedar fuera del corte final que no podamos ver de todo lo grabado?

La decisión más difícil de tomar durante el montaje fue la secuencia de un viaje a Bamako (Malí ) con Jorge, Tino di Geraldo, Carles Benavent y Raúl Rodríguez, para tocar en un festival junto al maestro de la kora Toumani Diabaté. Es en sí mismo otro documental, y no hemos sido capaces de darle su sitio en una estructura de una hora y 40 minutos, lamentablemente… Espero que podamos compartir ese material con los aficionados algún día.

¿Quién te gustaría que viese la película?

Por supuesto, todos los artistas que han participado en ella, que son muchos. Las películas documentales son como el poema de Paul Celan, botellas que se arrojan al mar esperando que lleguen un día hasta una playa… Ojalá los aficionados al flamenco, que no son el público más asiduo a los cines (¿queda gente aún que vaya al cine?), puedan disfrutar de Trance en una sala oscura y reconocerse en la película, reconocer que es una declaración de amor al flamenco, desde dentro. Y me gustaría, por qué no, que la película la viesen los aficionados dentro de 50, 100 años, para asomarse a lo que es ser flamenco a principios del siglo XXI, a través de un gran artista.

¿Es un documental para amantes del flamenco o para el público universal?

Es un documental para todas y todos los que se interesen por la música, la cultura y se pregunten cuál es nuestro lugar en el mundo. Para los amantes del flamenco, del jazz, y de la música en general, es un regalo. El sonido de Trance en una sala de cine es un auténtico viaje musical. He tenido la suerte de trabajar a nivel técnico con un grupo humano extraordinario: dirección de fotografía, sonido, montaje. Un grupo muy reducido pero con un compromiso enorme con la película.

¿Próximos proyectos?

Escribir un guion, y encontrar financiación, para cerrar la trilogía flamenca con una película sobre cante. Una película a caballo entre la realidad y la ficción.

La revista se llama Más de Cultura y nos gusta preguntar a nuestros entrevistados, ¿más de cultura y menos de qué?

Es una pregunta difícil de responder sin caer en tópicos. Tengo 47 años, miro el mundo, a la vez maravilloso y horrible, como un cuadro de Francis Bacon. Todo el mundo habla, todo el mundo sabe. De todo. Diría más de cultura, libertad, y compás. Más de cultura y menos de discursos, quizás. ¡Ah! y un poco de silencio de vez en cuando, por favor.

Gracias por vuestras preguntas. Os dejo de regalo un aforismo sobre Jorge Pardo.

Si los gatos tienen siete vidas, Jorge debe de ser la reencarnación de uno persa. Gato o sufí, según la noche.