La película En la hierba alta, basada en el relato homónimo de Stephen King y su hijo Joe Hill, fue la encargada de dar el pistoletazo de salida a la 52ª edición del Festival de Sitges. El film se ha vendido como una película de terror, pero terror tiene muy poco. No puede ser más decepcionante este titulo esperado desde hace meses y vendido a bombo y platillo por Netflix.

El protagonista de la cinta, Patrick Wilson, ha recibido el Premio Máquina del Tiempo y ha viajado a Sitges junto al director Vincenzo Natali, encargado de llevar a la gran pantalla el relato, aunque más bien lo ha rodado para la pequeña porque un día después de estrenarse en Sitges En la hierba alta ya estaba disponible para todo el mundo en Netflix. No se entiende muy bien la política de este festival, pero supongo que la plataforma de streaming es demasiado poderosa para andarse con remilgos.

Patrick Wilson, protagonista de En la hierba alta

Aunque supongo que muchos freaks del cine fantástico actual lo conocen, el apellido Natali no le suena a nadie a pesar de que el tipo logró cierto renombre gracias a Cube, juego tramposo y efectista que fue premiado precisamente en Sitges, en 1997. El paso del tiempo no ha tratado bien a aquel juguete de figuras geométricas y carne picada. Tampoco la carrera de Natali ha brillado, el tipo no parece un humanista que digamos. Splice: Experimento mortal fue otra nadería y el resto es televisión (Hannibal, Ascensión, The Staine, Wayward Pines, Westworld, Star Treck: Discovery, American Gods y Temblores) con irregulares resultados.

El guión de En la hierba alta es del propio Natali, que no se ha dejado ayudar por escritor alguno y así de galbanoso le ha salido el invento. Tampoco los King han participado en él. Joe Hill, por cierto, es clavadito a papá, ha crecido en su mansión de Maine, tiene 45 años, tres hijos, ha publicado cuatro novelas y es coleccionista de tazas de té y cualquier objeto que tenga tentáculos.

¿Y por qué no usar el apellido de papá? Su razón es que su apellido le parecía una pesada losa y suponía que, escribiese lo que escribiese, se lo iban a publicar. Así, Joe se cambió el apellido y sufrió rechazos editoriales, gracias a los cuales pulió su trabajo. Nos creamos o no esta abracadabrante historia, lo cierto es que todo el clan King escribe, publica y gana dinero con sus libros. Porque su madre (Joe defiende que ella, y no su padre, es quien más le ha influido literariamente) y su hermano Owen (que sí firma como Owen King) también escriben.

Eso sí: a Joe no le ha ido nada mal en su carrera literaria. Y no hablo solo de ventas porque ha ganado el prestigioso Bram Stoker, el Premio Británico de Fantasía, el Locus y el Premio Mundial de Fantasía a la mejor novela corta. Y este año, además, acaba de ver cómo su cómic Locke & Key ha sido llevado a la televisión (otra vez Netflix). De hecho, dos de sus diez episodios, los dos primeros, han sido rodados por Vincenzo Natali. No para este hombre.

La fascinación de King por los frondosos campos como espacio de terror no es nueva, ya la había mostrado en el relato Los niños del maíz, texto que forma parte del libro El umbral de la noche, publicado en 1978, dos años después del estreno de ¿Quién puede matar un niño?, el clásico de Ibáñez Serrador protagonizado también por niños asesinos armados con guadañas en un entorno rural. ¿Casualidad?

Fotograma de En la hierba alta

De la adaptación al cine de Los chicos del maíz se encargó un director insustancial llamado Fritz Kiersch. Eso sí, la película tiene un arranque fabuloso pero por desgracia un desarrollo soez. Los chicos del maíz se desarrolla en un pueblo de Nebraska en el que una especie de demonio llamado “El que camina detrás de la fila” domina las almas de los niños y jóvenes del siniestro lugar y les obliga a matar de forma salvaje a todos los adultos. El objetivo de sus atroces rituales es asegurar el éxito de la cosecha. Es decir: como en El hombre de mimbre, estrenada en 1973, cinco años antes de la publicación del relato. ¿Casualidad?

El farragoso y glacial guión de En la hierba alta es de Natali y no de Stephen King, que sigue de moda gracias a otro aburrido “terror de autor” llamado IT. Tampoco King hubiese sido garantía de nada al firmar el guión. Sus guiones para Creepshow, Los ojos del gato, Miedo azul, Ocho días de terror, Cementerio de animales y Sonámbulos son muy flojos y sus trabajos para la televisión igual de irrelevantes. Tampoco tuvo suerte con El resplandor, para la que llegó a escribir un guió descartado por Kubrick, que lo sustituyo por una escritora que nadie conocía llamada Dianne Johnson. King nunca se lo perdonó y siempre echa pestes cuando le preguntan por la película o por Kubrick.

En cuanto a las adaptaciones de sus novelas, a fecha de hoy los guiones más logrados han sido los de Carrie, La zona muerta, Cuenta conmigo, Misery, Cadena perpetua, Eclipse total, La milla verde y La niebla. No corrieron la misma suerte (aunque tienen muchos fans) El misterio de Salem´s Lot, Cujo, Christine, Perseguido, El cortador de césped, Verano de corrupción, El cazador de sueños… La lista es interminable porque la obra de King es inabarcable. Solo entre las películas basadas en su obra y que están por estrenarse suman cuarenta. ¿Qué otro escritor del planeta tiene esa vigencia? Sus trabajos han sido adaptados al cine o la televisión más de trescientas veces, muy pocos tienen la fortuna que amasa el señor King.

Pero centrémonos en la película que nos ocupa. El crítico de El Mundo ha escrito lo siguiente: “El director propone un ejercicio de estilo que bebe tanto de la mitología asociada a Los chicos del maíz como de las fantasías cuánticas que tanto han hecho por el correcto embalsamamiento de los gatos vivos y muertos a la vez. Es decir, laberinto espacial y, lo más entretenido y relevante, temporal”.

¿Han entendido algo? Yo tampoco, no he entendido ni papa. Como tampoco se entiende la trama de En la hierba alta, una película embarullada, efectista más que aterradora, renqueante, caprichosa. La historia trata de dos hermanos que se adentran en un inmenso campo de hierba tras escuchar el grito de socorro de un niño. Al entrar a rescatarlo, quedan atrapados por una fuerza maligna que los separa. Y aquí no hay gigantescos hombres de mimbre o cruces de maíz seco, sino una piedra a modo de fuerza sobrenatural que todo lo controla. A todos estos males se le une un sanguinario perseguidor a lo El resplandor, un Jack Torrance perdido en otro laberinto vegetal.

Niño sujetando a un perro en la película La hierba alta

Uno se cansa pronto de En la hierba alta porque sabe que le va a dar muy poco. La película resulta simplona y confusa, sus personajes no tienen alma, están mal trabajados, su pasado y conflictos están dibujados de forma muy tosca. La película ni atrapa ni convence porque no puedes interesarte por los personajes porque son meros monigotes, no tienen entidad, alma. Y para colmo mueren y renacen de forma sobrenatural y a capricho porque todo en esta película es puro artificio.

En fin, una floja película de serie B pero con todo el dinero de Netflix. No cuela.