Los Oscar no son el ejemplo del mejor cine del año, son premios que se reparte una poderosa industria para hacerse publicidad por todo el planeta. Pero desde hace años han dejado de tener el prestigio y las audiencias que tenían. Igual sucede con otros premios: ya no tienen la relevancia mediática y publicitaria de hace décadas.

Los Oscar, cuyas nominaciones conoceremos el próximo 22 de enero, se han equivocado muchas veces y han cometido enormes injusticias con películas, actores y directores. Y este año, y tras el escándalo La La Land, parece que ni habrá presentador de la gala tras semanas buscando un sustituto para Kevin Hart, que renunció tras destaparse unos chistes homófobos que hizo hace años.

Pero como dijo Woody Allen, que solo ha asistido a los Oscar para homenajear a la ciudad de Nueva York tras el 11-S, el único que gana algo con justicia es el deportista que es mejor que sus competidores, el primero que llega a la meta. Supongo que se puede decir lo mismo de un científico que ha logrado algo que cambia el mundo. Algo objetivo. El resto de premios siempre serán subjetivos, relativos y dudosos.

En este repaso para MDC recordamos, por años de especial relevancia, las injusticias más flagrantes cometidas por los Oscar en sus 91 años de historia. Ahí van:

1940

El grandilocuente culebrón Lo que el viento se llevó arrasó en los Oscar de ese año. Y ganó a películas muy superiores como La diligencia, Caballero sin espada, Beau Geste o Ninotchka. Victor Fleming ganó el Oscar al Mejor director ante titanes como John Ford, Frank Capra o William Wyler.

1952

Un americano en París se hizo con la estatuilla a la Mejor película. Este brillante pero relamido musical, con uno de los números musicales finales más eternos jamás rodados, ganó frente a joyas del cine como Un tranvía llamado deseo. Ni siquiera estuvieron nominadas La muerte de un viajante, La reina de África o El gran carnaval. También compitieron ese año La ronda y Rashomon.

1957

Ese año se cometió uno de los mayores ridículos de los Oscar. La ganadora del premio a la Mejor película del año fue la superproducción La vuelta al mundo en 80 días. La película con Cantiflas ganó a obras muy superiores en su categoría como Los diez mandamientos o Gigante, pero es que ni siquiera fueron nominadas a la Mejor película El loco del pelo rojo, Baby Doll o Más dura será la caída.

1966

El cine americano estaba cambiando, pero Hollywood no se enteraba. Ese año la triunfadora volvió a ser un musical: la cursi Sonrisas y lágrimas. Competían las magníficas Doctor Zhivago y El coleccionista y fue la cosecha de Repulsión, La colina, Campanadas a medianoche, El rapto de Bunny Lake, Giulietta de los espíritus y Mayor Dundee.

1969

Sí, han acertado, triunfó otro musical: Oliver. Y lo hizo en el año de 2001: Una odisea del espacio, El león en invierno, Faces, Las sandalias del pescador, La batalla de Argel, Bullitt o La semilla del diablo. Casi nada.

1977

El Nuevo Hollywood llegaba a su fin, el cine americano se hacía más conservador y por eso la triunfadora fue Rocky, que ganó nada menos que a Todos los hombres del presidente, Network y Esta tierra es mía. No fueron ni siquiera nominadas Taxi Driver, Marathon Man o La tapadera. Fue una edición de vergüenza en la que compitió Cara a cara, de Bergman, nominado al mejor director y vencido por el mediocre John G. Avildsen.

1980

Ganó una drama menor como Kramer contra Kramer frente a All That Jazz, Manhattan, Alien, el octavo pasajero o Apocalypse Now. Robert Benton se proclamó mejor director del año frente a Francis Ford Coppola y Bob Fosse. De risa.

1981

Gente corriente, un drama bastante sobrevalorado y dirigido por Robert Redford, ganó el Oscar a la Mejor película frente a dos clásicos en fabuloso blanco y negro: Toro salvaje y El hombre elefante. Un disparate.

1982

Un tostón como Carros de fuego se hizo con el Oscar a la mejor película, pero no logró el premio su director, Hugh Hudson. Lo hizo Warren Beatty con una película superior: Rojos. Fue el año de grandes films ninguneados como La puerta del cielo, En busca del arca perdida, Excalibur o Dinero caído del cielo.

1989

La triunfadora fue una película tan académica y olvidable como Rain Man. Se impuso a películas muy superiores como Arde Mississippi, Tucker: Un hombre y su sueño, Las amistades peligrosas, El turista accidental o La última tentación de Cristo. Un director menor como Barry Levinson ganó ante cineastas como Martin Scorsese, Alan Parker o Mike Nichols.

1990

Una road movie geriátrica como Paseando a Miss Daisy ganó a películas como Nacido el cuatro de julio, Haz lo que debas, Delitos y faltas, Los fabulosos Baker Boys, Valmont, Cuando Harry encontró a Sally o Sexo, mentiras y cintas de vídeo.

1991

La indiscutible ganadora fue Bailando con lobos, ópera prima de un guapo de Hollywood. La película, larga y exhibicionista, venció frente a dos películas de la mafia tan grandes como Uno de los nuestros y El padrino III. Costner ganó la estatuilla al Mejor director frente a Coppola y Scorsese. Alucinante.

Podríamos seguir con otras ediciones de risa, pero en realidad la década de 2000 es el inicio de la total falta de trascendencia de los premios y su definitiva pérdida de rumbo. Ahí están, para demostrarlo, los Oscar a mediocres películas comerciales como Gladiator, El señor de los anillos: El retorno del rey o La forma del agua, a películas menores de buenos directores como Infiltrados o Million Dollar Baby o a mediocre cine independiente como Crash, No es país para viejos, Slumdog Millionaire, El discurso del rey, The Artist, Argo, 12 años de esclavitud o Birdman. Pobres premios Oscar. Pobre cine.