Joan-Marc Zapata dirige El color del cielo, un drama romántico protagonizado por Marta Etura y Francesc Garrido. Tras su paso por el Festival de Cine de San Sebastián, inaugurando la sección Made in Spain, la película se estrena en salas de cine el 21 de octubre.

La película retrata a Olivia Brontë, una estrella del cine, viaja a Suiza para una sesión de fotos con una importante revista de moda. Allí se encontrará con Tristán del Val, un filósofo español a quien conoció años atrás. Este reencuentro les llevará a revisitar el pasado y preguntarse a dónde les lleva el camino que escogieron.

Hablamos con Joan-Marc Zapata para conocer a fondo qué hay detrás de El color del cielo, cómo se levanta una ópera prima sin contactos en la industria ni ayudas e intentamos descubrir cuál es el camino de la búsqueda de la felicidad que tanto ansían los personajes.

¿Cómo surge la idea de la película?

La idea surge cuando se paraliza un proyecto en el que llevamos años trabajando. Durante la pandemia nos planteamos iniciar un nuevo proyecto y tuvimos que adaptarnos a los medios de los que podíamos disponer. Un hotel en Suiza (en el que ya había rodado un cortometraje dos años antes) y dos personajes principales. Con estas premisas, nos pusimos a escribir, junto con Lluís Van Eeckhout, sobre los temas que más nos inquietan. Temas existencialistas como el sentido de la vida, el concepto de éxito y de felicidad.

¿Es El color del cielo una película de amor?

Aunque la trama pueda parecer una película de amor, no lo es. Esencialmente es una película sobre la incansable búsqueda de la felicidad que tenemos los seres humanos. Dos personajes que, en algún momento de sus vidas se amaron, se encuentran para revisitar sus vidas y los hechos y decisiones que les han llevado hasta lo que ahora son. Plantea también cuestiones como si vivimos acorde con nuestra verdad y somos realmente dueños de nuestras vidas o si, por lo contrario, tan solo somos un resultado de lo que la sociedad espera de nosotros.
Cuestiona el éxito personal frente al éxito profesional y habla también sobre cómo la aparición de las redes sociales y la cultura de la imagen y de lo efímero ha exacerbado esta necesidad de mostrar una realización personal que, en muchos casos, es ilusoria.

¿Cómo ha sido trabajar con Marta Etura?

Marta Etura es genial. Es una actriz que le gusta dar lo mejor de su personaje. Lo pelea, lo lucha y lo trabaja. Tiene una mirada tierna, dulce y profunda. Siempre quiere lo mejor para la película y es capaz de emocionar en un gran rango de roles. Realmente, un placer.

La película está rodada en 4:3, ¿por qué tomas esta decisión?

El formato es una opción transversal, pero también un elemento más del lenguaje cinematográfico. Tomé esta decisión por tres motivos: Uno de los giros de la trama de la película, que lo cambia todo, es un encierro. Los personajes se quedan encerrados contra su voluntad y, por lo tanto, el formato que más puede generar esa sensación era el 1:33:1. El segundo motivo, fue para hacer el formato un elemento activo y que jugará un papel expresivo dentro de la película. El tercer motivo, fue adaptarse al paisaje, a lo que me pedía el lugar. Suiza es un país completamente vertical, rodeado por montañas. Lo conozco muy bien. Creo que este formato (el más vertical de los formatos cinematográficos clásicos) era el que más se correspondía con el lugar donde sucedía la acción. En resumen, si hubiera hecho una película sobre personas que se divierten en una playa, hubiera elegido otro formato.

En la escena del baile decides abrir el plano, ¿qué querías conseguir?

Como dije en la respuesta anterior, el formato puede usarse de forma expresiva. La escena del baile es la única donde los personajes dejan de estar encerrados, ya sea en el hotel, en su profesión, en la opinión pública o en su vida. Es en este breve momento donde el formato entra en acción para darles ese aire que no tienen durante el resto de la película ni de sus vidas.

Hay cierta crítica a la profesión del influencer, ¿por qué decides introducir este tema?

No es una crítica a los influencers ni a su profesión. De hecho, el personaje de la influencer es el que mejor se sabe mover entre dos aguas. Es una mezcla entre los dos personajes principales. Vive sabiendo que lo que hace es efímero y se aprovecha de las herramientas que el modo de vida actual en occidente le ofrece. Poder vivir haciendo videos en hoteles de lujo y viajes pagados a costa de los seguidores que viven una vida aparentemente mucho más anodina y que sueñan viviendo, como si fueran suyas, las experiencias de la influencer. Comprando sus kits de maquillaje, los vestidos que promociona o ahorrando durante meses para visitar el hotel tan bonito del último vídeo con más visualizaciones.
No es más que una actualización de las modelos de las revistas clásicas o de la prensa del corazón. Gente que vende productos de las grandes multinacionales usando su popularidad momentánea. Está bien, me parece una forma inteligente y muy digna de vivir. En cierta manera, les admiro. Han sabido moverse, adaptarse a sus tiempos y conectar con un público, que es muy complicado. Sin embargo, sí que hay una cierta mirada crítica hacia esta configuración del sistema dónde se viven más las experiencias ajenas que las propias.

Ópera prima y estrenas en el Festival de Cine de San Sebastián, ¿cómo ha sido el proceso hasta llegar ahí?

Fue muy bonito estrenar en el que, en mi opinión, es el Festival de cine más bonito del mundo. Hace nueve años, en la edición 61, asistí por primera vez como jurado joven y cuando vi el festival, le comenté al amigo de la escuela con quien había ido: “Mi primera peli la estrenaré aquí”. Desde entonces, el proceso ha sido difícil. Hemos tenido que aprender a hacer una película desde cero. Tuvimos que aprender a producir sobre la marcha ya que las tres productoras de la película somos noveles y muy jóvenes. Además era una coproducción con Suiza y rodamos en tiempos de confinamiento por Covid. Sin ayudas públicas ni contactos en la industria. Fue complicado. Pero todo merece la pena cuando acabas la película y ves que es realmente la película que has querido hacer. Te sientes orgulloso, como un trabajo artesanal. Aún más cuando la enviamos al Festival de San Sebastián, les gustó y la seleccionaron. Un sueño cumplido.

¿Mayor dificultad a la hora de levantar la película?

No tener ni contactos en la industria ni ayudas públicas de ningún tipo.

Referentes, inspiración, a la hora de hacer cine.

Tomo referentes de todo tipo. De mi vida, esencialmente. De la pintura, con pintores como Nigel Van Wieck, de la literatura y de la música. Del cine tengo mucha influencia de muchos directores. Los primeros que me vienen a la mente son…Dreyer, Bergman y Lubitsch.

¿Próximos proyectos en marcha?

Tengo un par de ellos que me hacen mucha ilusión. Uno de ellos es la historia de mi padre en su etapa en el servicio militar en Candanchú en el año de la muerte de Franco.

La revista se llama Más de cultura y nos gusta acabar las entrevistas preguntando, ¿más de cultura y menos de qué?

Más de cultura y menos desinformación.