“Si del monolito hubiera salido un rayo como los de La guerra de las galaxias, un rayo que le hubiera pegado al mono en plena coronilla para después coger un hueso y emprenderla a golpes con otro clan de monos, todo el mundo comprendería que el monolito da la evolución a través de una inteligencia superior y extraterrestre”. (Carlos Pumares)

En su recordado programa Polvo de estrellas Pumares no ganaba para disgustos. Cada vez que le preguntaba un oyente qué demonios era eso del monolito se ponía enfermo. “¡Imaginación al poder, dicen! ¡Si la gente no tiene imaginación!”, me dijo Carlos una vez. Y cada año hacía un “Especial monolito” para volver a explicar todo aquello. Sus técnicos en Antena 3 Radio lo llamaban de coña el “Especial Manolito”.

¿Es necesario explicar otra vez qué significa el monolito? Me temo que sí, aunque Stanley Kubrick ya dijo en sus contadas entrevistas (odiaba la exposición pública) que no quería dar explicaciones al respecto, no pretendía cartografiar su película. Dijo que 2001 más que pensada tenía que ser sentida. Y lo dijo uno de los directores más fríos y cerebrales que ha tenido nunca el cine.

Su obra maestra vuelve ahora a las salas españolas en su cincuenta aniversario. Lo hace en formato digital 4K, una versión que sale de la copia en 70 mm y que el pretencioso cineasta Christopher Nolan presentó como un gran acontecimiento en el último Festival de Cannes. Otro festival, el de Sitges, también la va a homenajear y empieza por el propio cartel del certamen, con un gran monolito sobre las aguas de la costa catalana. Detallazo.

¿Qué simboliza el monolito?

Más que un mero objeto, el monolito es un símbolo, una puerta, una llave. Su forma final fue la que conocemos hoy, pero durante la preproducción Kubrick y el escritor de ciencia ficción Arthur C, Clarke pensaron en otras formas: una pirámide, un monolito transparente, una losa de ébano y una gigantesca puerta de 250 de largo y 65 de ancho.

Un buen primer paso para entender qué diantres es el monolito es leyendo. Por ejemplo la novela El fin de la infancia y el relato corto El centinela, los dos de Arthur C. Clarke. Ese centinela es el monolito. Clarke lo describe en su relato como un objeto o ente que “planta” en la tierra una fuerza extraterrestre y muy superior a nosotros: “Dejaron un centinela, uno de los millones que deben de existir repartidos por todo el universo, vigilando los mundos en los que vibra la promesa de la vida. Era un faro”. Esta descripción solo es sugerida en la película de Kubrick pero demasiado marcada en la innecesaria secuela perpetrada por Peter Hyams (2010: odisea dos).

¿Y qué busca la fuerza superior que ha colocado el monolito en la luna? Volvamos a Clarke: “Nuestra civilización solo les interesaba si dábamos pruebas de nuestra capacidad de supervivencia, lanzándonos al espacio y escapando así de la tierra, nuestra cuna”. El monolito es la niñera espacial que nos ha puesto Papá Dios para que demos nuestros primeros pasos por el cosmos, igual que Neil Armstrong, un bebé de andares primerizos y torpes.

Numerología kubrickiana

Cohabitan en 2001 tres inteligencias: la humana, la artificial y la divina. La película hace referencia directa a Nietzsche. Y no solo en el uso del Así habló Zaratustra de Strauss, conocido como El enigma del universo, sino con la alusión de las tres etapas de la inteligencia según Nietzsche: el camello (el hombre y su carga), el león (la máquina aliada con el hombre para conquistar el mundo) y el niño (bebé del espacio, nuevo ser que vemos al final de la cinta).

En 2001 las tres inteligencias nietzschianas se desarrollan en tres espacios físicos: Cuaternario, siglo XXI y Júpiter. La película se cierra con un nuevo espacio-dimensión que tenemos que dejar a la imaginación de cada uno. “¡Imaginación al poder, dicen!”.

Los tres espacios simbolizan la roussoniana fuerza bruta encauzada (creación de las fronteras y las armas), la conquista del espacio (creación de la inteligencia artificial que es el computador HAL 9000) y el viaje espacial de descubrimiento (la nave se llama Discovery).

Otro autor clave para 2001, además de Clarke, Nietzsche y Rousseau, es Homero. Michel Ciment, el más conocido investigador de la obra de Kubrick, escribió sobre las analogías entre La Odisea y 2001, una odisea del espacio. Y también sobre la importancia del número 4 en la película: “Cuatro episodios, cuatro millones de años, cuatro héroes (simio, sabio, ordenador y astronauta), cuatro evoluciones (hombre, máquina, extraterrestre y universo) y un monolito de cuatro lados que aparece cuatro veces en pantalla”.

Ciment también recordó que son justamente cuatro los conflictos de su guión: el de los monos, el de los sabios rusos y americanos, la lucha entre HAL y el astronauta Bowman y finalmente la de Bowman ante los extraterrestres y su transformación final.

En Así habló Zaratustra, de Nietzsche, leemos palabras que sirven para argumentar las evoluciones, los cambios que sufren los personajes de 2001: “¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre”.

Un monolito para cada transformación

¿Cuándo aparece el famoso monolito en la película? En cada etapa del hombre, en cada salto evolutivo. Y cada etapa está plagada de miedo. Lo sufren los monos, los astronautas en la luna y finalmente Bowman antes de convertirse en superhombre. También hay violencia. El uso del hueso de tapir para matar a un enemigo por parte del mono nos dice que en la evolución del hombre fue tan necesaria la inteligencia como la violencia, la sangre, la guerra. También HAL usa la violencia para evitar que lo desconecten, para que la inteligencia artificial no perezca ante otro salto evolutivo.

La última vez que vemos el monolito es frente a Bowman, que, como el Adán de Miguel Ángel, toca al todopoderoso. ¿Entonces el padre del monolito es Dios? Lo explicó Kubrick: “Los que plantan el monolito tienen poderes incomprensibles. Muy bien podrían estar en comunicación telepática a través del universo entero. Incluso podrían ser una conciencia inmortal que forme parte del universo. Las implicaciones religiosas son inevitables porque todo esto se le suele atribuir a Dios”.

¿Qué significa ese final?

2001 culmina en una estancia con un suelo que parece el de una discoteca y está decorada con muebles estilo Luis XVI. Se escuchan extrañas voces distorsionadas. Son los entes superiores que tienen retenido a Bowman en su jaula de oro. Los extraterrestres, que han logrado que el homínido se convierta en hombre, no se ven. Pero sí los escuchamos.

Y volvemos a la numerología y simbología de Kubrick. Las tres estancias de la habitación son la metáfora del desarrollo humano: un baño, un comedor y una cama como el nacimiento, madurez y muerte por la que todos pasamos. Pero Bowman renace en la forma de ese bebé espacial que observa la tierra de lejos, en un nivel superior. La tierra, la vida humana, ya no es su lugar.

Lo explicó bien, además de Pumares, Emilio de Gorgot en la revista Jotdown, “El monolito ha transformado a Bowman, como millones de años atrás un cavernícola fue transformado por otro monolito idéntico. Bowman ya no es un ser humano, sino el primer individuo de una nueva especie. Un nuevo tipo de entidad que ya no está sujeta a la esclavitud del cuerpo físico y que puede viajar a su antojo por el universo. Es el niño de las estrellas. El bebé contempla la Tierra con mirada curiosa. Después se gira hacia la cámara y con la misma curiosidad nos contempla a nosotros, los espectadores, los seres humanos que aún habitamos la Tierra en nuestra forma primitiva. La evolución se ha completado finalmente. Fin”.

No se pierdan la experiencia única en la vida que es ver esta obra maestra en una gran pantalla y en una sala de cine. Avisados están.