En cine, cuando hablamos del comportamiento de la luz, nos referimos en gran medida a la temperatura de color de la fuente que emite esa luz. Esta se mide en grados Kelvin (K) y tiene dos valores estándar, los 3.200ºK, que se relacionan con la luz más cálida, la de una bombilla por ejemplo, y los 5.600ºK, una luz más fría, como la de la luz natural del sol, aunque varía a lo largo del día.
Con el balance de blancos, podemos ajustar la temperatura de color en la cámara y hacerla neutra, pero a veces se decide virar hacia tonos cálidos o fríos de una forma intencionada. De hecho, en muchas películas se decide utilizar tonos más anaranjados o azulados en función lo que transmiten esos colores en la escena.
Vittorio Storaro, quizá el director de fotografía más conocido y reputado que existe, lo definía así: “Yo escribo con la luz. Y la luz tiene usos simbólicos. Cuando comprendo el sentido del filme doy a cada personaje o a cada emoción un tono, un color. Para hacer Corazonada de Coppola, estudié cromoterapia, una ciencia que explica cómo cambia el cuerpo ante la presencia de determinada luz”.
Storaro, conocido por trabajazos como Último tango en París, Apocalypse Now o El último emperador, suele plasmar un contraste de color bastante fuerte en todas las películas que rueda. En una de las últimas, Wonder Wheel, que se estrenó con Amazon Studios, presentó distintas configuraciones de color en el propio set que iban variando en directo mientras se rodaba. Trabajó mano a mano con el colorista, que había diseñado previamente unos looks determinados con la aplicación Prelight.
Hay que diferenciar entre el trabajo del etalonador y el del director de fotografía, y por supuesto, del de la dirección de arte. Es cierto que ambos departamentos tienen que estar en continua comunicación y ajustarse a la paleta de color que se ha hablado en la preproducción, pero la luz es competencia del departamento de fotografía. Si todo esto os suena a chino, aquí van unos ejemplos de películas en las que el contraste, en cuanto a temperatura de color se refiere, está bastante marcado.
En ZERØ, La fotografía de Jose Martín Rosete, acompañada de esos desiertos tan espectaculares, varía a medida que avanza la trama. Las noches lunares, completamente azuladas, contrastan fuertemente con el paisaje marciano diurno. Es en esas noches, cuando la hoguera se enciende y el fuego chispea, cuando se aprecia a la perfección ese contraste entre la calidez de la luz que desprenden las llamas y la frialdad que despierta la luz de luna.
Este tipo de contraste, tan virado hacia el color, también se puede apreciar en trabajos como Mad Max (Fury road).
Deseando amar, una obra maestra del cine, es un claro ejemplo de esa utilización de la luz adaptada a las emociones de los personajes que hablaba Storaro. Christopher Doyle y Mark Lee consiguieron el premio del Círculo de Críticos de Nueva York a Mejor fotografía por este trabajo que a día de hoy, todavía se sigue estudiando. Y en parte, por el apoyo escénico del departamento de arte, que hizo un trabajo impecable.
Este tratamiento tan “pasional” de la luz también se puede apreciar en un trabajo más reciente: Joker, con fotografía de Lawrence Sher.
Si os habéis quedado con ganas de más ejemplos, aquí os dejo un vídeo de referencia que muestra a la perfección lo comentado anteriormente.
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