Se acaba de presentar hace unos días el cartel de la futura entrega de Rambo, que hace la número 5 y se empezará a rodar a partir de Septiembre. Sólo este anuncio ha alcanzado ya fama mundial. ¿Por qué, después de tanto tiempo, siguen interesando las nuevas entregas de esta saga?

Las sucesivas películas tanto de Rocky como de Rambo van ineludiblemente ligadas a su protagonista, Sylvester Stallone que no sólo es el actor principal, sino que también contribuye como guionista.

Su éxito le llegó cuando se inspiró en uno de los personajes más grandes del S. XX, Muhammad Alí. Este personaje daría por sí solo para uno o varios artículos pero aquí solo diremos de él que se le considera el mejor boxeador de todos los tiempos, que tuvo una gran influencia en las luchas sociales y la conciencia del orgullo de los afroamericanos, negándose, por ejemplo, a ir a la guerra de Vietnam y que tenía una enorme agilidad mental y facilidad de palabra. Como curiosidad, se le atribuye la poesía más corta en lengua inglesa: “Yo, nosotros”.

Alí disputó el campeonato del mundo de los pesos pesados en el mítico combate de Kinshasa, frente a un púgil mucho más fuerte, joven y resistente que él, George Foreman.  Foreman había propinado una paliza al anterior campeón del mundo, Joe Frazier, había vencido en 23 segundos a Cookie Wallace y en 55 segundos a José King Román, los dos por K.O., siendo este último el K.O. más rápido de la historia en un combate por el campeonato mundial.

Alí intentó oponerse a la brutal fuerza de Foreman con agilidad de brazos y rapidez de piernas y, al ver que no obtenía resultado cambió de táctica en mitad del primer asalto. Se fue a las cuerdas y se dejó golpear por su contrincante provocándole durante todo el combate para que siguiera pegándole ¿su estrategia? Agotar a su contrincante a base de recibir golpes a pesar de los desesperados gritos de su entrenador. Así aguantó, recibiendo una soberana paliza hasta el octavo asalto en el que, aprovechando el cansancio de su oponente contraatacó ganando el título mundial.

Alí declararía que estaba dispuesto a morir para ganar el combate. Apostó todo a una carta en una jugada muy arriesgada y ganó.

Este combate inspiró la película Rocky III, en la cual Sylvester Stallone se enfrenta a Mister T –conocido por su aparición en la serie “El equipo A”-.

Después de Kinshasa, el nuevo campeón aceptó disputar una pelea con  Chuck Wepner. Un boxeador que, con 37 años, se encontraba ya al final de su carrera y no había conseguido grandes logros durante la misma. Era conocido popularmente como “El sangrador de Bayonne”, debido a que sus cejas sangraban de manera abundante, acumuló en ellas más de 300 puntos a lo largo de su carrera.

Las apuestas estaban 30 a 1 a favor de Alí, que no paraba de dar golpes a su oponente que, ante la sorpresa general, tenía gran capacidad para encajarlos. En el noveno asalto, lanzó un potente ataque que llevó al campeón a la lona, circunstancia ésta que no había sucedido en varios años. Alí reaccionó redoblando su ataque con más potencia todavía pero Chuck no caía y aguantó de pie al campeón hasta el décimo quinto y último asalto, en el que cayó por K.O. técnico 19 segundos antes del final.

Las cejas le sangraban abundantemente hasta el punto que le impedían la visión, en un momento el árbitro le puso tres dedos delante y le preguntó cuántos dedos veía, el aspirante acertó la respuesta contando los pellizcos que le propinaba disimuladamente su entrenador.

Nada más terminar de presenciar el combate, Sylvester Stallone se fue directamente a su casa y en tres días tenía preparado el libreto del guión de Rocky, en el que contaba el combate de Chuck Wepner incluyendo algunos detalles literales. Presentó el guión a los estudios y a éstos les gustó. Sin embargo Stallone se postulaba como actor principal de la película y los productores querían que la protagonizara algún actor ya consagrado como Burt Reynolds o Robert Redford. Sly –como le conocen en EE.UU.- rechazó elevadas sumas de dinero y no vendió el guión hasta que aceptaron que fuera el protagonista. Ahí empezó su exitosa carrera.

En la ceremonia de 1977 se alzó con el Oscar a la mejor película, que competía con “Todos los hombres del presidente” que interpretaban  Robert Redford y Dustin Hoffman y con otra que no se sí recordarán, la dirigía Martin Scorsese y la interpretaba un actor muy joven que repetía “Are you talking to me? Talking to me?”.

A la vez que Rocky ganaba en mejor película y mejor dirección, Sylvester Stallone era nominado en las categorías de mejor actor y mejor guión.

En su otra saga, Rambo, que ahora anuncia su próxima entrega, Stallone interpreta a un soldado de élite que vuelve de la guerra de Vietnam y que es maltratado por el Sheriff de un pueblo local, desencadenando la venganza que todos conocemos.

El propio actor, guionista y director tiene paralelismos con sus personajes. Conflictivo  –fue expulsado de un buen número de colegios-, se vio obligado en sus inicios en la industria a hacer incursiones en el porno y hasta a vender a su perro porque cómo el mismo dijo, sólo tenía 20 dolares en el bolsillo.

Tal vez Stallone represente el sueño americano, el pobre que ha triunfado. Tal vez sea la fe que tiene en su propio talento. Quizás sea la constancia que tiene en perseguir sus sueños –nadie auguraba una buena acogida del público a las últimas películas de sus sagas y sin embargo no le ha ido mal-. Tal vez sea que represente en sus entregas a la reencarnación de David contra Goliat o quizá incluso sea incluso algo más profundo que el éxito o el fracaso y consista en reivindicar el orgullo, la dignidad del ser humano, en no entregarse y seguir luchando hasta el final, hasta el límite de las fuerzas que uno tenga. No lo sé.

El caso es que ha conseguido lo que muy pocas personas más han logrado, seguir interesando después de tanto tiempo.