Muchos de nosotros, que estudiamos algo relacionado con el mundo audiovisual o que trabajamos en el mundo de la comunicación, en algún momento nos hemos planteado ser directores de cine. Sobre todo al empezar la carrera y por la fascinación por grandes directores tanto de nuestro país como extranjeros. La realidad es que casi ninguno de nosotros acabamos realmente dedicándonos a ello. Y los que lo hacen, no pueden dedicarse en exclusiva a la dirección.

Hace poco alguien me dijo que los únicos directores de nuestro país que se dedican exclusivamente a dirigir son Almodóvar y Amenábar. Así que creo que es necesario profundizar en el tema y plantearnos una pregunta clave. ¿Cuáles son las barreras que encontramos los jóvenes para dedicarnos a esta profesión?

Para empezar, nosotros los jóvenes convivimos con la palabra maldita, “CRISIS”. Nos conformamos con lo que sea por miedo. Pensamos que «más vale malo conocido que bueno por conocer». Es como si cada vez que pensamos que algo no nos gusta y quisiésemos cambiarlo, una voz en nuestro interior nos dijera que mejor no arriesgar lo que ya tenemos. Pero, ¿qué es lo que nos da tanto miedo perder? Es el momento de arriesgar, tenemos la edad y las ganas de hacerlo.

Es cierto que sin los contactos adecuados resulte complicado hacer una buena carrera en el mundo de la dirección de cine. Lo que también es verdad es que los contactos se los debe buscar uno mismo. Los compañeros de clase, profesores, primeros jefes, incluso aquellos con los que estuviste de campamento en Segovia… todas esas personas te las puedes encontrar en un futuro, por lo que es positivo mantener el contacto.

Obviamente cada director tiene su sello personal. Es fácil al ver una secuencia saber si se trata de una película de Tim Burton o de Woody Allen. Eso no es sólo un estilo de dirección se consigue tras mucho trabajo y esfuerzo. Empezar con cortos, pedir ayuda a los amigos, presentarlos a concursos… eso nos dará una experiencia única, pero no tiene que quedarse ahí.

Es importante el marketing de cada uno. Todo es publicidad, vender un producto de la mejor manera, darlo a conocer… Con las personas ocurre igual, hay que venderse, hay que apostar por el “Personal Branding”. Si hemos hecho un corto o una pieza, vamos a aprovecharnos de internet, vamos a moverlo en redes sociales, vamos a contarlo, vamos a decir quiénes somos… Que hablen de nosotros y de nuestra obra.

Como toda profesión, el mundo de la dirección es una carrera de fondo. El reconocimiento no llega de la noche a la mañana. Pero tampoco hay que quedarse sentado esperando que llegue. Si te apasiona lo que haces, por lo menos la espera será más reconfortante.

En resumidas cuentas, es complicado ser director de cine, pero más difícil es tener la vocación de serlo y no intentarlo. ¡Suerte!