Pocos españoles saben que el rey Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, fue el primer productor de cine porno de España. Lo hizo produciendo, hace un siglo, varias películas pornográficas para exhibirlas en pases privados en su palacio. Se conservan tres de esas películas en la Filmoteca de Valencia y se titulan El confesor, Consultorio de señoras y El ministro. Sus ordinarios argumentos fueron idea del propio rey. A saber: un cura mantiene relaciones sexuales con sus feligresas, un doctor lo hace con sus pacientes y una mujer visita a un ministro para mediar por su marido y el ministro le reclama su cuerpo a cambio del favor.

Para Chiqui Carabante, autor y director de la obra Alfonso el Africano, sobre este rey y estas películas, “curiosamente todas ellas están basadas en relaciones de poder del hombre sobre la mujer”. En Alfonso el Africano (apodo que viene de su papel en la guerra del Rif), que se representa en la Sala de la Princesa del teatro María Guerrero, Carabante traza un evidente paralelismo entre aquel rey y su nieto. Con él, y sobre su obra, hablamos para MDC:

¿Cómo surge, en la Compañía Club Caníbal, la idea de hacer una obra sobre este capítulo de la historia de España? Es una obra muy actual: muestra un paralelismo entre Alfonso XIII y su nieto Juan Carlos I. Los dos renuncian al trono, los dos son amigos de los hoteles de lujo, las fortunas acumuladas en bancos extranjeros, la afición por la caza, las amantes…

Era una anécdota muy apetitosa para las fauces del Club Caníbal: un monarca español, un Borbón, que había producido porno. Al principio era sólo eso, nos sonaba a una comedia ligera y divertida. Pero hicimos un trabajo de documentación y nos sumergimos en la realidad de aquellos años. La anécdota sigue existiendo, pero ahora pesa más el retrato de un rey indolente alejado de la sociedad.
También nos llamó la atención los paralelismos entre los dos principios de siglo en este país. El siglo XX y XXI están cargados con las mismas tensiones: el catalanismo, la polarización social, la crisis económica, la corrupción… Nos encontramos con la oportunidad de hacer un espejo y hablar también de la España actual.

¿Alguien te dijo en el proceso “No lo hagas, no te metas en problemas”?

Sobre todo la familia. Han conseguido instalar el miedo a expresar ideas en el ciudadano de a pie.

Ya hemos visto en la web de El País el típico comentario de hater: “Y esto lo pagan con dinero público”. Sin haber visto la obra, claro. Esperas este tipo de reacciones, supongo.

Me dedico a hacer cine y teatro. Lo del dinero público siempre es un arma arrojadiza contra la gente de nuestra profesión.

¿Crees que podéis ofender a unos cuantos monárquicos? Vivimos en Ofendilandia.

Todo el mundo tiene derecho a ofenderse y también todo el mundo tiene derecho a decir lo que piensa. Si hiciéramos caso de cualquiera que se ofende por un chiste no podríamos hacer humor.

¿Por qué este reparto? ¿Cómo lo eliges?

Somos el Club Caníbal: Juan Vinuesa, Fonta García, Vito Sanz y yo. Ellos tres son actores y yo director. Los cuatro somos autores y yo hago la dramaturgia. Es decir, le doy forma al texto que vamos creando a través de improvisaciones. Ellos tres hacen todos los personajes. El grupo nació de un momento de crisis en el que ninguno de los cuatro teníamos trabajo. El lenguaje que desarrollamos surgió de la necesidad. En Alfonso el Africano en lugar de Juan Vinuesa actúa Juanfra Juárez. Juan ha escrito el texto con nosotros pero tenía otros compromisos profesionales. Siempre nos acompaña, desde que nacimos como grupo, la música en directo de Pablo Peña, el diseño de vestuario de Salvador Carabante y la escenografía de Walter Arias.

Has citado como referentes a Els Joglars o el humor de revistas como La Codorniz o Pim Pam Pum.

Creo que el Joglars siempre ha unido calidad teatral con crítica social, algo con lo que nos sentimos identificados. Al imbuirnos de la estética de principios del siglo XX el espectáculo ha tomado la forma de las revistas satíricas de esa época: la limpieza al dibujar los personajes, las frases contundentes que sintetizan una situación, su irreverencia… Las letras picantes y sugerentes de los primeros cuplés también nos han ayudado a ese viaje temporal.

Mezcla anécdotas verdaderas con otras inventadas. ¿Cuáles son las verdaderas?

Que Alfonso XIII encargó a los Hermanos Baño unas películas sicalípticas a través del Conde de Romanones, que las veía en palacio, que el monarca apoyó la dictadura de Primo de Rivera, que tuvo que marcharse del país…

En la Compañía Club Caníbal habéis llevado al teatro temas muy originales: los festejos populares en los que se sacrifican animales, la medalla de oro que logró un equipo en el que solo había dos paralímpicos de verdad y los últimos días del presidente de El Corte Inglés ¿Por qué esos temas?

En nuestra trilogía, Crónicas ibéricas, nos preguntábamos qué es ser español, en qué se basa nuestra identidad. En la primera tratábamos la tradición, ¿dejamos de ser españoles si dejamos de tirar cabras desde un campanario? En la segunda la corrupción, ¿es parte de nuestra identidad la corrupción? Y en la tercera la construcción del hombre español ideal, ¿somos los hombres que quiso El Corte Inglés que fuéramos? Con Alfonso el Africano hemos comenzado otra etapa y quizás la pregunta sea: ¿cuál es la historia que nos han construido?

Gracias y mucha mierda con la obra.

Gracias a vosotros.