Siempre es una gran y buena noticia que Esperanza Pedreño se suba a las tablas. Conocida por el gran público por dar cuerpo y voz a Mari Carmen Cañizares en Cámera Café, esta actriz monumental que estremeció con Mi relación con la comida de Ángela Lidell, regresa al teatro con Coneja: escrita, dirigida, interpretada y reivindicada por ella misma.

Coneja, primera parte de la Trilogía de la desaparición es una pieza contundente, tierna, apocalíptica, dulce, subversiva y genial acerca de cómo la maternidad supone una revolución absoluta en la vida de una mujer, en cualquiera de los aspectos imaginables. Contada desde el punto de vista de una madre soltera, porque el padre de la criatura les ha abandonado, Esperanza Pedreño ajusta cuentas con la vida desde el escenario.

La suavidad de una actriz menuda, de voz fina y apariencia frágil junto a la aspereza de un monólogo, a veces surrealista hasta la carcajada, pero cargado hasta las trancas de razón, ofrece un resultado rotundo y embriagador que lleva a una inquietante reflexión: La maternidad llega cargada de incomprensión y aislamiento.

Coneja da voz a todas las madres que han dejado de reconocerse en el espejo y quedan marcadas por este hecho irremediable. La maternidad, con toda su grandeza, también deja un rastro miserable en cada mujer y el denominador común es la culpa.

La responsabilidad gigantesca de criar a unos hijos, con la aspiración de que sean, al menos, buena gente. Mantener su salud en orden, su educación correcta, sus hábitos vitales adecuados, su aspecto personal en condiciones, poner a raya sus miedos, despertar inquietudes saludables, velar sus fiebres, escuchar sus peroratas, disfrutar sus logros, consolar sus decepciones, recibir a sus amigos, asegurarles que su trayecto es alucinante…

A todo esto, una madre, comunmente trabajadora, debe unirle la responsabilidad de que el hogar donde viven sus criaturas sea adecuado, debe convertirse en un buen referente -no perfecto pero al menos que no se contradiga mucho con lo que predica- no debe descuidarse demasiado, ni descuidar su relación de pareja. Debe seguir cuidando sus amistades y debe seguir cerca del resto de su familia -las madres tenemos padres, hermanos, sobrinos… Y obviamente debe cuidar un puesto de trabajo que supone la sostenibilidad de este tetris endiablado.

Esperanza Pedreño es actriz, sí, pero antes fue economista y socióloga. A través de Coneja, así, como quien no quiere la cosa, reivindica la tarea ímprova de una mujer madre trabajadora en su lucha por sobrevivir: A la demanda de los hijos, la incomprensión de su pareja, la falta de empatía generalizada y la sospecha habitual de que una mujer, en estas circunstancias es imposible que rinda en el trabajo. Lo que queda de todo esto es la desaparición de lo que una mujer fue. Y no porque haya dejado de serlo, sino porque queda diluida en tal marejada que ni ella misma se reconoce.

Coneja surje como la reivindicación de la mujer ante una injusticia social. Su condición de madre genera una pantalla de desconfianza, por mucho que digan. En ese momento vital una mujer, lo sigue siendo en todos los aspectos, aunque parezca mentira, sólo que se organiza de otra manera.

Coneja. Trilogía de la desaparición.

Desde el 10 hasta el 31 de julio 2019

en el Teatro Alfil. MADRID