El tiempo todo lo cura o El tiempo todo locura. Según se mire, así nos lo plantea Félix Estaire, dramaturgo con una treintena de montajes teatrales que han sido premiadas, por ejemplo, con premios como el MAX a Mejor Espectáculo Revelación o el Premio Teatro en Confluencia.

Del 2 al 27 de septiembre se podrá disfrutar en el Teatro Galileo de Madrid de su último proyecto: El tiempo todo locura, una comedia sobre viajes en el tiempo que reúne a tres hermanos que se tienen que enfrentar a un conflicto: ¿Qué ocurriría si compramos unas pastillas en el herbolario y al tomarlas viajáramos al pasado para poder cambiarlo?

En nuestro afán por seguir encontrando obra teatrales que sean también experiencias, nos encontramos ante un curioso planteamiento: una comedia unisex e intercambiable. La intención es hacer humor que no esté asociado a los roles de género. Es decir, que los personajes pueden ser interpretados por hombres, por mujeres, transexuales…etc. A su dramaturgo le basta con que sean personas. Pero la originalidad reside también en su desarrollo, porque es intercambiable. De las cuatro personas del elenco, todas se saben los tres papeles de los que se compone la obra, porque no sabrán hasta la misma noche de la función qué papel les tocará representar. Se plantea además que sea el público quien decida los roles. Cuando hablamos con su creador, Félix Estaire, aprovechamos para indagar en su experiencia en las artes escénicas. Para él el ejercicio de escritura teatral es comparable a la siembra de patatas… Sí, sí, de patatas.

El tiempo todo locura. ¿Qué título más apropiado para los tiempos que vivimos no?

Sí, eso intentamos. El mundo actualmente está un poco loco. Nos ha tocado vivir cosas muy extrañas y es un pequeño juego de palabras por el que el tiempo es «todo una locura» pero hay un punto en el que también «todo lo cura».

¿Por qué nos obsesionamos tanto con el tiempo en las historias?

Creo que nos obsesiona el tiempo porque es una construcción humana. El tiempo no tiene medida hasta que no se la damos. Incluso se dice que es relativo porque hay momentos que se pueden hacer eternos y otro momento largo se te puede pasar volando.

Nos obsesiona el tiempo porque casi te diría que es lo único que tenemos. Nos determina. También se juega con ello en la función. Hay tiempos pasados en los que dices: «ay, qué bien o que mal estábamos en este momento». Normalmente si estabas mal te ríes con el tiempo y si estás mal ahora dices: «ay, qué bien estaba entonces». Creo que realmente no añoramos lugares sino que añoramos otros espacio tiempo que, además, están vistos desde nuestro punto de vista y a lo mejor no eran tan buenos como los recordamos.

A Ángel Ruiz, que está acostumbrado a viajar en el tiempo en El Ministerio del tiempo, le preguntaba que si pudiera viajar a un momento del futuro para ver algo cuál sería. ¿En tu caso?

¡Qué difícil! No se que momento elegiría porque lo único que tengo claro que me va a pasar es que me voy a morir. El resto de cosas no las tengo claras, entonces no se si solo podría elegir el momento de mi muerte porque es lo único que puedo saber seguro que va a pasar.

¿Cómo pasas de ser simplemente intérprete a escribir también textos? ¿Recuerdas lo primero que escribiste?

Sí. Recuerdo perfectamente lo primero que escribí. Creo que hay un paso que se produce de manera natural. Un alto porcentaje de las personas que nos dedicamos al teatro empezamos por la interpretación. Por meterte en otras pieles y ver cómo sería la vida vista desde ahí.

Hay un momento, a mi me pasó, que piensas en por dónde quieres contar las cosas. Cuando empiezas a imaginar otras posibilidades, lo que estás es elucubrando es una dramaturgia completamente diferente o una historia completamente diferente o nueva.

A mi me interesó mucho porque cuando me ponía a estudiar un texto para interpretarlo intentaba rebuscar dentro del texto qué cosas me estaba diciendo el autor o la autora a través de las frases.

Creo que el camino del dramaturgo es el de sembrar cosas que se interconectan con el camino del intérprete, que es el que rebusca. Es como si tú plantas una patata en el texto y llega el intérprete, se pone a rebuscar y la encuentra.

Para mí, y esto ya es una opinión personal, las personas que mejor escriben son las que han pasado por el escenario. Porque escriben para el medio en el que han habitado.

Mi recorrido tiene que ver con tener ganas de contar otras cosas y, desde ahí, intentar buscar las herramientas. Por eso me puse a estudiar dramaturgia.

Esto no es aleatorio, hay que estudiar y trabajar.

Sí, porque la experiencia te enseña un montón. Cuando ves un texto tuyo en escena piensas en lo que te equivocaste o lo que podía haber sido de otra forma. Porque en la cabeza todas las obras son obras maestras, pero luego cuando te pones a escribirlas… Miguel Mihura decía que el oficio de escribir teatro es el que más fácil parece pero que más difícil es.

¿Es más fácil utilizar el vehículo de la comedia para hacer pensar al espectador?

Yo creo que escribir comedia es más difícil. Tengo esta sensación. Pero luego es mucho más gratificante poder hacer pensar porque con la risa se desnuda o se desprotege más al espectador.

Cuando estamos viendo una ficción y te estás riendo, en cuanto cuelas un momento dramático o de pensar llega mucho más limpio. Porque el espectador está mucho más abierto. Se lo está pasando bien. Por eso puede que la comedia tenga más posibilidades para hacer pensar, porque te desprotege.

¿Cuáles son los retos del teatro ahora?

Va por días. Imagino que me pasa como a todo el mundo. Hay días que estás más confiado y otros más desconfiado con el futuro, con esta especie de nueva normalidad. Pero creo que el teatro es algo que estamos echando de menos porque es el espíritu de la reunión, del juntarse.

No es una ficción televisiva que puedas ver en casa. Con toda buena intención se han estado intentando hacer obras de teatro o retransmitiendo obras de teatro y aunque es una opinión personal, creo que el medio, si utilizas una cámara para hacer llegar este contenido, ya deja de ser teatro.

Porque el teatro es inmediato. No hay nada entre tú y el espectador. En cuanto metes un medio está intermediado, entonces no se hasta qué punto es teatro o se convierte en televisión.

Los nuevos retos serán recuperar el espíritu de reunión. El poder volver a juntarte y que 500 personas se puedan reír a la vez. En el momento te pone nervioso que esto pueda pasar. También vivimos con la incertidumbre de que la semana que viene tengamos que cerrar. La gente del teatro estamos pasándolo realmente mal. Yo tengo la suerte de que he podido mantener otro trabajo pero la mayor parte de mis compañeros lo han tenido muy complicado.

¿Más de Cultura y menos de qué?

Menos de violencia. Siempre. Creo que más cultura va asociado a más civismo y esto genera menos violencia. Tanto en el trato verbal como en el físico.