Fotografía: teatrokamikaze.com 

Nos podemos pasar el día hablando o interactuando con nuestros dispositivos de comunicación, pero ¿Y escuchando? Pablo Messiez propone una obra para ser escuchada en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid: Las canciones. Y llega en un momento muy importante, puesto que será, tristemente, una de las últimas de la vida de la sala, que cerrará sus puertas el próximo 30 de enero.

“Parece que antes de nacer ya estábamos escuchando cosas. Luego, ya en el mundo, nos vimos rodeados de entonaciones. Con el tiempo, algunas se fueron convirtiendo en palabras. Palabras que aprendimos a decir y a repetir hasta olvidar que alguna vez fueron música. Y así crecimos, con el lenguaje y sus sentidos, atenuándole su musicalidad a la voz”.

Una caja de música en formato habitación envuelve a los personajes que permanecen inmersos en el ejercicio de escucha de las canciones. El director apuesta por introducir la escena mucho antes del arranque del espectáculo en sí mismo, como si el tiempo no existiese y no supiéramos cuánto tiempo llevan simplemente escuchando canciones. La irrupción de dos forasteros que llegan en calidad de músicos y la mujer de uno de los hermanos, alterará su calma y les pondrá ante las cuerdas de su propia realidad delirante.

Basada en la obra Las tres hermanas Antón Chéjov

Una reinterpretación del texto original de Chéjov (Las tres hermanas) que en formato musical nos va ofreciendo una selección de canciones que parecen no dejarse ningún género ni idioma. Como evidenciando una vez más la universalidad de la música y el ejercicio de escuchar frente al comprender, que lleva implícito un idioma. Para esto, el director inicia desde el comienzo un diálogo con el espectador, como ya tiene acostumbrado a su público, en forma de rótulos proyectados sobre el escenario. Así, el subtitulado de las canciones hace las veces de maestro de ceremonias, añadiendo comedia y drama mientras todo sucede.

La complejidad del texto, en muchas ocasiones deja paso a la simpleza de las acciones. Como si de la compensación constante surgiese la verdadera metáfora. En el centro, el amor. El amor a un padre, el recuerdo, el amor a la música, el amor a una pareja o a una hermana, el primer sexo, la conquista y el hastío. Todo en un ejercicio de escucha al cuerpo. Un ejercicio que quizá puedan hacer también mientras leen este artículo, si de fondo, se ponen uno de los temas principales de la obra:

El humor innegable de Carlota Gaviño se contrapone a la sobriedad de Rebeca Hernando que, en honor a la obra original, lleva el peso de la trama. Sus textos, apelan directamente a nuestro intelecto para recordarnos que la música nos puede hacer viajar en el tiempo. También, lo importante que es escuchar sin dar por supuesto lo que va a haber al otro lado. Una adaptación de un texto clásico convertido en contemporáneo a base de música y conectores con el lenguaje actual, como, por ejemplo, el uso del femenino.

Un diálogo entre el escenario y el patio de butacas 

Dividida en dos actos, como las cintas que estamos escuchando, La Cara A y la Cara B de la obra se ven interrumpidas por una pausa de 15 minutos que constituye también un ejercicio de escucha. Para el espectador, o para los actores. Un diálogo abierto entre el patio de butacas y el escenario de libre elección y libre consumo. Un ejercicio físico y mental que evidencia los procesos creativos de la profesión de interpretación.

Así, como si todo fuera una cuestión de tiempo, Las Canciones nos ofrece ese tempo, esa unidad de medida que son las canciones, para darnos una pausa y escuchar con atención lo que la vida tiene que decirnos.