Fotografía: Calles de Hanoi: Lydia Gracia.
Cuando en Asia llueve, no siempre amaina. Sus gentes, sin embargo, no se detienen, chubasquero en cuestión de segundos para poder seguir circulando en moto por Hanoi y San Se Acabó.
Sin embargo, siendo españolitas medias como era nuestro caso, una lluvia torrencial te imposibilita ligeramente seguir visitando la capital de Vietnam.
En un callejón, entre Hàng Bông y Thợ Nhuộm, esquivando motos, furgonetas, puestos ambulantes y algún que otro elemento, nos refugiamos en el restaurante Cumulus. Un garaje ataviado con varias sillas y mesas de madera con un cartel colgado a plena vista: «I have a dream».
Allí nos recibe él con una amplia sonrisa. Su nombre real es Cuong Nguyen, pero todo el mundo le conoce como William Cuong. Lleva 40 años sonriéndole a la vida por la concesión de una segunda oportunidad desde su nacimiento, en 1979.
«Creo en la educación. El gobierno nos enseña mucho sobre política, no les importa el carácter de las personas ni su forma de aprender»
En la comuna Chinh Ly, en el distrito de Ly Nhan, los niños se dedican a limpiar zapatos y vender postales. William hacía todo eso para darle el dinero a su madre. La buena fortuna le llegó con la visita de un par de embajadores a Hanói.
En su propósito de ayudar a los niños pobres como él, ingresó en la escuela secundaria de la ciudad: «siempre se reían por mi diferencia de edad». Sin embargo, la educación que otros no tuvieron le ha permitido llegar a ser dueño de un restaurante y poder ganarse la vida.
Cuando una guerra tan atroz como la de Vietnam acaba con los recursos de millones de personas, él nos reconoce allí sentado, mientras prepara los platos de comida que le hemos pedido, que todos los días que lo más importante es que «camina con sus dos pies, tiene trabajo, manos y cara, muchas personas no pueden decir lo mismo». Se refiere, entre otras cosas, al El Agente Naranja, uno de los herbicidas utilizados por los militares estadounidenses como parte de su programa de guerra química durante la guerra.
«TripAdvisor es muy competitivo. No podemos acceder a una buena ubicación porque siempre va a haber un pariente del dueño del local que tenga prioridad»
La carne que hemos pedido empieza a dorarse en la plancha y nos cuenta que trabaja para sobrevivir y que su único objetivo es pagar el alquiler de la casa que comparte con 3 personas. A su mujer la conocemos, mientras nos prepara un zumo de mango.
Reconoce que la educación ha sido fundamental para llegar a abrir el restaurante y que recuerda todos los días lo que era pasar hambre en la calle. 40 años después, aplicaciones como TripAdvisor le permiten tener una red de comentarios positivos para su negocio. Nos enseña varios, pero reconoce que es más complicado de lo que parece: «nunca nos permitimos soñar con un restaurante en la ciudad. TripAdvisor es muy competitivo. No podemos acceder a una buena ubicación porque siempre va a haber un pariente del dueño del local que tenga prioridad».
Sin embargo, reconoce que lo que sí le permite es dar a conocer su historia y que «algunos turistas vengan para apoyar mi sueño».
«el turismo de masas es muy bueno porque muchas personas pobres consiguen un trabajo»
La comida está casi lista pero cuando le prometo que contaré su historia en esta revista, rebusca entre sus pertenencias y me enseña un periódico holandés en el que otros turistas le dieron la oportunidad de aparecer. Se ríe al enseñarme la ironía de la página. En ella aparece la noticia de la cumbre entre Trump y Kim Jong-un y en una foto se dan la mano. Debajo del pacto EEUU-Asia, su historia: «Un periodista leyó sobre mí en Instagram (@street_kid_restaurant_) vino a cenar y me entrevistó». Entre líneas, se puede leer que el tema que se analizaba era la apertura capitalista de Vietnam, que sirve de modelo para Corea del Norte.
Siendo esta una revista cultural, no puedo evitar preguntarle por su visión de la cultura y el turismo de masas. Sobre lo primero lo tiene claro: «me doy cuenta de la cultura de Vietnam, creo en la educación. El gobierno nos enseña mucho sobre política, no les importa el carácter de las personas ni su forma de aprender».
Ante la segunda cuestión no me sorprendo, lo cual me entristece aún más desde mi posición y el lugar en el que he tenido la suerte de nacer: «el turismo de masas es muy bueno porque muchas personas pobres consiguen un trabajo«.
Me acuerdo de la frase que descansa sobre su pared de baldosas: «I have a dream». Y el mismo me responde cuando le pregunto que dónde le gustaría verse en 5 años: «me gustaría verme sin tener que preocuparme por el alquiler de la casa y pudiendo viajar dentro del país».
Por supuesto que todo lo que comemos está exquisito. Nos enseña a comerlo como una auténtica familia vietnamita. Como la que estamos formando mientras nos contamos nuestras historias. Como experto en gastronomía, recalca como imprescindibles el Bún Chả, Phở Bò (sopa de fideos con carne) y el Nemán (rollito de primavera). Y tras probarlos lo suscribo.
Mientras, veíamos como la lluvia se iba reduciendo. La ironía de aquel día era tal que nosotras nos estábamos refugiando en un lugar donde aguardaba una historia de refugio mayor. Como él mismo pronunciaba, su historia es «una película de tormenta perfecta en la que nadie sobrevivió».
Antes de irme le aseguro que contactaré con él y le pido un consejo. No para mí, sino para los que lean su historia: «les aconsejaría que fueran a la escuela porque sin educación no hay trabajo».
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