El pasado miércoles disfruté de la obra de Henrik Ibsen Un enemigo del pueblo, versión libre de Álex Rigola y con un estupendo elenco: Nao Albet, Israel Elejalde, Irene Escolar, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes. Fue el mismo día que detenían a Willy Toledo, que llegó a estar interesado en participar en la obra. Antes de empezar la representación, Albet nos provocó: “Puede ser un buen momento para cancelar la función y que los medios se hagan eco de la protesta. Hablamos en serio”. Votamos (la representación juega con la participación del público) y salió que no. A partir de ahí, Rigola usó a Ibsen para hablar del sálvese quien pueda y de nuestra cómoda y digerible dosis de teatro intelectual y comprometido. De la hipocresía y del cinismo.

Y lo hizo con la universal historia del doctor que descubre una infección en las aguas de un balneario del que vive toda una comunidad, un pueblo que sabe que esconder la corrupción no está bien, pero lo hace. Y usando la mentira, que trae estabilidad y apacigua el miedo. Y el doctor, como todo hombre libre y recto, acaba solo.

La obra de Ibsen es como leer un periódico hoy. Hace días la ministra de Defensa sugirió la cancelación de un contrato para vender bombas (que caerán sobre población civil en Yemen) a Arabia Saudita. Pero como los poderes fácticos de Un enemigo del pueblo, alguien le dijo que estaba jugando con millones de euros y los puestos de trabajo de los astilleros de Navantia en San Fernando, dependientes del estado criminal saudita. Finalmente, las bombas se han vendido para tranquilidad de la alcaldesa socialista de San Fernando y del alcalde de Cádiz. “Que nadie nos obligue a decidir entre defender el pan o la paz”, dijo un teatral Kichi.

Alberto Gómez Vaquero escribió en La nueva tribuna contra él: “Si la duda fuera entre paz o pan, la izquierda anticapitalista debería preferir la paz. ¿O no recuerdan ya a aquel jornalero orgulloso que arrojando al cacique la moneda con la que éste quería comprar su voto sentenció: “En mi hambre mando yo”? ¿Ya no mandamos en nuestro hambre? No, alcalde: el dilema no es entre paz o pan, es entre paz o votos”.

De moral relajada también es el ministro Borrell, que dijo, en plan chiste de Gila, que se enviarán las bombas a Arabia Saudí pero que no matan inocentes porque “dan en el blanco con una precisión extraordinaria”. Sus palabras fueron respaldadas por la portavoz Isabel Celaá, que dijo: “El Gobierno sabe lo que está vendiendo, si son bombas de alta precisión no se van a equivocar matando yemeníes”. Qué cinismo…

España es el cuarto exportador más importante para el rey Salmán bin Abdulaziz y países arrasados como Yemen, Libia, Afganistán o Irak han recibido toneladas de armas españolas. No debemos engañarnos, una obra como Un enemigo del pueblo nos recuerda que una cosa es el programa electoral, el marketing, la neolengua o el sí se puede y otra el negocio, lo que mueve absolutamente todo.