Cuando hablamos de mujer y tecnología a lo largo de la historia, pocos nombres nos vienen a la cabeza. Porque al igual que en otras disciplinas como la ciencia, sus rostros han sido silenciados en los libros de texto.
Varios de esos rostros son los de las Top Secret Rosies. Un grupo de mujeres que fueron contratadas para un proyecto secreto por el ejército estadounidense en el momento álgido de la Segunda Guerra Mundial (1942). Este colectivo fue creado para programar uno de los primeros ordenadores de la historia, el llamado ENIAC.
Aunque quedaron ensombrecidas por sus compañeros masculinos, las aportaciones de Betty Snyder Holberton, Jean Jennings Bartik, Kathleen McNulty Mauchly Antonelli, Marlyn Wescoff Meltzer, Ruth Lichterman Teitelbaum y Frances Bilas Spence fueron decisivas tras ofensiva en Pearl Harbour.
Trabajaron en la Universidad de Pensilvania. Gracias a sus cálculos matemáticos los ataques en la línea del frente eran más efectivos y por lo tanto, salvaban a un mayor número de vidas. Tras la presentación del proyecto ENIAC, sus nombres y profesiones fueron quedando en un segundo plano. Aún así, sus aportaciones en el campo de la programación y el lenguaje informático fueron decisivos en el siglo XX.
Puede que el papel de Keira Knightley en The Imitation game tuviera más enjundia de la que parece contar la película. Igual si los papeles protagonistas hubiesen estado protagonizados por mujeres podríamos haber presenciado un bonito homenaje a las Top Secret Rosies. Y ya de paso, aprobar el Test de Betchel.
Muy recomendable es la película documental Top Secret Rosies: The female computers of WWII. Un largometraje centrado en reconocer las aportaciones de ese grupo de mujeres en la creación de ENIAC. Un trabajo que va más allá del papel de Alan Turing y su equipo de descifradores de códigos: el papel de estos pioneros equipos de trabajo femeninos que llevaron la programación y el diseño de los proto-ordenadores a otro nivel.
Increíble también fue la cobertura que los medios dieron a la presentación de ENIAC. Si no las reducían a un mero trabajo de oficina (dicho de manera despectiva), las hacían pasar por modelos que posaban junto a la máquina. Parece de ciencia ficción, pero así ocurrió.
Gracias a las nuevas tecnologías y al acceso a una información más amplia que la que aparece en los libros, podemos hablar hoy de las Top Secret Rosies. Parece como si su propio invento hubiera conseguido ponerlas en el lugar de la historia que les corresponde.
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