La mer resuena en mi cabeza, mientras me imagino enterrando los pies en la arena con el mar asomando al fondo. Lo cierto es que estoy escribiendo este artículo desde el silencio que invade las calles de Madrid en esta época, a pesar de la pandemia. Quizá tiene que ver que este calor asfixiante nos queme hasta las plantas de los pies cuando pisamos asfalto.

Para todos aquellos y aquellas que se encuentren en esta misma situación, os invito a alimentar este desvarío mental sumergiéndonos en el mar de las películas. Aunque sea desde nuestro sofá.

Un clásico que no puede faltar en verano es Calma total del año 89, protagonizada por Nicole Kidman y Sam Neil. Basada en la novela homónima de Charles William. A quién no le ha pasado esto de irte con tu pareja en un barco de vela a kilómetros de la costa y encontrarte con un yate perdido con un hombre moribundo en su interior que luego resulta ser un asesino en serie. A todo el mundo… Para los frikis como yo que lo estéís pensando, si, hay un capítulo de Los Simpsons basado en esta película.

Piratas del Caribe es otro clásico del cine y el mar que no puede faltar en verano. Por muy básicas que creamos que son estas películas, la verdad es que hacen referencia a leyendas marítimas que cualquier amante del misterio reconocerá. Una de ellas es la de Davy Jones, el legendario pirata y capitán de El holandés errante. Imaginaos la cara de Bill Nighy con una barba formada por tentáculos de pulpo y os acordaréis de la historia de este demonio de los mares sin corazón.

Otra película menos conocida pero todo un clásico también es El gran azul, dirigida por Luc Besson. Se trata de un drama sobre la rivalidad entre dos célebres competidores de apnea. Un deporte cuya finalidad así a grandes rasgos es la suspensión voluntaria de la respiración bajo el agua mientras se desciende a grandes profundidades. Gana el que más tiempo aguante. La película, que fue rodada en EEUU, Grecia, Los Alpes, Francia, Perú, Italia y Cádiz en España, fracasó estrepitosamente en la taquilla americana, pero fue un taquillazo en Europa. Esto fue, en parte, por un nuevo montaje que hicieron para los yanquis con un “final más amable” y otra banda sonora para que la película no pareciera tan “tranquila”.

Llegó 2012 y no se acabó el mundo pero a mí las lágrimas se me caían a borbotones mientras veía La vida de Pi. Hay pocos animales más bonitos que un tigre de Bengala, y si encima lo situamos en el mar, en una balsa junto a un chaval y contamos una metáfora de la realidad, pues se forma un cóctel muy emocionante.

El mar ha sido escenario de películas para todos los gustos, hasta de la ciencia ficción. Nada como Abyss de James Cameron, que tiene hasta un Oscar a Mejores efectos especiales, los del año 89. Los extraterrestres submarinos os tienen que gustar, y mucho.

La infancia de los que nacimos a principios de los noventa transcurrió con Waterworld. Porque aparte del amor platónico que muchas de nuestras madres tenían hacia Kevin Costner no es una mala película, aunque su estreno fue un batacazo en taquilla. Este Mad Max acuático supuso la ruina del actor, que también era productor. En parte fue por lo que subió el presupuesto al querer rodar sobre el mar, y por otro lado por la poca rentabilidad que se sacó de la película.

El mundo del silencio de 1955 fue el primer documental en presentar el mar y sus misterios. La película muestra las exploraciones submarinas del Calypso, rodadas con dos tecnologías muy innovadoras para la época: Los reguladores CG45 patentados por el director y las cámaras submarinas diseñadas por André Laban. Fue el primer documental en mostrar imágenes rodadas a 75 metros de profundidad. A lo largo del Mar Mediterráneo, el Golfo Pérsico, el Mar Rojo y el Océano Índico. El documental Océanos, más actual, también es muy recomendable.

Pero no dejemos de lado a los submarinos…

Si hay una película con la que cerrar este artículo, esa es Life Aquatic. Un trabajo poco conocio y valorado por los fans más acérrimos de Wes Anderson. Steve Zissou, interpretado por Bill Murray es un legendario explorador que junto a su equipo, graba documentales sobre la vida en el mar. Todos ellos viven en un submarino que es digno de ver, sobretodo la maqueta que se construyó para un plano general en el que mostraban todas las estancias.

Muy recomendable visualmente y con un final genial a nivel de guion. La banda sonora de la película también es digna de mencionar. Seu Jorge, que aparece como un personaje más en el filme, canta en portugués temas de David Bowie que son amor para los oídos.