Sin duda una de las peculiaridades que sorprendieron a los fans del aclamado director de cine Pedro Almodóvar fue su salto al cortometraje. Acostumbrados a sus películas, signo de una época dorada para el cine y para la comunidad LGTBIQ+; y a sus guiones, a menudo retorcidos, arriesgados o desconcertantes, no era tan habitual verle en el terreno de las historias cortas. Lo que comenzó con “La voz humana” con una siempre correcta Tilda Swinton y una estética muy particular envuelta en una narrativa mucho más abstracta, continúa con la reinvención de un género clásico, como lo es el western americano, con “Extraña forma de vida”.

Y consigue lo que ya hizo en su anterior ocasión en el corto, llenar las salas en un periodo muy complicado en cuanto a afluencia de público a los cines y con un formato que nunca tiene espacio ni visibilidad. Salvo festivales o eventos concretos, el público no encuentra habitualmente cortometrajes en la cartelera y, si lo hace, solo en ciudades o grandes capitales. Por supuesto es algo inexistente en las salas de cine locales.

El pasado sábado 27 mayo, sin embargo, nos encontramos con las salas llenas de los céntricos Cines Paz de Madrid. El pase presentado por el director, agotó de hecho las entradas a los 20 de minutos de abrirse la venta. Una historia de menos de 30 minutos que contó con poco más de 15 minutos de presentación por parte del cineasta.

Aprovechó la coyuntura para explicar a los asistentes las razones por las cuales decidió adentrarse en este género tan particular: “El western es un género al que yo no accedí de inmediato. De pequeño yo no jugaba a indios y vaqueros. Me gustaban más los musicales, los melodramas y las películas de ciencia ficción. Descubro el western cuando me vengo a vivir a Madrid con 18 años y durante esos iba todos los días a la Filmoteca. Esa fue mi única formación como cineasta. Es entonces cuando descubro a los clásicos con John Ford. Me sorprendió muchísimo porque en mi pueblo, cuando era niño, lo que ponían eran Spaghetti western muy malos. Por eso me sorprendió ver que el western era un género mayor. Desde entonces tengo una colección enorme de todo lo importante que se hizo de ese género”.

Explicó también a los que habíamos decidido ir a ver esta corta historia que las referencias usadas para el vestuario, la narrativa y la estética de «Extraña forma de vida» tomaban su inspiración en los clásicos americanos. Una historia rodada en algunas localizaciones que construyó Sergio Leone para su trilogía del dólar con Clint Eastwood, así como el mítico desierto de Tabernas: “Hay un poblado en Almería que creo que es más interesante ahora porque ha perdido esa cosa falsa que tienen los decorados de cine. Han sido 60 años de viento y de polvo y el poblado tiene memoria”, aseguraba el cineasta en su presentación previa a la proyección del cortometraje.

Salvo los problemas que encontraron a la hora de rodar en un desierto en uno de los veranos más calurosos en España, Almodóvar reconocía que se siente muy afortunado por la conexión entre dos actores protagonistas, Pedro Pascal y Ethan Hawke, que no se conocían previamente: “Hubo una química inmediata entre los dos lo cual siempre facilita las cosas. Nos hemos entendido muy bien entre los tres”.

Sin embargo, quizá por el hecho de estar acostumbradas a la profundidad o el entramado de araña de las películas de Pedro Almodóvar (salvando alguno de los últimos títulos del cineasta que no han terminado por convencer al gran público como si lo hicieron sus grandes clásicos), el formato corto de “Extraña forma de vida” parece ser insuficiente en su contenido.

Un melodrama, una suerte de desengaño amoroso y rencilla familiar en un contexto muy particular y atípico para una relación homosexual que no termina por despegar a pesar de la originalidad de su propuesta: “En este género, que es fundamentalmente masculino, los guionistas, a la hora de escribir, trataban de demostrar que los cowboys y los protagonistas eran heterosexuales porque realmente le daban muy poco papel a las mujeres en el género”, comentaba el creador: “Cuando me decidí a acceder a este género pensé que hay un territorio que el género no ha explorado que es el del deseo entre dos hombres. Para un género que es absolutamente masculino. Entonces para cumplir con América y que no me cogieran ninguna falta, ha sido una de las películas en las que he sido más respetuoso con el tiempo y he tratado que no hubiera ningún anacronismo porque los americanos son muy suyos y muy duros”.

Quizá precisamente nos encontramos ante la propuesta almodovariana con el universo menos almodovariano. Pese a contar con la fotografía impecable del gran José Luis Alcaine y un montaje de calidad de Teresa Font, el film no termina por aportar ningún giro demasiado novedoso y la química en los protagonistas no termina de ser la esperada. Curiosa también la elección del título, la única anacronía del trabajo, tal y como explicaba el propio Almodóvar: “Excepto en el título. Porque en el western americano no se hablaba portugués ni se cantaban fados y “Extraña forma de vida” es el título de un fado maravilloso de Amália Rodrigues que aquí me parecía más adecuado que fuera Caetano Veloso cantando en ese falsete que ya utilizó en “Hable con ella”. Hablando de la extrañeza de estos dos cowboys de las personas que le dan la espalda a sus deseos más íntimos”.

Lo que ya se puede leer como un peculiar éxito de taquilla con un estreno en 178 cines, abre el debate de la necesidad de innovar en el deficitario negocio de la sala de exhibición. ¿Podemos entonces programar otro tipo de contenidos y arroparlos de un valor añadido para el público? ¿Reside la rentabilidad de las salas por proyecciones más cortas a precios más reducidos? ¿Conseguiría otro cineasta que no fuera Pedro Almodóvar atraer a la misma masa de gente? Sin duda dicotomías que se viven en el día a día de la industria audiovisual y que tienen que ver con un negocio cada vez más cambiante e imprevisible que sin duda no se encuentra en una época dorada.