Empezar de cero cuando casi has llegado al final. Es la posibilidad que contempla Zerø, un film con idea original de Ferrán Brooks que dirige Iñaki Sánchez y que llega a las salas el próximo 23 de abril.

Tras unos cambios en el guion, el cineasta nos traslada a tres desiertos españoles para, en tres actos, llevarnos al mundo onírico de los protagonistas, interpretados por Nuria Herrero, Juan Blanco y Pep Sellés. Un juego sobre lo irreal, o quizá una ilusión sobre  lo real. Todo ello para desorientar al espectador hacerle pensar. Hablamos con su director que llegó como técnico al proyecto y acabó, de director…y con un gemelo roto. Si es que rodar en un desierto no parece nada fácil.

¿Cómo llegas al proyecto?

Yo estaba en el equipo técnico, como ayudante de de dirección. Por circunstancias, acabé dirigiendo el proyecto porque salió el director anterior. Hice una adaptación del guion que existía. Era más cine fantástico y para hacerlo un poco más mío aporté la parte de drama de la pareja protagonista, que no estaba. Le dimos un giro a la película y la convertimos en un drama fantástico.

Cuando es un tema tan abstracto, ¿Hace falta matizar cosas para lograr que el espectador no se pierda?

Es cierto que lo anterior era más abstracto. Sin perder esa idea se hicieron los cambios para generar una historia más estándar y no tan de nicho. Se ha quedado un híbrido curioso. Conseguimos un equilibrio interesante.

Trabajar con dos actores que se conocen supongo que es más fácil pero en este caso tu labor era precisamente ayudarles a desconocerse. ¿No?

Yo creo que todo tiene su parte buena y su parte mala. Es verdad que ellos se conocen muy bien, han rodado y siguen rodando juntos. Están muy compenetrados y se entienden muy bien. Eso aporta solidez y veracidad a la película.

Se han ayudado el uno al otro a entender cosas que yo les quería contar. Trabajamos la profundidad de los personajes.

La película reflexiona sobre el concepto de empezar de cero. En tu caso,  ¿Sientes que a veces has tenido que empezar de cero?

Sí, seguro. Y más con los tiempos que corren. Si no empezar de cero, por lo menos reiniciarse un poco no nos va mal. Nos ayuda a entendernos y a entender muchas cosas. A seguir aprendiendo cosas.

Y luego laboralmente en mi caso cada vez es casi empezar de cero. Yo llevo muchos años trabajando y viviendo del cine. La primera experiencia en la dirección de largo fue Zerø y fue empezar de cero porque, aunque he hecho muchas películas como ayudante cerca de los directores, es distinto. Coger la batuta no tiene nada que ver con ir al lado del que la lleva.

Ahora que acabo de terminar la segunda película es un poco lo mismo. Tienes la experiencia, o la tranquilidad del arranque pero sigue siendo empezar de cero. Y tengo la sensación de que cada vez que ocurra, con cada miembro nuevo del equipo técnico, será empezar de cero. Porque al final el cine se hace entre muchos y cada uno viene de su mundo. Ponerse de acuerdo implica mucha comprensión y aceptación y cada vez es como empezar de cero.

El concepto de la amnesia nos obsesiona como espectadores. ¿Has usado referencias o has preferido no hacerlo?

Referentes concretos no tengo ninguno. Había gente que me hablaba de un cuento cuento de Cortázar, La noche boca arriba. Yo no lo conocía, lo leí y te das cuenta de que curiosamente las personas cuando ven una película, una pintura o lo que sea, buscamos equiparar lo que estamos viendo a algo para reconocerlo de alguna manera y en este caso no.

Igual que no tengo un director de cine o películas de referencia en el caso de Zerø no tenía referente directo y más cuando la idea original tampoco es mía. Sí que la llevé al tipo de cine que me gusta más, pero referentes concretos no.

Sin embargo, la potencia visual si que era importante. ¿Estuvo presente desde el principio? 

Sí, ahí si que teníamos claro que teníamos que hacer una peli muy visual. Hubo un trabajo muy intenso de localizaciones y queríamos jugar con la irrealidad de la película. Por eso lo de buscar lugares especiales, sorprendentes o únicos.

Los capítulos o pasajes de la película se desarrollan en tres desiertos distintos que vienen marcados por estos pasajes. Para encontrarlos fue una búsqueda y decidimos luego darle a cada uno un color que ya venía en la propia tierra o el propio paisaje, como el desierto rojo de Teruel, el blanco en Abanilla y el paisaje final más lunar que fue en Jijona, en Alicante.

Rodar en un desierto no debe ser nada fácil. ¿Alguna anécdota de rodaje?

Me acordaré toda la vida que a mitad de película me rompí el gemelo. Porque aunque lo teníamos muy medido todo, nos dejábamos a la improvisación por si encontrábamos algo. Subiendo a una loma, pensando que detrás había algo, me rompí el gemelo. Tuvimos que parar, fuimos al centro de salud, me dieron medicación y acabé la peli así por decisión mía, porque preferí no reposar. Me ayudó todo el equipo y así con las muletas acabé, pero fue bastante molesto.

En los desiertos nada estaba a pie de carretera. Teníamos sitios que eran 360 grados para poder tener libertad e íbamos con los materiales mínimos para poder girar la cámara, hacer contra campos, y que no fuera un lastre lo de tener que estar apartando materiales. Nos tuvimos que alejar bastante para no ver nada a nuestro alrededor y luego ir con poca cosa. Por eso si hacía falta alguna cosa era bastante duro.

En la cueva de Jijona llegábamos después de 50 minutos andando. Estábamos pensando en hacerlo con quads pero ni siquiera era viable para bajar.


Una aventura que tras el rodaje se podrá disfrutar en salas de cine en España a partir del 23 de abril.