José Luis Pecharromán (Madrid, 1970) dirige La memoria escondida, un documental que nos acerca la situación y la experiencia vital de cuatro miembros del colectivo LGTBIQ+, ya mayores, en el final del franquismo y la transición española.

Tras 26 años trabajando como director de fotografía, Pecharromán da el salto a la dirección con La memoria escondida. Hablamos con él sobre la necesidad que tenía de hablar sobre la injusticia histórica sufrida por el colectivo y visibilizar y normalizar las historias lgtbiq+.

La memoria escondida se estrena en cines el 23 de junio de la mano de Begin Again Films. Llega a las salas con el Premio Especial del Jurado y el Premio del Público a Mejor Documental en el Festival de Cine Lesgaicinemad.

¿Cómo nace la idea de hacer La memoria escondida?

Surge de una necesidad interna que tenía de hablar de la historia del colectivo, de la injusticia histórica sufrida y de las heridas que aún portamos. Durante muchos años no supe cómo dar la forma adecuada al proyecto, hasta que un día, después de ver la película Tiempo y silencio de Jaime Rosales, que por otro lado no tiene absolutamente nada que ver con este documental, se encendió dentro de mi una chispa a modo de inspiración formal y de manera clara supe cómo lo quería contar.

«El documental surge de una necesidad de hablar de la injusticia histórica sufrida y de las heridas que aun portamos»

¿Cómo escoges a los protagonistas del documental?

A través de una amiga que había trabajado con muchas personas mayores LGTBI me llegaron las historias acompañadas de fotografías de algunas de nuestras protagonistas, y así fui componiendo un mosaico que representara lo más diversamente posible al colectivo en el contexto histórico del final del franquismo y la transición.

Montse, la mujer transexual del documental, es quien más me costó encontrar; había rodado con los otros 3 y todavía no tenía a nadie de sus características. Hay muy pocas mujeres mayores, transexuales ya en los años 70, que quieran exponerse desde el compromiso activista, entre otras cosas porque muchas de ellas ya no están, la calle las ha destruido y han muerto de SIDA, de enfermedades venéreas, problemas sanitarios, malos tratos, etc. Pero finalmente apareció Montse como un regalo caído del cielo.

Cuando inicias el contacto y les propones la idea de participar en La memoria escondida, ¿cuáles son sus respuestas?

Los cuatro aceptaron a la primera, se dejaron llevar y confiaron en mi propuesta, algo que les agradeceré eternamente, porque me abrieron sus casas y sus corazones de una forma absolutamente desinteresada, motivadas únicamente por la necesidad de hablar, de contar las experiencias de vida tan duras que les tocó vivir, y de dejar un registro para que el sufrimiento de aquellos años no quede perdido en la memoria.

La memoria escondida se centra en testimonios de miembros del colectivo al final del franquismo y la transición española. Escuchando sus historias, ¿crees que ha cambiado mucho la situación o se pueden hacer paralelismos con el 2023?

Es obvio que en muchas cosas hemos avanzado, ya no estamos como antes, sobre todo ahora somos personas legales, pero no perdamos de vista cuánto ha costado aprobar, por ejemplo, recientemente la ley trans, ni el hecho de que existe un sector de la sociedad muy conservador que pretende derogar nuestros derechos en cuanto tengan oportunidad.

«No perdamos de vista cuanto ha costado aprobar la ley trans»

Por otro lado, paralelamente a esa legalidad no siempre acompaña la mentalidad de la sociedad; la aceptación plena e incondicional hacia nuestro colectivo, y hacia la diversidad en general, va siempre muy por detrás de la norma legal. Siguen pesando demasiado tantos siglos de orden heteropatriarcal, y tantas décadas de condena a la homosexualidad, como para pretender que en el presente se haya conseguido una normalización total y ya no haya que hacer nada. Si miramos hacia atrás, el movimiento LGTBIQ+ está en pañales.

Los protagonistas del documental representan a parte de las letras del colectivo, ¿había alguna temática que como director te interesase más?

Faltan algunas letras porque han sido de creación más reciente. En aquella época, en realidad, solo había maricones, y alguna que otra sospechosa de bollera; y aunque estaban las mujeres trans, para la sociedad también eran maricones. Para la España de los 70 no existían los hombres trans, no existía la bisexualidad, no existía la intersexualidad, no existía el género no binario, no existía lo queer… todo era blanco o negro, ciudadano decente o vergüenza social. Y en este contexto es en el que he buscado a nuestras protagonistas y he centrado el discurso.

«Para la España de los 70 todo era blanco o negro, ciudadano decente o vergüenza social»

Los testimonios hacen hincapié en el anonimato y la libertad de Madrid. Los testimonios se refieren más a las décadas de los 60 y 70, ¿crees que ahora la ciudad sigue siendo igual de acogedora para el colectivo?

Creo que se han empezado a dar avances en la visibilidad del colectivo LGTBIQ+ en zonas rurales y pequeñas poblaciones, pero de igual manera sigue habiendo mucho señalamiento todavía en estos sitios a cualquier manifestación no normativa. La gran ciudad, no solo Madrid, también Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Santiago, etc., siguen siendo espacios más seguros para el colectivo, tanto por el anonimato como por la mayor concentración de personas LGTBIQ+ en estos sitios.

¿Cómo ha sido el salto a la dirección?

Pues tampoco tengo una conciencia clara de haber dado un salto a algo diferente. Yo llevo 26 años trabajando como Director de Fotografía, sobre todo en series de televisión, colocando la cámara y las luces y desarrollando una mirada audiovisual, y ahora para mí ha sido como ampliar un poco más ese campo de acción.

Al ser una producción independiente he podido tomar decisiones como director, que habitualmente yo no decido como director de fotografía, de guion, de casting, de producción, de trabajo con las personas que están delante de la cámara, de montaje, etc., pero he sentido que he fluido muy bien porque he trabajado con la misma humildad y la misma honestidad con la que trabajo siempre. Lo que no he sabido lo he preguntado, me he dejado ayudar en todo, he disfrutado mucho este viaje de búsqueda y experimentación, y sobre todo he sido muy fiel al proyecto que tenía en la cabeza.

¿Cuál es el mayor aprendizaje que te llevas del proceso de La memoria escondida?

La necesidad de construir una memoria fiel y verídica de nuestro colectivo, contada en primera persona a través de voces y rostros con nombre y apellidos, evitando así que nos falseen la historia y nos la cuenten otros.

La memoria escondida ganó el Premio Especial del Jurado y el Premio del Público a Mejor Documental en el Festival de Cine Lesgaicinemad. ¿Cómo te sientes ahora ante la llegada de la película al cine?

Muy emocionado, y sobre todo muy agradecido porque el documental ha salido adelante con el apoyo desinteresado de muchas personas y empresas que se han ido sumando al proyecto, como Toboggan Studios, Picnic Post, Subtitula, etc. Cuando empecé yo todavía no tenía ni idea de adónde me iba a llevar todo esto.

Recuerdo que la primera persona a la que llamé fue a mi amigo Jorge Alonso, productor en Lyo Media, para contarle el proyecto y ver la viabilidad de esta locura. Creo que tardó media hora en decirme que adelante. Además de productor también hizo el sonido directo, y su ayuda fue determinante para que el documental saliera adelante. Después vino lo del Lesgaicinemad y los dos premios. Y ahora tenemos por delante el estreno en cines con presentación y coloquio previstos, de momento, en Cineteca, en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes, en los Cines Embajadores y en los Cines Verdi. Un sueño, la verdad.

¿Hace falta más cine lgbtiq+?

Mientras siga existiendo la etiqueta de Cine LGTBIQ+ quiere decir que se sigue necesitando este tipo de cine porque todavía hay muchas historias del colectivo que mostrar y que visibilizar. Hace falta muchísimo más cine LGTBIQ+, hasta que de tanta cantidad que se haga se produzca una auténtica normalización en la pantalla y en la sociedad.

La revista se llama Más de Cultura y nos gusta acabar las entrevistas preguntando, ¿más de cultura y menos de qué?

De violencia, de odio a la diferencia y de creerse mejor que los demás.