Lena Brasas es una de las seis protagonistas de Sedimentos, el documental de Adrián Silvestre que llega a los cines el próximo 5 de noviembre. Junto a Yolanda, Tina, Cristina, Alicia y Saya, Lena inicia un viaje a su pueblo de León en el que nos abre las puertas de su casa. Juntas nos muestran los entresijos de sus personalidades en lo que resulta ser un retrato coral de la realidad trans.

En Más de Cultura hemos hablado con Lena Brasas para conocer de cerca cómo fue el proceso de rodaje y descubrir los detalles de Sedimentos.

¿Cómo conoces a Adrián Silvestre?

Le conocí en Ivaginarium, una asociación de mujeres trans de Barcelona a la que yo acudía con cierta frecuencia.  Adrián es un director de cine al que le gusta trabajar con colectivos en riesgo de exclusión social; quiso conocernos y, después de ponerse en contacto con Tina, la directora de la asociación, comenzó a asistir a las sesiones con la intención de aprender todo lo que pudiera sobre nosotras. Tras año y medio de encuentros, le pareció interesante proponer un taller de cine para realizar allí, con clases sobre cómo funciona un rodaje, de interpretación, etc. Como colofón, planteó la creación de un documental.

¿Has pasado por un proceso de casting para entrar en el documental?

No hubo ningún procedimiento de selección. Todas las mujeres que iban a Ivaginarium eran bien recibidas en los talleres y Adrián nos invitó a todas a participar en el documental.  Hubo quien no quiso prestarse a ello, también quien no se animó por sentir vergüenza de estar ante las cámaras; a otras les era imposible viajar a León en esa semana.  Al final solo se realizó con seis de nosotras.

¿Te ha costado tomar la decisión de formar parte de Sedimentos?

Pues la verdad es que no.  A mí me gusta mucho aprender de todo y me encantan las aventuras así que cuando nos lo propuso Adrián no me lo pensé ni un segundo.

Mostrar una parte tan íntima de vuestras vidas, ¿ha requerido una preparación previa?

Las clases de interpretación nos sirvieron para olvidarnos de la presencia de las cámaras. Si te sientes cómoda con el entorno y con la gente que te rodea, al menos en mi caso, no es difícil abrirse y hablar de todo tipo de temas.

¿Hay guion o las conversaciones son improvisadas?

Más que guion lo que había era un esquema. Adrián tenía anotaciones sobre los temas que quería que se trataran y si no salían de forma natural, susurraba a alguna de nosotras el asunto del que pretendía que habláramos y esa persona se encargaba de sugerirlo.

En Sedimentos viajáis a Puente de Alba, tu pueblo en León. ¿Cómo ha sido la experiencia de ir a rodar allí?

Súper divertida y muy bonita. Yo “jugaba en casa” y la verdad es que la gente de la zona se volcó mucho con nosotros. Fernando, el presidente de pueblo en aquel momento, nos dio todas las facilidades para grabar allí. Nos ofreció hasta su casa si la necesitábamos.

Siempre pensamos en las grandes ciudades como vía de escape u oasis, sin embargo, tú tomas la decisión de volver a León. Después de estar en Barcelona, ¿cómo ha sido la vuelta?

Yo, aunque nací en una ciudad, siempre he dicho que tengo alma de pueblo y de campo.  A mí las ciudades grandes me agobian mucho, y eso que en Barcelona me sentí muy cómoda.  Es una ciudad que enamora, pero siempre he sido de la “tierrina” y desde que pise Barcelona ya tenía claro que quería volver. Ahora vuelvo a estar cerca de la familia, del campo y de las tradiciones leonesas, que me gustan mucho.

Uno de los puntos fuertes del documental es la fuerte personalidad de cada una vosotras, llama mucho la atención el discurso de Cristina. ¿Cómo es vuestra relación?

Yo diría que buena, aunque ahora que no vivo allí apenas hablamos, pero como ambas coincidimos en el amor por la naturaleza, cuando conectamos siempre tenemos conversaciones interesantes de las que hablar.

La fiesta con el pastel de marihuana, necesitamos saber alguna anécdota.

¡Madre mía la que se armó con el pastel! Lo de menos fue el hecho de que llevase marihuana. No se ve en la película, pero mientras Alicia y yo lo estábamos preparando, Alicia metió la batidora con las varillas en la masa sin darse cuenta de que no llevaba puesta la pieza que reduce las revoluciones, así que, cuando apretó el botón, literalmente estalló, salió el chocolate volando por todas partes.  Las cortinas, el techo, las paredes…, Alicia misma terminó llena de chocolate.  Lo extraño fue que no se manchase la cámara. Menudo ataque de risa nos entró.

¿Cuál ha sido el momento más especial del rodaje?

Todos y cada uno de los momentos fueron muy especiales, pero si tuviera que elegir uno me quedaría con la participación que hizo mi abuela Isabel, que en ese momento tenía 89 años.

Estos últimos meses ha habido mucha polémica respecto a la ley trans, que ha enfrentado a los partidos de gobierno, ¿cómo lo has vivido?

Es un tema muy complejo, la verdad. Cada persona es un mundo y cada cual vive la experiencia de una manera muy distinta. Yo creo que es necesaria esta ley, pero hay cosas con las que estoy de acuerdo y otras, no tanto. Al final, como casi siempre, las leyes las hace gente ajena a la situación y no se nos tiene tanto en cuenta como se debiera.

Nuestra revista se llama Más de Cultura y nos gusta acabar las entrevistas con la pregunta, ¿más de cultura y menos de qué?

Más cultura y menos ignorancia. La ignorancia es muy peligrosa porque cuando conoces algo puedes elegir y opinar con criterio, pero cuando se es ignorante se puede hacer mucho daño, y eso lo extiendo a todos los temas, como el medio ambiental. El ser humano se cree dios y somos una especie más en este planeta.