Fotografía: Jerónimo Álvarez. 

Antonio González Pacheco ha sido conocido por muchos calificativos, quizá uno de los más usados ha sido el de torturador. Apodado como Billy El niño, esta figura clave en la dictadura, nunca ha estado exenta de polémica. En esas estaba Max Lemcke, guionista y director de cine, cuando preparaba el documental Billy, para tratar de esclarecer algunos datos sobre el personaje.

Lo que nadie se esperaba es que en plena realización del documental una pandemia mundial estallaría y que se llevaría consigo la figura de González Pacheco. Tras ese fallecimiento del 7 de mayo de 2020, el Congreso de los Diputados acordó retirarle las medallas que se le habían concedido por su carrera por considerarlas incompatibles con los valores democráticos y los Derechos Humanos. Pero, ¿Y las víctimas? ¿Qué ocurre con todas esas voces silenciadas que padecieron el horror de sus prácticas? Son las que se escuchan ahora en Billy, el documental que llega a las salas de cine este 17 de septiembre de la mano de Begin Again Films.

Un montaje superado por los acontecimientos

«Empezamos mucho antes del estado de alarma. Fue el fruto de un guion de ficción que no se pudo realizar», nos cuenta Lemcke, «se convirtió en una película terapéutica para mi y para toda nuestra sociedad». Se refiere a que el documental, al fin y al cabo, habla de lo que hemos o seguimos siendo como sociedad.

Con esa montaña de datos ya recopilados para su ficción, fue construyendo el hilo documental sobre el que se sustenta Billy, que no es otra cosa que una reflexión sobre los problemas que adolecen a nuestra realidad e intenta acceder a sus orígenes: «Utilizamos la figura de Antonio González Pacheco como elemento centrífugo y empezamos a recomponer ese puzle para intentar comprender por qué esos problemas que seguimos teniendo hoy en día; por qué esa amnesia colectiva que tenemos de esos periodos de nuestra historia contemporánea, que siguen siendo sintomáticos y nos generan vivir como vivimos. En lo que se refiere a la política, en una crispación constante».

En Billy hablan las víctimas

Entre los testimonios, unas sillas colocadas en el Museo madrileño de La Neomudéjar soportan el peso de las declaraciones de Chato Galante, Javier Navascués, Lidia Falcón, Chato Galante, Pablo Iglesias o Paco Lobatón, entre otros. Todos ellos son parte de de ese conjunto de víctimas del franquismo y de la represión de la dictadura que se han ido organizando en distintos colectivos. Empezando por la querella argentina del 13 de abril de 2014, cuando la Audiencia Nacional rechazó la extradición a Argentina de González Pacheco argumentando que los delitos de sus torturas durante la dictadura habían prescrito.

«Chato Galante era el gran referente de esa lucha y nos fue llevando de uno a otro». En paralelo, también entró en juego la revista Contexto, que participó además en la financiación del documental con un crowdfunding que les permitió terminarlo. Así, ampliaron el espectro de los que sufrieron esa represión y nos ayudamos de politólogos, periodistas o sociólogos, que también participan en la película.

Cuando la actualidad se pone por delante y fallece ese hilo conductor, muchas cosas se quedaron en el aire: «Fue un shock, porque el documental estaba incompleto en ese momento. Llega el periodo de alarma y no podemos salir a terminar de rodar. Encima fallece Chato Galante que era uno de estos referentes a los que teníamos que volver a grabar porque los medios técnicos de la primera grabación necesitaban repetirse». Sin embargo, todo ello les hizo readaptarse y crear los nuevos formatos adaptados a la realidad pandémica con los que cuenta el documental.

Una deuda pendiente con nuestro pasado

Sobre el periodo del auge del documental, destaca aquel que busca saber qué somos: «El año pasado lo vivimos con El año del descubrimiento, una película que reflexiona sobre lo que somos y hacia dónde vamos. Y eso es muy interesante para que nuestros hijos puedan saber por qué estamos aquí».

Quizá el espectador se vea sorprendido y zarandeado por los testimonios: «Es muy sorprendente ver a toda una generación de ciudadanos que durante su juventud han sido sistemáticamente torturados por el estado de entonces».

Se refiere a lo duro de los recuerdos que éstos comparten: «Hay gente que no ha podido ponerse delante de la cámara a contarlo. Hay otros que han hecho terapia. Para algunos ha sido la primera vez que se han atrevido a contar estas cosas». Para Max el objetivo de la película es precisamente ese, dar a entender que la transición no fue realmente algo modélico pero «sin ánimo de revanchismo». Solo con el objetivo de saber reconocer lo que pasó mirando hacia delante y recuperándonos de esas heridas.