La ópera prima de la peruana Melina León, Canción sin nombre, tiene mucho de sus orígenes. Sin pretender hacer una película política, la directora cuenta con Pamela Mendoza en el papel de Georgina, una mujer que tendrá que enfrentarse a la pérdida de su bebé recién nacido en el Perú de los años 80.

Esta actriz, que no se dedica profesionalmente a ello, fue elegida por la directora precisamente por su experiencia vital. Muy ligada a las desgracias que tiene que vivir la protagonista de Canción sin nombre y que, en época de pandemia, encuentra asombrosos paralelismos con la situación actual puesto que el conflicto es el de una mujer indígena que no cuenta con un sistema de salud que la ampare. ¿Les suena?

Tras pasar por la Quincena de realizadores del Festival de cine de Cannes y hacerse con los premios a Mejor Ópera Prima y Premio Jurado Joven en el Festival Internacional de Tarragona,  Mejor Largometraje,  Mejor Dirección y Mejor contribución técnico-artística en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva llega a las salas el próximo 2 de octubre de la mano de Begin Again Films.

Hablamos con la directora, Melina León, de cómo, a raíz de una llamada de una bebé robada sobre la que había escrito su padre, nace esta historia. Una película, que nos recuerda, es posible gracias que hace tan sólo 10 años, existe la figura del Ministerio de Cultura en Perú.

La historia parte, precisamente, de lo que le pasó a tu padre, Ismael León, que por su oficio de periodista le tocó sufrir y cubrir estos casos de secuestros de bebés en Lima.

Así es, lo has dicho muy bien. Cubrir y sufrir porque en efecto es un caso muy importante para él. Emocionalmente lo marcó mucho, a pesar de todas las desgracias que ocurren en el Perú y los problemas que los periodistas tienen que vivir de cerca todo el tiempo. Este caso fue particularmente duro para él.

Es cierto que el tema político está ahí, pero has dicho en varias ocasiones que el objetivo de Canción sin nombre no es hacer cine político ¿no?

No, digamos que no es lo que tengo en mente para las cosas que quiero hacer. Pero sí que espero que con las cosas que hago haya, al fin, un efecto político. Mi cine y las cosas que cuento no nacen de una cuestión política sino emocional personal.

«He seguido la pista de la persona que llamó a mi padre para contarle. Ella había sido una de las bebés robadas»

De una sorpresa, de compartir un dolor, de la empatía que sentimos todos por las víctimas de esto. Y así es como comenzamos a trabajar siempre. Pensando en las historias, en las sensaciones, en los recuerdos, las contradicciones… pero luego efectivamente comienzan a aparecer las temáticas y con ellas comienza a aparecer lo político o lo social. La preocupación por nuestra sociedad.

Es interesante porque nunca ha sido nuestro primer objetivo. No creemos que el cine funcione particularmente de esa forma. Hay otras formas de hacer política más baratas (risas). Pero sí. Al final sucede. Y está bien que suceda. Que se hable de los temas.

Para hablar del colonialismo también, de todos los males que aquejan a Sudamérica, todos los países que siguen sufriendo todo tipo de violencias.

Para conformar el personaje que interpreta Pamela Mendoza, ¿Te has documentado sobre mujeres que vivieron esa situación? ¿Cómo ha sido el trabajo con la actriz?

Sí, conversé con una de las madres que fue víctima. Le robaron a sus hijos cuando ellos tenían 5 y 8 años. Luego he seguido la pista de la persona que llamó a mi padre para contarle. Ella había sido una de las bebés robadas.He leído todos los reportajes antiguos y los nuevos que le han hecho. Ella vive en Francia y fue la persona que llamó a mi padre y refrescó esa historia para mí.

«Estábamos buscando todas las formas de llevar al espectador a los años 80»

Y con respecto a Pamela Mendoza, lo que hice fue irme a un barrio donde podía encontrar personas que habían vivido de cerca. Sino un drama igual a ese, el drama de la marginación. Ella no es una actriz que digamos se dedique a esto. Es una actriz que tenía alguna formación, pero que toda su familia han sido migrantes.

Son de Los Andes, del sur de Perú y llegaron a vivir en las condiciones que tú ves en la película. Es gente que construye con tres palos su casa en plena duna en el desierto. La experiencia, de esa vida y de esas desgracias estaba muy cerca de Pamela Mendoza. Entonces, más que una investigación, es más un recordar lo que fue su infancia e incluso su adolescencia. Recordar las historias de su madre, sus abuelas… la generación anterior.

¿Por qué la elección del blanco y negro y el formato cuadrado para contar esta historia?

El formato de 4:3 porque estábamos buscando todas las formas de llevar al espectador a los años 80 y en esa época los televisores eran así, casi cuadrados. Pensábamos que eso le daría algún sabor.

También hay cosas un poco más simbólicas. Sentía que era una historia de gente muy humilde y encuentro que el formato 4:3 es un formato humilde, con pocas pretensiones. No ofrece un horizonte, como los personajes que aparecen, que no tienen tampoco un horizonte o un futuro. Es más lógico que vivan en un cuadrado.

Por el lado del blanco y negro había también varias razones. La primera, una cuestión práctica de presupuesto. Yo había escuchado una entrevista que le hicieron a Michael Haneke sobre White ribbon (La cinta blanca) y él había dicho que prefirió el blanco y negro para esa película porque no quería equivocarse y tener anacronismos en su película.

Y yo, como decimos en Perú, en ese momento «paré la oreja». Dije: «mira, si a él le preocupan los anacronismos y utiliza este medio, bien haríamos nosotros en preocuparnos también y evitar errores».

Pero, por otro lado, también en esa época de los 80 los periódicos todavía imprimían la fotografía solamente en blanco y negro. Como la película surge de las noticias, era una buena manera de hacer una especie de espejo. Contando nosotros nuestra propia versión de las noticias. Y puede ser que nuestro recuerdo visual de esa época sea así.

Melina Leon durante el rodaje de Canción sin nombre Fotografia archivo Beatriz Torres

Melina León durante el rodaje de Canción sin nombre. Fotografía archivo Beatriz Torres.

Hemos hablado muchas veces en el programa de que el cine latinoamericano siempre tiene componentes de lo que llamamos la porno-miseria, ese deseo de denunciar situaciones sociales conflictivas ¿Estás de acuerdo?

La verdad es que no me he puesto a reflexionar sobre el cine latinoamericano porque hay tantos tipos… Incluso en Perú, hay muchos tipos de cine peruano. Hay comedia, se hace mucho terror, por ejemplo, en las provincias. Por eso es complicado hacer generalizaciones.

Lo que creo es que muchos de nosotros lo que hacemos es hablar de las cosas que nos preocupan o emocionan. De nuestros traumas. Las películas que hacemos reflejan la vida que llevamos. Y esta es la vida que llevamos, pienso yo.

La película transcurre en los 80 ¿Hemos avanzado? ¿O queda mucho por hacer?

Queda muchísimo por hacer y creo que la pandemia nos lo ha demostrado de una manera cruel. Para muchos de nosotros hay muchas cosas que han mejorado. Por ejemplo, esta película se hace gracias a que hace 10 años ya en Perú existe un Ministerio de Cultura.

El panorama es diferente. Ahora podemos hacer nuestra película y se está haciendo incluso cine experimental en El Perú. Pero es un porcentaje tan pequeño de la población que es dramático ahora ver que somos uno de los países más afectados por un sistema de salud tan paupérrimo.

Es justamente la historia de Georgina. Su conflicto parte de que es una mujer indígena que no cuenta con un sistema de salud. Exactamente lo que ahora estamos viviendo y ya lamentamos la pérdida de alrededor de 50.000 peruanos.

Los cineastas no paráis de crear ¿Próximos proyectos  de Melina León a la vista?

¡Como no! Sí, tengo varios. Siempre, a pesar de todo siempre vivimos así. Entre la tristeza y la creación.

Estamos trabajando con el mismo equipo de Canción sin nombre en una película que se llama San Blas que la queremos ambientar en la ciudad de Cuzco y tiene como protagonista a una niña de 12 años que es parte de una familia de artesanos y reciben, curiosamente, un encargo del Rey de España para hacer una colección de vírgenes.

La idea es hablar de nuestra mezcla del encuentro de culturas, de la colonización, de la creatividad. Del carácter andino.

Y luego también quiero hacer una película en Nueva York que es una ciudad que me acogió durante muchísimos años. Paso bastante tiempo allí.