Raúl Liarte escribe junto con Luis López Carrasco lo que es ya la película documental del año en cuanto a cine español se refiere: El año del descubrimiento. Que llega a los cines a partir del 13 de noviembre de la mano de Begin Again Films.

Un film que nos traslada al año 1992 para hablarnos también de nuestro tiempo, de las revueltas populares que encuentran paralelismos con todas las épocas. Un ejercicio de memoria que con el contexto de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Exposición Universal de Sevilla o la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, nos habla de la realidad obrera de Cartagena.

Raúl Liarte así lo manifiesta. El año del descubrimiento es una película sobre la realidad de la gente. Contada desde el prisma local, donde el espectador pierde la noción del tiempo para reflexionar sobre realidades que son eternas y que subyacen en la memoria colectiva de todas las generaciones.

Luis López Carrasco ya nos contó que esta historia parte de lo que él escuchaba entre los suyos. ¿Cómo llegas tú al proyecto?

Yo conozco a Luis desde hace años porque era amigo de su hermano y estaba conectado con su hermano a través de los movimientos sociales de Madrid, del activismo, la universidad… Luis me contó en su día la idea de proyecto y en mi caso la realidad del mundo de los astilleros, Cartagena, la conozco bastante de cerca, por mi padre.

Mi familia y el barrio donde yo nací en Cartagena está muy vinculado a toda la tradición de trabajar en un sitio haciendo barcos, la crisis industrial… Yo he aprendido un montón y lo único que puedo hacer es agradecerle a Luis y a todo el equipo el haber hecho esa introspección personal. Sacando todo lo que llevaba dentro desde la infancia en torno a determinadas formas de vida en la ciudad.

«Un film muy poliédrico expandido a través de esa coralidad de tanta gente que habla y conversa»

El cómo se vincula al trabajo industrial frente al trabajo no físico o intelectual; o vinculado al ámbito universitario. Para mí todo esto siempre ha sido una contradicción, porque casi todo mi entorno procede de otro lugar y me ha servido mucho para entender algunas cosas y poder mirar a mi pasado con más tranquilidad y al futuro con más ganas.

¿Cómo fueron esas primeras conversaciones? ¿Hubo mucha documentación? 

Sí, estuvimos documentándonos prácticamente durante tres años. Luis y yo cogíamos el coche, bajábamos a Cartagena a pasar casi todos los fines de semana.

Íbamos sumergiéndonos en esa especie de memoria colectiva del 92. De la lucha anti-franquista, de los astilleros, las empresas que cerraron.. Entrevistando a gente, a algunos de los protagonistas de aquella época. Algunos representantes sindicales, voces legitimadas o públicas, pero también a gente que lo había vivido todo desde una perspectiva más carnal, como ciudadanos a secas.

«La película es la potencia de la gente de la ciudad.»

Fuimos generando como una especie de galaxia de voces que al final nos acabaron sobrepasando y nos dimos cuenta de que realmente cualquier cosa que pudiéramos pensar en torno a diálogos o guion nunca iba a estar tan apegado a la verdad como esas realidades.

Al final la película se acabó transformando en eso, en una especie de film muy poliédrico pero a la vez también muy expandido a través de esa coralidad de tanta gente que habla y conversa.

Si ya es difícil reducir el contenido grabado a un metraje final ¿Ha sido más complicado teniendo en cuenta que el film tiene una duración de más de tres horas? 

Sí, pero ten en cuenta que por cuestiones económicas fue una película muy difícil de financiar con colegas que han participado como productores. Por eso el rodaje se hizo en 9 días.

Sabíamos que tendríamos la película si esos 9 días salían bien y la gente se había comprometido a venir y ayudarnos y a dar su testimonio o participar en esas partes menos documentales. Evidentemente la gente no nos defraudó y llegaron y lo dieron todo. La peli es la gente de la ciudad.

Es verdad que Luis tiene unas ideas que son increíbles y con Sergio, el montador, han conseguido hacer una cosa que es muy rigurosa en términos políticos cinematográficos. Pero creo que la película es la potencia de la gente de la ciudad.

«La gente no sabe si está en los 90 o en los 80 o incluso en la actualidad»

También es siempre muy interesante que el cine español, sobre todo en los 80 y los 90, ha estado siempre anclando sus historias en lugares como Madrid o Barcelona, ciudades más capitales o grandes. Conectadas con Europa, donde la idea de lo cinematográfico está, digamos, presente, en la vida pública. Es muy interesante que el cine se haga en lugares donde habitualmente no se hacen películas.

También es más fácil contar cosas de la gente trabajadora y humilde. Los ricos y las gentes de las ciudades siempre tienen algo un poco más de ocultismo, creo que es menos interesante.

¿Los detalles que le hacen preguntarse cosas al espectador estaban en el guion original o una vez se visionó el contenido también se seleccionaron expresamente?

Sí lo teníamos presente. Creíamos que eso tenía que estar y era importante. Pero es verdad que gracias al trabajo de Sergio y Luis en montaje eso se ha expandido.

Creíamos que era importante jugar con esa especie de suspensión espacio-temporal. Un tiempo juguetón en el que la gente no sabe si está en los 90 o en los 80 o incluso en la actualidad.

Porque, al final, las políticas neo-liberales que generan desempleo, desigualdad, que pauperizan las ciudades, que atraviesan la vida de las personas, no solo lo hacen por la generación que la padece, sino que se genera una resiliencia que se prolonga generación tras generación. Y eso, la sociología, la ciencia política, lo tiene claro. Nosotros queríamos incorporar esa idea al cine. Que eso estuviera claro.

La precariedad de los padres, las dificultades de las madres, los abuelos que eran anti-franquistas y lucharon, la gente de la Guerra Civil… los problemas no son tan distintos. Siguen ahí presentes. Han cambiado mucho las situaciones, pero sin unas buenas políticas de desempleo que afectan a una ciudad y que acaban con 15.000 despidos directos e indirectos… eso no va a tener solo consecuencias para la generación que la padece sino para las posteriores.

Queríamos que esa idea quedara clara en el film. De ahí ese tiempo suspendido, como una especie de viaje a un espacio muy onírico donde el tiempo no hubiera pasado pero sí que estuviera anclado en los problemas que son reconocibles desde el presente.

Teniendo en cuenta todo lo que está pasando ¿Está película cada vez es más eterna?

Es que yo siempre he estado muy vinculado al ámbito del punkie. Siempre me han interesado mucho esas culturas. Hay una portada de un recopilatorio de grupos de punk de los 80 español que me encantaba en la que salían dos botas de un trabajador y ponía debajo: «condenados a luchar».

«Quizás si aquella lucha feroz de la gente no hubiera tenido lugar, mi padre se habría quedado sin trabajo»

Es que creo que las políticas del neo-liberalismo de ahora y del primer capitalismo o los fascismos durante los años 30 y 40 siempre las han padecido las mismas personas. Las mujeres, el patriarcado y la desigualdad ha sido la misma, la explotación… Y es evidente que estamos condenados a luchar.

Igual que el mundo se puede organizar de otra forma también el cine se puede hacer de otra forma.

¿Dónde estaba Raúl Liarte en el año del descubrimiento? 

Fíjate, pues yo tenía 4 añitos y mi padre estaba a punto de quedarse sin empleo porque estaba dentro del Expediente de Regulación de Navantia. Mi padre trabajaba en el astillero y mi hermana acababa de nacer.

Quizás si aquellos disturbios, aquella lucha feroz de la gente, no hubiera tenido lugar, hubiéramos tenido que emigrar a otra ciudad porque mi padre se habría quedado sin trabajo, o mi vida hubiera sido totalmente distinta.

Yo, dentro de pertenecer a una especie de «clase trabajadora», he vivido una serie de privilegios porque mi padre ha vivido también una estructura industrial donde sus hijos eran becados para poder estudiar lo que quisieran a través del propio astillero. Tenía un sueldo digno, unas horas dignas, mi madre podía trabajar y mi padre podía cuidarnos a mi hermana y a mi, porque consiguieron, a base de esa lucha, mantener una serie de derechos con los que mi familia pudo vivir.

Otros no pudieron. Hubo empresas que cerraron, gente que entró en la precariedad y eso era importante retratarlo. Dentro de los perdedores siempre hay como unos que pierden más que otros.

¿Un momento especial del texto que te encante después de ver el montaje final?

Yo estoy conectado emocionalmente con una parte de la película que, la verdad, cada vez que la vuelvo a ver, me sumo un poco a ella. Es la de una chica que pertenece al grupo de punkies que en la primera escena están de fiesta y el espectador podría pensar que son un gente que está ahí como sin más. Después acaba hablando de cómo ha sido su vida, de tener que trabajar en Londres de camarera a volver a la ciudad de Cartagena. Que los sueldos como camarera sean bajísimos, que la traten mal… Llega un momento que lo está contando y se bloquea y dice que no puede seguir. Es un momento como muy paradigmático de la peli porque habla de cómo a veces cuando esas experiencias son tan fuertes es complicado establecer un relato de lo que uno está viviendo.

Creo que el cine es una herramienta interesante para poder hacer eso. Es verdad que en ese momento de la película la chica se bloquea, pero después, a través de la supuesta catalización que puede generar cualquier contenido simbólico como el cine o la literatura, acaba pudiendo dar su versión de los hechos. Y creo que es una escena que resume bien muchas de las cosas que luego intentamos hacer en esta película.