Dice David Pantaleón que ni la comedia ni el drama son compartimentos estancos, que ambos géneros se suelen mezclar en el día a día. Quizá es eso, y que la vida la miramos más como un teatro que como una pieza realizada, lo que hace especial a su propuesta. Rendir los machos, su largometraje como director, se estrena el próximo 17 de junio de la mano de Begin Again Films. El también intérprete nos confiesa todos aquellos detalles que en estos 8 años de travesía, de road movie a paso cabrío, ha tenido que ir puliendo para dar vida a su historia.

Un casting de cabras, perdón, de machos cabríos, y dos hermanos, los de David Pantaleón en la vida real, que no son actores. Nos cuenta el cineasta que grabar Alejandro y a Julio fue como grabar animales salvajes: «no podemos poner la cámara a 20 centímetros de su cara porque los perderías». Y vaya si no los pierde, al contrario, los conecta de lleno con una historia que encierra tantos recovecos como lo escarpado del paisaje de Fuerteventura donde fue rodado.

Se trata de una historia donde son casi más importantes los silencios y que está tratada con mucha ironía. ¿Esa utilización del humor estaba ahí desde el principio?

Es algo que es intrínseco a uno mismo. Tiene que ver con la forma de ver el mundo y en ese componente de reflexión en torno a que la vida no se divide en compartimentos estancos de drama o comedia sino que al final se entremezclan. Una apoya a la otra y esa es la idea.

¿En qué ha ayudado el David Pantaleón actor al David Pantaleón director en este proyecto?

Somos la misma persona pero es verdad que la posibilidad de poder ver una misma situación desde puntos de vista diferentes te hace poder abordarla con mayor empatía hacia ciertos puntos. El hecho de que yo haya estudiado arte dramático y haya trabajado como intérprete me ha venido bien para tener perspectiva sobre lo que hago.

En el caso de la peli, que trabajamos con actores naturales y profesionales, a tener consciencia de cómo poder trabajar con ellos. Siendo muy empático y habiendo vivido la experiencia de interpretar para otros.

Presentáis Rendir los machos en Fuerteventura y justo se está celebrando una feria muy importante de ganado que fue precisamente la inspiración para muchas de las cosas que ocurren con el tema de los machos cabríos en la película ¿No?

Sí, la feria se llama FEAGA y la de este año ha sido hace unas semanas. Se convirtió en un lugar fundamental. Es hasta semilla de la propia idea porque Alejandro, el veterinario, iba todos los años. La semilla de empezar a construir la historia va entorno al anecdotario de una vez que fueron Julio y Alejandro a la feria de ganado. Anécdotas que sucedieron en ese viaje, de las primeras veces que iban a esta feria.

Mi hermano Julio no fue nunca más y yo empecé a ir. Ver ese mundo se convirtió en el escenario donde indagar como en un catálogo de personajes que luego han sido fundamentales para construir los caracteres de la peli.

Rendir los machos

¿Por qué esa estética simétrica con planos estáticos? ¿Tiene algún significado especial para ti?

Normalmente trabajo visualmente de esa manera. Y con Cris Noda llevando la foto. Pero reflexiono mucho en torno a la idea de mirar el encuadro como quien mira a un escenario de teatro.

En teatro no te hacen el plano corto de nada, es el propio espectador quien decide dónde focalizar. Es una opción que a lo mejor viene de dónde vengo yo formativamente, pero que me gusta aplicar a cómo entiendo el cine. El encuadre intento mirarlo como un escenario de teatro.

Y luego está este componente de punto de vista funcional. En este caso, la idea de distanciar la cámara de los personajes tiene un sentido de fondo a nivel narrativo. Separar los personajes del espacio, jugar con ellos como objetos en el espacio y, luego, una cuestión funcional. En el sentido de que mis protagonistas son mis hermanos que no son actores. Es como grabar animales salvajes, no podemos poner la cámara a 20 centímetros de su cara porque los perderías.

La mezcla de estas dos cosas es lo que ha dado esta estética estática y distanciada.

Rendir los machos plantea los retos de la comunicación entre hermanos y pretende reflexionar también sobre las trabas que esto tiene entre los hombres, concretamente. ¿Cómo es ese momento en el que le dices a tus hermanos que quieres que sean los protagonistas?

Ellos están sorprendidos del milagro de hacer una peli. Como ha sido un proceso tan largo, al principio lo sueltas y es como «vamos a ver qué pasa». A medida que se acercaba la realización de la peli, nos fuimos dando cuenta de que no era mentira y nos fuimos adaptando los unos a los otros.

Sobretodo este ejercicio de confianza. Ellos no habían interpretado nunca pero yo tampoco había dirigido con un equipo tan grande y en metraje largo. Al final el lenguaje es diferente, los tiempos en los que uno construye, el propio trabajo que uno le tiene que dedicar a la pieza es exponencial. Mis hermanos han sido súper generosos en parar su vida normal para, de pronto, ponerse en las manos de su hermano pequeño.

En mi caso no puedo evitar ver algunas secuencias como si fuera un lienzo en movimiento. Como cuando vas a un museo y vas haciendo el recorrido de la superficie con los ojos para ver todos los detalles. ¿Hay algún plano de la peli que recuerdes en el que precisamente por dejar el plano estático ocurran más cosas de las que tienen que suceder con el objeto protagonista?

El dispositivo ya de cómo planteamos rodar la peli busca o pone un marco para que exista esa posibilidad. Prefiero hacer menos planos y poder hacer más tomas.

Al final, el propio acto de grabar en muchas tomas te da la posibilidad de que las primeras tomas sean unos ensayos grabados en donde todo se va retocando a partir de lo que se va encontrando en toma.

Nos planteamos no hacer una planificación muy cargada de planos y en la onda de construir sobre planos secuencia y buscar los cortes por si acaso, para salvar las tomas.

No fuimos como con una planificación más descargada de planos y eso nos dio la posibilidad de llegar a un número alto de tomas que nos daban la posibilidad, como quien está probando un plato mientras lo está cocinando, y va metiendo un poco más de esto y de lo otro. Hasta el propio cansancio de los intérpretes al repetir tanto en ciertos momentos venía bien para el modo de la peli.

Precisamente uno de los planos fijos que no está en la peli es el trailer.

Hay muchísimo material que quedó fuera. Lo que pasa que hay un momento en edición en el que tienes que plantearte lo que mejor le viene al cuentito que vas armando. Tener un cuento con un hilo dramático muy finito.

Es verdad que rodamos muchas cosas, con lo que a mi más me divierte del mundo, que es esta suerte de surrealismo, realismo mágico o locura. Rodamos cosas de esas, como por ejemplo a todos los personajes haciendo el sonido de los machos cabríos.

Todo ese material, que fue muy divertido rodarlo y que es muy interesante como material, luego en edición, a medida que íbamos haciendo cortes tuvimos que ir descargando de surrealismo la peli porque si no no conectábamos con el cuentito ni con los personajes.

Además, desde el dispositivo que planteamos, no hacemos concesiones para que el espectador se indentifique con uno u otro de los hermanos, porque al ser tan parecidos y grabarlos de esta manera, potencia la confusión del espectador.

Eso, en un momento dado, nos dio miedo, porque al final es como ir a contramano con la emoción del espectador. Pero luego, a medida que fuimos trabajando y viendo qué sensaciones teníamos, le dimos valor a esa idea de no poder colocarte a favor de uno u otro. Que eso lo hace centrar en la idea que plantea la película de que no hay nada por lo que no llevarte con tu hermano.

Trabajar con muchos extras ya siempre es complicado, pero trabajar con cabras no me quiero imaginar, ¿Alguna anécdota con esto?

(Risas) Hay mil anécdotas. Es como todo, al principio uno va que no sabe, con ese pequeño terror de pensar en todo lo que podía salir mal y luego mágicamente, la cosa funciona.

Hay que tener un poquito de cintura para adaptarte a los acontecimientos más que adaptar los acontecimientos a ti pero, en realidad, lo de cómo jugaron los machos cabríos fue como mágico.

El primer día que hicimos los ensayos con ellos y mis hermanos podía haber salido mal y la verdad que funcionó. Tuvimos que hacer un trabajo previo y ahí está un señor de Fuerteventura que es como susurrador de cabras.

Unos cuantos meses previos a empezar el rodaje de Rendir los machos tuvo que hacer una búsqueda de machos cabríos. Ya no solo en Fuerteventura, sino en otras islas, para poder reunir ese grupo de machos que tenían que tener unas particularidades.

Fíjate que los machos no son los más bonitos del mundo. Hay unos machos en Fuerteventura grandes, muy vistosos, pero que son muy salvajes. Tuvimos que renunciar a la estética del animal perfecto en la búsqueda de animales mansos. Criados al biberón desde chicos que son como animales que se comportan casi como perros. Tuvo que hacer casi como en Ocean’s eleven, ir a buscar a diferentes islas y encontrar estos machos. Ya no solo eso, luego tuvo que estar como mes y medio antes de que nosotros nos incorporásemos a los ensayos con actores y animales, alrededor de 6 semanas con un trabajo de domador de animales.

¿Más de Cultura y menos de qué? 

Más de cultura y menos de industria.

Estos machos cabríos, los que son aún jóvenes para reproducirse, son los protagonistas silenciosos de la película Rendir los machos, y también el telón de fondo para los protagonistas, condenados a cumplir la última voluntad de un familiar difunto.

Como si del propio concurso de las ferias ganaderas se tratase, en el que se valoran las características morfológicas de los animales de acuerdo con los parámetros más apropiados de las distintas razas. Las relaciones humanas, familiares y/o fraternales, también entran en tela de juicio en Rendir los machos. Para disfrutarla y apreciar sus matices estéticos, mejor una sala de cine a partir del 17 de junio.