Su primera aparición fue en 1954 en Lilacs in the Spring, con Errol Flynn. Su primer protagonista lo logró en un corto llamado Simon y en el que interpretó por primera vez a un policía. Tras trabajar en algunas producciones televisivas, en diciembre de 1956 le llego la oportunidad de trabajar en el largometraje Ruta infernal, película sobre rudos camioneros. En este film Conney trabajó con Patrick McGoohan y Stanley Baker, dos actores que fueron considerados para interpretar a un personaje que a él le cambiaría la vida: James Bond.

En 1962 Connery apareció en la estupenda película bélica El día más largo y fue Macbeth y el conde Alexis Vronskyen (Ana Karenina) en la televisión hasta que, por fin, llegó aquel primer Bond (Agente 007 contra el Dr. No) y una carrera envidiable que lo convirtió en leyenda y que en MDC vamos a resumir en estas 14 indispensables películas:

Marnie la ladrona (1964): tras el primer Bond y Desde Rusia con amor, Connery se puso en manos de Alfred Hitchcock, un director que no era famoso por tratar especialmente bien a los actores. Tras ensayar algunas escenas con un joven y fornido Connery, Tippi Hedren le preguntó preocupada a Hitchcock: “¿Lo has visto? ¡Se supone que Marnie es frígida!”. Con su flema y coña habitual, Hitchcock le respondió: “Sí, querida, se llama actuar”.

James Bond contra Goldfinger (1964): posiblemente el mejor Bond. Connery, con problemas de alopecia desde muy joven, empezó a llevar peluquín en esta película en la que también sufrió un accidente que le dañó la espalda. Sobre esta película y otras de Bond, Connery dijo: “Todo era falso en esas películas. Para empezar, yo empecé a quedarme calvo con 20 años y tenía que usar unos postizos ridículos. Y por si fuera poco, Bond es inglés y yo escocés”.

Sean Connery en James Bond

La colina (1965): el mismo año en el que rodó Operación Trueno, entró en su vida uno de los directores que más admiró y con el que mejor se llevó: Sidney Lumet. Esta película, magistralmente dirigida y con una fabulosa fotografía en blanco y negro del genio de la luz Oswald Morris (Moby Dick, Lolita, La huella), es un angustiante relato de brutalidad militar en el que el sol y el sudor traspasan la pantalla. Volvió a repetir con Lumet en Supergolpe en Manhattann, La ofensa (otra magistral y angustiosa obra), Asesinato en el Orient Express y Negocios de familia.

El viento y el león (1975): buena película de aventuras escrita y rodada por John Milius, guionista de El juez de la orca, Apocalypse Now y Conan, el bárbaro. Connery le birló el papel de Raisuli a Omar Sharif y a Anthony Quinn y quedó tan impresionado con el talento de Milius que años más tarde lo llamó para ayudar en el guión (lo que llaman ejercer de “médico de guiones”) de La caza del Octubre Rojo.

El hombre que pudo reinar (1975): Connery viajó mucho aquel 1975. Para el rodaje de este clásico (la película de la que Connery estaba más orgulloso), se desplazó hasta diferentes zonas de Marruecos, que es donde se rodó casi toda la película. Michael Caine cuenta en su biografía que en el set John Huston, el director, se dirigió a él y a Connery solo por los nombres de sus personajes (Peachy y Daniel), nunca por sus verdaderos nombres. También que tanto él como Connery improvisaron diálogos e incluso escenas enteras. La película es ejemplo del mejor cine de aventuras (y amistad) de todos los tiempos.

Sean Connery en El hombre que pudo reinar

Robin y Marian (1976): Connery hizo una magnífica pareja con Audrey Hepburn, Robert Shaw era el archienemigo Sheriff de Nottingham (también fue el villano de Desde Rusia con amor) y Richard Harris hacía de Ricardo Corazón de León. En esta película, de Richard Lester, Hepburn aceptó el papel de Marian por la insistencia de sus hijos. Cuando los críos se enteraron de que Connery sería Robin Hood, le rogaron a su madre que aceptara el papel para que pudiera actuar con James Bond. Los productores quisieron que el protagonista fuese Albert Finney, que había trabajado con Hepburn en Dos en la carretera, y Charlton Heston también luchó por el personaje.

Un puente lejano (1977): una de las mejores películas bélicas de todos los tiempos y con uno de los repartos más alucinantes de la historia del cine. Inicialmente, Connery rechazó aparecer en la película porque pensó que glorificaría un desastre militar. Tras leer su fabuloso guión cambió de opinión. También cogió un buen cabreo cuando su agente le dijo que Robert Redford iba a cobrar mucho más dinero que él por un papel más pequeño. Colérico, se plató ante los productores, les amenazó con retirarse de la película y al final las partes llegaron a un acurdo económico.

Atmósfera cero (1981): remake de Solo ante el peligro en el espacio. No iguala el original ni de lejos, pero Connery está enorme. Por culpa del rodaje de esta película, alargado por problemas en su producción, Connery no apareció brevemente en Carros de fuego. Ese año sí consiguió aparecer, eso sí, en Los héroes del tiempo, de Terry Gillian.

El nombre de la rosa (1986): tras volver a ser Bond gracias a un generoso cheque (en Nunca digas nunca jamás, un título que le va al pelo a la transacción) y Los inmortales (película que ha envejecido bastante mal), la carrera de Connery estaba muy apagada hasta que llegó otro de los grandes personajes de su carrera: Fray Guillermo de Baskerville. Nunca luchó tanto por lograr un papel. Su agente atosigaba al director Jean-Jacques Annaud, pero no estaba interesado en Connery porque lo asociaba con Bond. Finalmente, superó en la prueba a estrellas de la talla de su amigo Michael Caine, Albert Finney, Richard Harris, Sir Ian McKellen, Roy Scheider, Jack Nicholson, Paul Newman, Marlon Brando, Robert De Niro, Donald Sutherland, Max von Sydow, Yves Montand, Vittorio Gassman y Frederic Forrest. El director recordó así el día en el que, por fin, Connery leyó en la audición: “Estaba escuchando lo que había escuchado dentro de mí durante casi dos años. Le dije que dejase de leer en la página tres”.

Los intocables de Eliot Ness (1987): otro de sus grandes personajes fue el veterano y duro policía Jim Malone. El primer día de rodaje se presentó con su ropa de golf, lo vistieron, hizo una breve aparición y regresó al hotel tan pancho. El novato Andy García, alucinado, dijo que se lo montaba muy bien. Connery le respondió: “Esta no es mi primera barbacoa”. Y parece una broma de mal gusto, pero con esta película logró su única nominación al Oscar, premio que también ganó. No volvieron a acordarse de él.

Indiana Jones y la última cruzada (1989): o como robar planos de forma tan descarada como elegante al mismísimo Harrison Ford. Connery siempre fue la primera opción de Steven Spielberg para interpretar a papá Jones y decía que en realidad James Bond era el padre de Indiana Jones, que no deja de ser un 007 arqueólogo. Para Spielberg, por cierto, esta tercera película es su preferida de la franquicia.

La caza del Octubre Rojo (1990): Connery pasó un tiempo a bordo del submarino U.S.S. Puffer preparándose para su papel. Se le otorgó el estatus de Comandante y se le permitió dar órdenes siempre con el Capitán a su lado. El peluquín de Connery para esta película costó 20.000 dólares.

Sean Connery en La caza del Octubre Rojo

Los últimos días del edén (1992): nuevo trabajo, tras La caza del Octubre Rojo, con el estupendo director de acción John McTiernan. En esta película volvemos a tener un postizo que tiene su historia porque se inspiró en la conocida cola de caballo del Jerry Goldsmith, compositor de la magistral banda sonora de esta película. Al encontrarse con él en un cóctel, Connery se acercó y le dijo muy serio: “Quiero tu pelo”. Y Goldsmith le respondió: “No puedes tenerlo, es mío”.

La roca (1996): en la única película salvable de Michael Bay Connery está enorme como el presidiario John Patrick Mason, personaje que rechazó Schwarzenegger. Con esta película Connery cierra el círculo porque confesó que creó a Mason como si hubiese sido entrenado por la inteligencia británica, como Bond, su primer gran personaje. Sobre el rodaje, Bay ha recordado algo que define a Connery a la perfección. Se estaba saliendo del presupuesto y en Disney lo presionaban. Una mañana se le acercó Connery y le preguntó, preocupado, si estaba bien. Respondió: “No, los tipos de Disney han venido a darme una patada en el culo por retrasarme dos días en el rodaje”. Días más tarde, quedó para cenar con los ejecutivos y les anunció que al señor Connery le gustaría pasarse y saludar. Aceptaron encantados, Connery apareció, se sentó frente a ellos y gritó: “¡Este chico está haciendo un buen trabajo, vosotros estáis viviendo en vuestro jodida Torre de Marfil de Disney y nosotros necesitamos más jodido dinero!”. A los pocos días llegó el jodido dinero.