Una habitación propia, el ensayo de la novelista Virginia Woolf, se vuelve a subir a los escenarios de la capital después de una gira exitosa en la versión teatral de María Ruiz y Clara Sanchis. Ésta última, sigue siendo la encargada, como ya lo fue en su estreno, de dar vida a la escritora británica, sin duda un referente en la historia del feminismo.

El Teatro Bellas Artes acoge a partir del 13 de marzo en 10 únicas funciones esta obra universal de la literatura. Un discurso con verdad, comedia, rabia y emoción, aderezado con un piano tocado en directo e incluso alguna que otra apelación directa a la audiencia.

Hablamos con la actriz Clara Sanchis de su reto personal para transmitir la pureza de un texto igualmente bello como complejo. Su empeño, junto a la directora, de respetarlo pese a la sustitución de fragmentos y también de su propia percepción de la igualdad entre mujeres y hombres en la cultura.

No nos gusta que nos digan que por naturaleza, somos una raza inferior. En pleno siglo XXI, Una habitación propia sigue buscando esas ansiadas habitaciones propias que ya entonces reclamaban las mujeres. Por todas esas que no estaban pero gracias a las cuales otras nacerán, el texto de Woolf sigue vivo, y vuelve a subirse a los escenarios de Madrid para ver a una Clara Sanchís, de nuevo mimetizada con su personaje. Como ella bien dice, concentrada en su papel hasta tal punto, de lanzar un mensaje desde el camerino, muy educado, como también lo debió ser Virginia, a los asistentes segundos antes del espectáculo para que puedan apagar sus teléfonos móviles y disfrutar de la experiencia.

Interpretación, monólogo, ironía y música en directo ¿Cómo es un papel tan completo para una actriz?

Una de las características de esta función es la belleza del texto y, al mismo tiempo, su complejidad de pensamiento. Es bello en la forma y muy complejo en el fondo. Además está la música en directo que son improvisaciones a partir de Bach.

«Virginia Woolf consigue que lo que sabes, de pronto, lo entienda tu cuerpo»

Salir a hacer este espectáculo para mí tiene algo de malabarismo, es un ejercicio de concentración enorme. Caminar por el alambre pero, al mismo tiempo, juntar varias de mis vocaciones. La música, la escritura y la interpretación. Es un grandísimo placer.

En tu caso llegaste a la novela Una habitación propia ya mayor, no como otra gente que la leyó en la pre-adolescencia ¿Cómo la recibiste? 

Sí, la leí ya a los treinta y me conmovió, me impulsó, me produjo ira, risa, fue una revolución. Descubrí cosas que, en teoría, las sabemos,  pero lo que hace Virginia Woolf es que las entiendas en vivo. Que las pases por tu cuerpo.

Siendo esa novelista inmensa, consigue que lo que sabes, de pronto, lo entienda tu cuerpo y eso es tremendo. Eso es lo que luego me hizo pensar que se podía llevar a un escenario. Pensar que si yo había sentido todas esas cosas. Si María Ruiz y yo lográbamos simplemente trasmitirlo con la mayor exactitud y pureza, quizá a los espectadores les sucedería lo mismo.

¿En qué aspectos de la obra os centráis en esta versión? 

No hay una sola palabra que no sea de Virginia Woolf. Creo que María ha hecho un trabajo de orfebrería con un respeto y una inteligencia enormes. Un respeto y una admiración hacia Virginia que hace que la trasmita con toda su esencia y pureza. Ha batallado cada palabra para que cada palabra,  también para que en la traducción trasmitiera con la mayor exactitud lo que quiere transmitir Virginia Woolf.

A veces pienso que María Ruiz está poseída por Virginia Woolf. Una cosa fundamental que hace es sacar a la luz todo el sentido del humor y la ironía. Virginia sabemos que tuvo dificultades emocionales, una vida difícil, pero era alegre, hedonista, amorosa… y en el momento en el que escribe este texto está corrigiendo Orlando. Está en un momento de plenitud y tiene mucho sentido del humor. María ha hecho un empeño en que en el espectáculo ese sentido del humor esté presente. Contar las cosas más dolorosas pero siempre desde el humor.

«Creo que hay una herencia compleja y un tema por resolver que tiene que ver con nuestra autoestima»

Y esto nos costó mucho, cortar capítulos del libro enteros, claro. Mantener zonas tal cual están y quitar otras enteras para no simplificar el pensamiento complejo de Virginia Woolf. Esto hace que el espectáculo tenga un arranque que pide esfuerzo al espectador/a. Ahí hemos volcado toda nuestra creatividad. Al principio del ensayo tienes un periodo en el que estás desubicada pero luego, cuando ella te ubica, ya no te suelta.

Hablando de esas habitaciones propias sobre las que reflexiona el texto,  ¿Cambia algo como actriz al verte dirigida por una mujer?

Yo por supuesto soy feminista, me parece inevitable serlo tras lo que sabemos que hay y estar viendo ese retorno al medievo. Es tremendo.

Pero, dicho esto, yo lo que creo es en defender hasta el final el tener las mismas oportunidades. La igualdad ante la ley en nuestra sociedad ya se ha conseguido y esa es la herramienta para conseguir todo lo demás. La transformación de este enorme cambio es muy grande y, por lo tanto es compleja, no podemos simplificarla.

Pero no creo que haya diferencia de capacidades artísticas entre los hombres y las mujeres. Creo que hay hombres muy feministas, por supuesto muy sensibles. Tengo una amiga cineasta, feminista, que dice: «reivindiquemos poder hacer películas tan malas como las que hacen los hombres cuando hacen películas malas» (Risas). Es el «darme las mismas oportunidades».

El mismo dinero, que es la clave y lo que pone Virginia Woolf encima de la mesa, esa cosa tan perversa que se ha separado a la mujer de las cosas materiales. La mujer como un ser de amor. Eso lo que lleva es a la dependencia y a no conseguir el desarrollo personal.

Entonces, claro que veo diferencias cuando me dirige un hombre y una mujer pero no se si es por el género o por el ser humano que hay en ese cuerpo. A nosotras nos unen un cierto tipo de mirada o humor, quizá, sí lo creo. Pero claro, lo femenino, es una cultura al fin y al cabo. Está por ver hasta qué punto es fundamentalmente cultural.

Hay una cosa en la que sí creo que hay diferencias: la autoestima. De esto habla mucho Una habitación propia. Esta función habla fundamentalmente de los efectos y posibles causas de ese veneno de la desigualdad. Los hombres lo conocen muy bien pero las mujeres, históricamente, hemos sido maltratadas.

Sí creo que hay una herencia compleja y un tema por resolver que tiene que ver con nuestra autoestima. Creo que todo está relacionado. Lo que le pasó a nuestras abuelas, que estemos cobrando menos todavía y por supuesto que nos maltraten, nos violen, haya mujeres muertas… Que ahora se niegue la violencia de sexo es tremendo y, por otro lado, estamos viendo una época de cambio maravillosa.

Virginia también hablaba con escritores muertos en su obra, si tú pudieras hablar con ella, ¿Has pensando en qué le dirías?

Le daría las gracias. Le contaría cómo sigue siendo la más moderna y le preguntaría si quizá ella tiene alguna idea de por qué sigue siendo la más moderna de todas. Pero me quedaría callada y dejaría que ella hablara.

¿Más de cultura y menos de qué?

Menos móvil. El teatro, sorprendentemente y por lo menos en mi experiencia, como tiene la potencia del vivo está resistiendo pero ese espacio íntimo de acercamiento a la cultura privada, la lectura, ir al cine…se lo está comiendo el móvil y da miedo.