Pues sí, nos encontramos en plena jornada de reflexión. Algo circunscrito a fechas muy señaladas por motivos muy específicos pero que nos deberían dejar practicar de manera más asidua. Porque por mucho que tengamos la voluntad de hacerlo, lo de reflexionar, digo, con tanto ruido de fondo nos imposibilitan. Imposible ser inmune al entorno, a sus imperativos, agresiones, gestos y provocaciones.

Asistimos a unos momentos en los que la susceptibilidad, el escepticismo y la acritud están a la orden del día. Dicen que muchos de los conflictos que se están dando en escuelas e institutos se derivan de este ambiente de elevada tensión que los adolescentes y los niños perciben de manera más intensa y, lamentablemente, hacen suyo.

La crispación llega desde muchos lugares, pero ahora que hemos asistido a una campaña electoral donde los niveles de ansiedad de los candidatos se han disparado, esa crispación, digo, es la que a día de hoy tenemos más presente.

En honor a la verdad, aunque todos los partidos denotan un nerviosismo mucho más palpable que en otras ocasiones, por la escasa previsibilidad de los resultados -puede pasar casi cualquier cosa- debemos decir que hay una especie de ranking en esa exasperación. Cada uno establecerá la suya dependiendo de su tendencia ideológica o su simpatía hacia unos u otros, pero lo que no podemos negar es que en el número uno de ese podium crispado, una formación se alza con toda su tenebrosidad.

Frente a esta realidad, un gesto se ha hecho viral en estos días y como todo lo sencillo y auténtico ha sido rotundo. Me refiero a un beso entre dos personas que se aman. Un símbolo universal, idioma que se entiende en cualquier parte del mundo, ha desarmado a las lenguas afiladas, a la intolerancia y todas las fobias imaginables.

Comandado por mujeres, se ha convertido en una declaración de intenciones donde se dejan tantas cosas claras como las que puede contener ese beso.

¿Recuerdan el juego infantil en que se daba a elegir entre verdad, beso y atrevimiento? En este momento estas mujeres valientes no eligen entre estas opciones: muestran una verdad, su arma es el beso y, por supuesto, se atreven.

Ahora reflexionen, aunque a estas alturas, la suerte está echada. Ojalá gane el beso.