Cuando llega el verano y las ansiadas vacaciones, llega también el momento de “colocar” a los seres vivos que nos acompañan incondicionalmente durante el resto del año, en buenas manos: mascotas y plantas. Si bien el tema de las mascotas merece un artículo aparte por el drama incongruente y recurrente del abandono, en esta ocasión vamos a tratar el tema de las plantas.

En ocasiones los orgullosos dueños de azaleas, orquídeas y calas, olvidan su pasión inicial por ellas arrastrados por la urgencia de escapar a su destino vacacional y, en el mejor de los casos las dejan bajo el amparo del vecino. Pero en el peor, las dejan morir para cambiarlas por otras a la vuelta.

Este hecho que enmascara un desprecio importante por la naturaleza comenzó a cambiar hace unos años ante la propuesta de una residencia para plantas que la Concejalía de Educación de Pozuelo de Alarcón en Madrid puso en marcha a través de su Aula de Naturaleza. Como lo oyen, una residencia para plantas: funciona como hospital para los casos graves y como hotel para que estén cuidadas ante la ausencia de sus dueños.

La iniciativa surgió en 2003 cuando se creó el Aula de Naturaleza donde se impartían clases de botánica y jardinería. Se necesitaban “pacientes” para evaluarlos, dar un diagnóstico y establecer los protocolos y tratamientos adecuados. Vecinos y colegios llevaron allí sus plantas y desde entonces el éxito ha sido rotundo.


Trébol de agua

Con capacidad máxima para 500 plantas, este año han recibido unos pacientes muy especiales: unos helechos acuáticos denominados TRÉBOLES DE AGUA. Esta especie amenazada en Europa y extinta, en estado silvestre, en nuestro país busca recuperación en el Hospital para plantas. Para ello se ha creado una instalación especial, una “charca en altura” que reproduce las condiciones naturales en que vive esta planta singular que incluye especies macrófitas con función depuradora.

Como ven no hay proyectos imposibles sino voluntad para crearlos y ponerlos en marcha. Este Hospital para plantas es prueba de ello y su objetivo último se está consiguiendo porque, como tiene clarísimo el Director de esta magnífica Aula de Naturaleza, Antonio Cano: “Quien aprende a amar una planta, aprende a querer un bosque”.

Y esto señores, a día de hoy, es fundamental para nuestra supervivencia. Así que, como comienzo, ya saben donde pueden dejar a sus queridas plantas. Eso sí, si llegan en estado crítico es posible que tarden en “darles el alta”, será cuando el paciente esté en condiciones óptimas.