La propia biografía de Ailoveny Güats ya nos da pistas del tipo de literatura que tenemos entre manos. Bajo el telón del prólogo de Cristina Morales (Lectura fácil, Los combatientes), Ailoveny Güats le da su mismo nombre artístico a su primera novela.

Su historia, podría parecer sacada de los personajes de una novela, ¿O es la novela sacada de los personajes de su vida? Creció en un pequeño pueblo de Alicante, descubrió la literatura a través de Hubert Selby Jr. y los jóvenes del módulo 10 de Alcalá Meco, con quienes estableció una relación epistolar. La muerte prematura de su padre anticipó el traslado de Ailoveny a Barcelona. Allí,  ejerció la prostitución. De sus vivencias, surgen sus letras que comparte con nosotras en Más de Cultura.  

Supongo que cuando uno vive hechos que le marcan y tiene cierta tendencia a lo artístico, lo de escribir sale solo, pero, ¿En qué momento decides escribir esta novela?

No creo que exista acontecimiento capaz de determinar el genio creativo. El hecho de que una persona esté marcada (entiendo que nos referimos a traumada) no quiere decir nada porque no existe nada parecido a una justicia divina que otorgue a los desgraciados favores en forma de virtudes. Por el contrario, algunas marcas son inhabilitadoras y otras, las peores, superproductivistas. Decidí escribir Ailoveny Güats cuando Cristina Morales me animó a que lo hiciera.

Los tiempos verbales a veces dicen mucho de las novelas. ¿El tiempo presente en este libro fue pensando o salió natural a medida que escribías?

De adolescente leí al Marqués de Sade y percibí una deliberada tendencia al aburrimiento en sus textos más tochos que interpreté como parte de su tendencia sádica. Si bien la literatura puede ser algo destinado a cumplir las expectativas que el lector deposita en las artes como medio capaz de redimirnos de lo mediocre (la literatura genera una relación de complicidad entre personas dispuesta a participar de ese engaño), lo que yo he pretendido es lo contrario, que los lectores no quieran confiar en mí como agente perpetrador de finales felices. Escribir en presente permite generar un estado de excesiva inmediatez que en ocasiones pueda ser bastante sádico.

En la escritura, el escritor siempre se enfrenta a la pregunta ¿Cuándo está el libro acabado? En tu caso, ¿Cuándo sientes que has acabado? ¿Fue más difícil al tratarse de algo más personal?

No creo que Ailoveny Güats sea una obra acabada, tiene muchas taras; yo las acepto y vivo con ellas, espero que ustedes lo mismo.

Me llama mucho la atención una de las citas del libro: “Hay feminidades posibles y otras sacrificables”. Quizá lo más cuestión para mi es conseguir que sean feminidades visibles o que se entienda que hay distintos tipos de feminidad igualmente válidas. ¿Es todo el yugo del género o todavía nos queda mucho por deconstruir? ¿Has tenido que sacrificar alguna feminidad para escribir este libro?

Se dice de nosotras que somos hermosas para que podamos celebrar la seducción que estratifica nuestro gesto. Hemos conseguido que nuestro congéneres nos respeten por haber intentado subvertir la dialéctica del amo y el esclavo.

«Sacrifico diariamente la versión más misógina de mi misma para llevarme bien con mis amigas»

Queremos cuotas de poder motivadas por la acumulación de capital erótico para que mover nuestros culos sea por fin rentable. Me pierdo y dadas las coordenadas no sé de qué hablamos cuando hablamos de lo femenino. Lo único que tengo claro es que rechazo cualquier ideario de feminidad otorgado por el poder de la cultura (ya sea en su versión clásica de pureza inalcanzable o en su versión contemporánea de empoderamiento físico o material). Sacrifico diariamente la versión más misógina de mi misma para llevarme bien con mis amigas a las que quiero mucho.

También está la reflexión que haces sobre la gratuidad: “Nuestras sociedades entienden como monstruosa la entrega total, por eso es mejor establecer un precio, circular dentro de los márgenes del capital”. Entonces, ¿Debemos pensar que si el trabajo sexual fuese gratuito o desinteresado sería moralmente más aceptado?

Me alegra mucho de que me hagas esta pregunta porque me das motivos para explicarme y hacerme entender. Me preguntas si el trabajo sexual, de ser gratuito, sería moralmente aceptado. Tanto la pregunta como la respuesta son una paradoja a la que Cristina Morales y yo nos hemos referido como la Paradoja de la  Puta Gratis siendo que cada una de nosotras la dota de un sentido distinto.

«La intervención del mercado es sencilla: substituir la seducción por el papel moneda»

Mi hipótesis es la contraria a la que tú sugieres en la pregunta: No, no sería moralmente más aceptado, más bien lo contrario. Si existe algo así como una trabajadora sexual que ejerce su actividad por motivaciones vinculadas únicamente al deseo, ese deseo, por ser presuntamente incondicional (acepta la alteridad sin concesiones), solo está permitido y normalizado dentro de los márgenes que delimita el mercado.

Fuera de esos márgenes si tienes suerte no te matan o te encierran. El erotismo que caracteriza a este tipo de  putas es paradigmático: deshecha los protocoles de seducción tipo estudias o trabajas; o cita Tinder, cuántos años tienes, si eres listo o tonto, etc. (estos protocolos son generados por la culturas de las sociedades más civilizadas para coaccionar el deseo ordenándolo y gestionándolo; monetizándolo).

A efectos de normalización social, el hecho de prescindir de la seducción (más si hablamos de un deseo que se presume incondicional) es un acto salvaje, algo propio de personas que se han criado junto a camadas de perros o seres que no controlan sus pulsiones.

«El lenguaje es una forma de llevar la palabra poética a la actividad cotidiana»

Dado el grado de una peligrosidad que equipara humanidad a animalidad (no en vano perra es empleado como sinónimo de puta) la intervención del mercado es sencilla: substituir la seducción por el papel moneda para que las putas no puedan ir por ahí haciendo explícito un deseo que se resiste a ser cooptado por los idearios civilizatorios. Tristemente, esa abertura a la alteridad sobrevive solo dentro de las lógicas contractuales.

Como escritora, creo que esta novela sienta las bases sobradamente, de lo que será tu estilo artístico, pero, como lectora ¿Cuáles son las voces que te nutren? ¿Qué o a quién lees?

Mi background es más bien filosófico: en este sentido he leído a los autores que se enseñan en el instituto sin especializarme en ninguno; he tenido mis obsesiones puntuales. También he dado con autores menos recurrentes como Tiqqun o Giorgio Colli. Ahora mismo estoy leyendo a Cormac McCarthy y prácticamente solo leo ficción.

Al leer tu novela, me da por pensar en que últimamente, las escritoras que consumo, más o menos de generaciones paralelas a la mía, se han saltado los esquemas y han pasado del “escribir bien” para entrar en lenguajes, a lo mejor, no aptos para todos, con ese léxico bruto y en apariencia incorrecto. ¿Estamos ante dos tipos de literaturas muy marcadas? Estoy pensando en Panza de Burro o cualquiera de los de Elisa Victoria.

A mí me gustaría escribir bien, pero no me sale, soy consciente de mis limitaciones y sé que estas no solo tienen que ver con el hecho literario, también con el político.

A colación de la pregunta anterior, en tu opinión ¿El lenguaje evoluciona también con la literatura?

Naturalmente, es la literatura la que hace evolucionar el lenguaje. El lenguaje es una forma de llevar la palabra poética a la actividad cotidiana. Las palabras que empleamos son en su origen metáforas que en su uso reiterado han perdido su función poética. No existe ninguna distancia entre conceptos y metáforas; la representatividad del lenguaje es siempre simbólica.

¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con la literatura?

En mi casa nadie iba a la biblioteca y había muy pocos libros (la mayoría de fotografías tipo Tachen o recetarios de cocina). Aparte de eso había dos libros: una novela erótica japonesa aburridísima perteneciente a la colección La sonrisa vertical y un estudio psiquiátrico sobre la anorexia que leí con 12 años a escondidas de mis padres.

Este último, pese a hablar de la adolescencia con pretensiones carcelarias, me resultó interesante porque era una forma de espiarme a mí misma a través de la mirada de su autor.

¿Y ahora? Después de esta novela ¿Cuáles son tus planes?

Abolir el trabajo. Crear una adaptación teatral de Ailoveny Güats con la actriz Clara Ruiz.

¿Más de Cultura y menos de qué?

La cultura me parece una estafa, me gusta más el paraíso (con dictadura del proletariado porfis).