Alberto Pino es un contador de historias. Simple y llanamente.Él se describe así, y vemos que es lo que ha hecho durante su trayectoria profesional. Ha contado historias a través de sus dos cortometrajes, como redactor en la revista Cine Nueva Tribuna, y ahora lo hace con su primera novela, Preámbulo del universo.

Aprovechamos que Preámbulo del universo acaba de ser presentada en Madrid para que Alberto Pino nos cuente más sobre las historias que tiene entre manos.

La primera pregunta es casi obligatoria, ¿quién es Alberto Pino además del escritor de “Preámbulo del universo”?

Un contador de historias, nada más.

¿Cuándo te diste cuenta que querías dedicarte al mundo de la literatura?

Creo que fue un proceso orgánico. Tenía una historia que deseaba contar, una serie de ideas que encajar y transmitir a través de un relato que llevaba tiempo rondando mi cabeza. Esto se combinó con un momento en el que me apetecía probar un formato nuevo y escogí la literatura como vehículo para contarlo.

Al final, un buen artefacto artístico posee una línea muy difusa entre el fondo y la forma, ambos se combinan de forma única en el resultado final. Por esa razón, las adaptaciones de historias en nuevos formatos no dejan de ser, en su gran mayoría, deformaciones del original que lo pervierten y lo degradan con el único objetivo de obtener un beneficio económico. Hay buenas adaptaciones y reinterpretaciones, por supuesto, pero son solo aquellas que se atreven a cambiar la narración inicial en función del nuevo medio en el que se van a contar.

Preámbulo del universo, la primera novela de Alberto Pino

“Preámbulo del universo” es tu primera novela. ¿Qué nos vamos a encontrar en estas páginas?

Un hechizo, un conjunto de palabras cuidadosamente ordenadas que tienen la capacidad de provocar una reacción en el lector, una reflexión acerca temas de temas cuyas respuestas solo puede encontrar mirando dentro de sí mismo. Es un primer peldaño de un proceso individual y personal, un camino difícil, extraño, y que no termina en este mundo material.

Hace unos días presentaste la novela en Madrid. ¿Qué se siente en un momento como este?

La novela ha generado un gran interés, y estoy bastante satisfecho con eso. Sin duda, el proceso de creación es la parte que más disfruto, la única a la que me debo por completo. Una vez terminado, la obra pertenece al resto del mundo, a todos aquellos que deseen acercarse a ella.

Lo mejor que un autor puede hacer en ese momento es alejarse y no influir en las conclusiones que cada persona puede sacar, pero sin duda es un placer charlar sobre los temas de la novela que, al parecer, generan un interés común.

Momento de confesar la verdad… ¿cuánto hay de personas reales en los protagonistas de tus historias?

Esencialmente, hay algo de mí en todos los personajes de mis relatos. Pero ninguno de ellos soy yo. Construimos personajes con pedazos extraídos de la experiencia personal, pero también de otras obras artísticas que, en esencia, nos han transformado. Una vez creado, poco importa de dónde vino cada pieza. Ulises es más real por sí mismo en nosotros que cualquiera de las personas con la que puedas cruzarte en la calle.

¿Cómo convive un escrito actual con los libros gratuitos que puede encontrar en Internet?

Hay mucho ruido, sin duda, pero el precio es solo otra variable más de la vertiente industrial de la literatura. Trato de no fijarme en el precio al elegir una nueva lectura, y espero que todo aquél que desee continuar su camino de conocimiento pueda hacerlo sin que el dinero suponga un obstáculo.

Historias literarias, historias audiovisuales

¿Qué no le puede faltar a una buena historia?

Es curioso, porque hay innumerables estudios sobre la estructura, la creación de personajes o la ambientación de las historias. Sin embargo, hay buenas historias en las que estos elementos no están tratados de forma canónica, ni siquiera efectiva. Es importante conocer las reglas, y saber que tienes el poder para romperlas siempre que tu historia lo necesite.

Una buena historia es aquella que es tratada con la mayor de las devociones por su autor, y que respeta a los posibles receptores y los considera personas capaces de pensar, reflexionar y extraer nuevos significados de ella.

Vemos que además de tu novela, tienes dos cortometrajes “Buenos sueños” y “Bululú”. ¿Cómo compaginas estas dos disciplinas?

En ambos casos escribí los guiones de estos cortometrajes, y la diferencia más significativa con la literatura es la enorme cantidad de dinero que hay que invertir posteriormente para obtener el resultado final. Continúo escribiendo historias para uno u otro formato, pero siempre llega el momento en el que hay que elegir el proyecto en el que dedicar la mayor parte de los esfuerzos de varios años para poder producirlo.

¿Es diferente el proceso creativo en la literatura que en el audiovisual?

La concepción de la narración no se diferencia en absoluto en uno u otro formato. De hecho, he utilizado muchas de las herramientas del proceso creativo de los guiones cinematográficos en la creación de Preámbulo del universo.

Sin embargo, el audiovisual es un arte colectiva, uno nunca tiene el control total del resultado final. Esto, a pesar de lo que algunos puedan pensar, es un rasgo tremendamente positivo, pues la obra se ve moldeada por la simbología y los conocimientos que poseen decenas de auténticos artistas que, además, saben mucho más en sus campos que el autor del guion.

¿Cuáles son tus referentes? Tanto personales como profesionales.

Intento ser discreto, un rasgo que hoy parece escasear en muchos artistas absorbidos por la industria cultural. Trato de aprender de muchos autores que considero verdaderos maestros, pero sin tratar de copiar a ninguno de ellos. En la literatura hay narradores con los que, por intereses similares, me identifico más. Serían, por ejemplo, Philip K. Dick o Alan Moore, a los que admiro desde la absoluta humildad. En el cine me fijo no solo en las historias, sino en la forma que algunos directores tienen de contarlas. En este sentido siempre he elogiado el extraordinario trabajo de autores como Víctor Erice o Wong Kar-Wai.

¿Puedes recomendarnos el último libro, canción, película, obra de teatro, o cualquier expresión artística que te haya emocionado?

Aún estoy en el proceso de lectura y análisis de una obra que me está sorprendiendo muy gratamente. Se trata del cómic Los Invisibles, de Grant Morrison. Creo que es una buena recomendación al hilo de mi novela, pero desde luego no es un producto de consumo fácil.

Nuestra revista se llama Más de Cultura, por lo que nos gusta preguntar, Más de Cultura y ¿menos de…? 

Me encantaría ver una realidad en la que el arte tuviera mucho más de cultura y menos de industria. La corrupción y banalización que la industrial cultural ha supuesto para todas las formas de arte es una tragedia que solo conduce a una sociedad repleta de seres estúpidos y fáciles de controlar.

Queremos agradecer desde Más de Cultura a Alberto Pino su tiempo y esta agradable charla.