Muchos no sabemos que nos gusta la poesía hasta que de repente nos emocionamos con un poema. Puede ser que en el colegio, cuando aprendemos lecciones, autores y títulos, no nos paramos a sentir, sólo leemos frases rebuscas que deberían decirnos todo y nos dejan sin saber nada.

Pero luego, cuando cumples años, puede ser que llegue a tus manos un libro (o un librito) que cambie tu manera de mirar la poesía. En mi caso, fue Ajo quien hizo que me picara el gusanillo por la poesía, o mejor dicho, por la micropoesía.

Ajo

Ajo es una poeta que con sus micropoemas nos lleva a otro lugar en el mundo. Breves líneas para dibujar una historia. En ellos se mezcla la ironía, el amor, el humor, la melancolía y todos los sentimientos que unos y otros tenemos.

Alejada de la poesía académica, el trabajo de Ajo cayó en mis manos al mismo tiempo que las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Pese a tener predilección por Gómez de la Serna, quizá la cercanía espacio temporal con Ajo, hizo que en muy poco espacio de tiempo devorase todos sus poemas publicados. Y no sólo eso…

Porque por suerte, a Ajo se puede leer, pero también se puede ver. Sus recitales poéticos son como cápsulas de tiempo, de las que no salir. Ayudada con un sonajero, o pompas de jabón, Ajo crea una burbuja poética en la que a veces rompes a reír y otras, a llorar.

Y después de tanta opinión, nada mejor que un par de ejemplos del trabajo de Ajo. Aquí van algunos de sus poemas:

Microzoología

El día que dejemos de enamorarnos como perras nos aburriremos como ostras.

 

 

Te adoraré siempre y me importas un pimiento

todavía no riman

pero ya rimarán con el tiempo.

 

 

No me tires de la memoria

que yo vengo del punk

y la cresta la llevo en la lengua.

 

 

Esto supera la ficción, debe ser la realidad

Mi recomendación es que te regales uno de sus libritos, y verás como acabas regalando sus micropoemas en la próxima ocasión.